Reconocimiento a una figura esencial de la literatura

La lucidez de Piglia

La esclerosis lateral amiotrófica impidió al gran autor argentino recoger ayer el premio Formentor

El austero espacio de trabajo del autor argentino.

El austero espacio de trabajo del autor argentino.

ELENA HEVIA / FORMENTOR

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El primer premio Formentor lo recibió en el año 1961 Jorge Luis Borges.El último, concedido ayer tarde, fue para Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1941), para algunos el mejor escritor argentino después del autor de El Aleph. Piglia no pudo viajar a Mallorca porque su estado de salud se lo impide. La pasada primavera vinieron los síntomas iniciales y a principios de este año le detectaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad que ha podido restarle fuerza a su cuerpo pero no a su mente, como bien recordaba ayer su agente y amigo Guillermo Shavelzon, uno de los encargados junto a su editor Jorge Herralde y el escritor y presidente del jurado, Basilio Baltasar, de hablar por él. De evocarle, no al pie de la tumba, sino en el perfecto ejercicio de sus mejores trabajos. «Hace 15 días su estado era alarmante pero una medicación milagrosa ha logrado estabilizarle», explicó su editor.

Herralde fue así el encargado de leer el texto escrito por el autor desde Buenos Aires, donde tras haber acabado la reescritura de los tres volúmenes de sus diarios se dedica a calcular sus fuerzas para entregarle a su editor sus cuentos completos. Con su característico humor, Piglia inició así su discurso, Las afecciones y aficiones de la literatura: «Siento no poder estar esta noche con ustedes,estoy un poco embromado de salud, nada grave, solo tengo algunas dificultades para movilizarme, lo cual no ha hecho más que agudizar mi tendencia a no salir de casa». Sus míticos diarios, cuyo primer volumen acaba de aparecer y que su editor considera su indiscutible obra maestra, sirvieron de leitmotiv de un discurso que se resistió en todo momento a caer en el dramatismo. La nota de esperanza vino de parte de su nieta, Carlota Pedersen, que recogió el premio en su nombre. «Los nietos nos permiten saltarnos una generación y todo es entonces más fluido, y he mantenido con Carlota dialogos extraordinarios», recordó el autor en su texto.

Basilio Baltasar destacó la vertiente ensayística del autor y su particular habilidad para introducir esa forma en sus novelas.  «Es verdad que la novela tiene la cualidad de engullirlo todos los géneros literarios pero él ha demostrado una cualidad especial para integrar el pensamiento ensayístico en la narrativa». Para Baltasar, Piglia demuestra la «capacidad de la novela para resucitar una y otra vez».

Es escritor de cocción lenta, como lo describió Herralde, que le atribuyó el síndrome de Monterroso, para el que la elaboración de una novela o un cuento podía durar años y años: «En sus diarios se ve como el cuento Invasión tuvo una elaboración de varios años. Ese tiempo dedicado a la escritura que se salda con tan solo cinco novelas explica lo minucioso y autoconsciente que es».  Y añadió Shavelzon que al escritor le molestaba particularmente  publicar más de la cuenta. «No quiero que se me recuerde como una especie de sello», suele decir.

UN BUEN  LECTOR / Otras de las cosas elogiadas ayer fueron su excelencia como lector, su capacidad para redescubrirnos lecturas fundamentales -« tiene la habilidad de hacer que nosotros los lectores sintamos que estamos descubriendo eso por nosotros mismos», aseguró Shavelzon- y su amor por la novela policiaca que ha teñido toda su obra. Herralde recordó cómo en los años 70 compraba en el Drugstore de Paseo de Gràcia las novelas de la editorial Tiempo Contemporáneo, que publicó grandes obras del género negro, sin saber que tras ella estaba como editor la mano de Piglia. «El detective suele ser sagaz y escéptico, dos características que definen su visión», dijo Baltasar. «También es aquel que escudriña lo que el ojo normal no ve», aportó Herralde.

Siendo argentino, es inevitable que la figura de Borges revolotee sobre la valoracíón del autor. Se sabe que sus referentes fueron otros, Roberto Arlt, por ejemplo, o Gombrowicz, que por cierto también recibió el Premio Formentor. Pero  Borges siempre es inevitable y se filtra en los recuerdos de Piglia y en su diario. «Piglia tenía tres años,todavía no sabía leer pero hacía ver que sabía con un libro al revés. Un hombre le llamó la atencion sobre eso. Y él imaginó, le gustaba imaginar que era Borges», contó Shavelzon.

Mucho años más tarde, un jovencito Piglia, sí tuvo un encuentro verdadero con el autor. Fue en una discusión sobre un cuento de Kipling. Piglia le llamó la atención a Borges sobre una imperfección en su final y Borges, pensativo, le preguntó: «¿Usted debe de ser escritor?».

Con esa idea, la certeza temprana de su vocación, confirmada gracias a la reescritura de sus diarios, acabó ayer el discurso de aceptación del premio.  Y también con una gran carcajada, la del que echa la vista atrás y se da cuenta de que la vida tiene un tono de comedia. «Fueron estos años de mi vida los que consiguieron el toque de humor que andaba buscando... Por eso, tal vez, los voy a llamar mis años felices».