Un debate crucial

Es la energía, estúpido

En materia energética hay que guiarse por criterios científicos y económicos, no políticos

RUBÉN HERRERO DE CASTRO

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La crisis de Ucrania otorga relieve, en las relaciones internacionales, al asunto clave de la energía y pone en el mapamundi la seguridad energética y sus efectos sobre la sociedad global. Cuestiones como poseer o no recursos energéticos, tener o no capacidad de adquirirlos y la naturaleza de los socios energéticos se tornan fundamentales para garantizar el abastecimiento y la competitividad. Más aún cuando hay una revolución en curso en lo que a la energía se refiere. Tal y como recogen los últimos informes de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la producción no convencional de gas y petróleo promovida por Estados Unidos está cambiando la faz energética del planeta y generando dinámicas contrarias al discurso europeo de la sostenibilidad en materia de energía.

EEUU camina hacia la independencia energética con una narrativa de poder duro que se sustenta en la extracción no convencional de gas y petróleo a través de los procesos de fractura hidráulica (fracking). Se calcula que entre los años 2016 y 2020 será el primer país productor de petróleo, y que entre el 2020 y el 2035 se convertirá en exportador de gas natural, aumentado su capacidad año tras año.

Y no solo EEUU, sino otros actores de gran peso, como China, practican esta técnica del fracking, que cambia por completo las relaciones de dependencia energética y la política de precios en materia de energía global. Así, por ejemplo, el carbón que EEUU ya no consume tiene como destino principal la Unión Europea, lo que complica el objetivo de reducir las emisiones de CO2. El nuevo escenario permitirá a EEUU no solo dominar comercialmente, desde un perspectiva asimétrica favorable, las relaciones energéticas globales, sino incrementar su competitividad al reducir en gran manera los costes derivados de la energía, y le facilitará (junto a otras razones) la disminución de su gasto militar, ya que su hegemonía en este terreno ya no será tan necesaria. Por ejemplo, disminuir de forma notable su presencia en Oriente Próximo es una opción que ya está en marcha y que plantea un interrogante a quienes se benefician del control que ejerce Washington en la zona. Quizá ahora descubriremos que, de acuerdo con la AIE, EEUU solo importaba entre un 5% y un 10% del petróleo iraquí y que uno de los principales importadores de crudo de ese país es Europa.

La UE -y particularmente España- deben reaccionar y adaptarse a este escenario cambiante. En materia de energía no hay lugar para los debates políticos: deben primar sin duda alguna los de naturaleza científica y los que abordan la cuestión determinante de la competitividad. En la UE se ha producido un cambio de perspectiva, ya que si bien Bruselas no renuncia al discurso de poder blando de las energías renovables, la Comisión Europea ha dejado deliberadamente sin regular el fracking, dejándolo al libre albedrío de los estados miembros.

En Europa, quien sin duda se sumará a esta técnica, en combinación  con los procesos de extracción convencionales, será Noruega, ya que cuenta con reservas significativas no convencionales de gas y petróleo. Otro país que con seguridad explotará esta técnica será el Reino Unido, concretamente Inglaterra, donde las prospecciones muestran la existencia de enormes reservas de gas no convencionales. Estos dos casos constituyen buenas noticias para la UE en orden a reducir su dependencia energética de Rusia. Y podrían representar también buenas noticias para España porque habría dos corredores europeos de aprovisionamiento: uno en el norte, conformado por el Reino Unido y Noruega, y otro en el sur, España-Argelia, reforzados ambos por las previsibles exportaciones de gas procedente de EEUU.

España no puede dejar escapar la oportunidad de canalizar el gas que se produce en Argelia, y debe explotar sus propios recursos convencionales y no convencionales. Según un estudio de este año de la consultora Deloitte, si esto se produjera España podría pasar de importadora a exportadora de gas en el 2031, generando una ingente actividad económica muy positiva para nuestro bienestar. Debe ser evidente para nuestras autoridades la promoción de todas las actividades de fracking y/o de prospección petrolífera con expectativas de éxito, como por ejemplo en Canarias.

Es indudable que estas y otras actividades, como la energía nuclear, generan un debate político, que no científico, en Europa y en España. Pero me temo que no podemos detenernos en tales consideraciones políticas. Se trata de competir y aplicar a nuestras políticas energéticas criterios científicos y económicos, generando un modelo energético eficiente y de aprovisionamiento diverso (en cuanto a fuentes y en cuanto a socios). Es la energía, estúpido.