Catalunya: certezas e incertidumbres

Estábamos avisados. Se había anunciado que los dirigentes del PP, con Rajoy a la cabeza, frecuentarían Catalunya con el objetivo de apagar la llama del soberanismo. Este último fin de semana hemos asistido a un primer desembarco. Y han hecho lo que mejor saben hacer: echar gasolina al fuego. Si alguien esperaba propuestas atractivas, se encontró con insultos, amenazas y una muestra insuperable de opacidad y funambulismo político con el secuestro de la publicación de las balanzas fiscales.

Tanta miopía no es atribuible a falta de inteligencia o deficiente capacidad técnica. Quizá no sobra, pero no es esa la cuestión. El problema real es que están atrapados en su propia red. En los últimos 20 años han elaborado el sentimiento identitario españolista; dogmático, esencialista y uniformista. Este nacionalismo y el proyecto faraónico del Gran Madrid han cohesionado la acción de las élites políticas, empresariales y mediáticas españolas.

Pero la crisis ha descompuesto el sueño y la criatura se ha descontrolado. Hoy Rajoy está más preocupado por la renovada competencia de la derecha más dura y españolista que por hacer políticas de Estado en Catalunya. Y no las hará. La derecha neofalangista marca la agenda política arrastrando a un PP que también arrastra a un PSOE atenazado por el áspero jacobinismo del socialismo castellano y meridional. La situación es de crisis sistémica. Y en estas condiciones no es imaginable una regeneración política que permita renovar el modelo económico y reconocer el carácter plurinacional del Estado. No hace falta una gran capacidad de análisis para concluir que esto ya es una certeza. Por esta razón no debe sorprender que muchos ciudadanos catalanes ya encuentren más atractiva la incertidumbre de la independencia que las certezas de la dependencia.