CRÓNICA
Editors, después del 'revival'
El grupo británico se mostró en buena forma en la presentación de 'Violence' en Razzmatazz
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Supervivientes de aquella ola de rehabilitación pospunk de la década pasada, Editors corrían el peligro de entrar a su vez en un bucle nostálgico, en un ‘revival’ del ‘revival’, pero su nuevo disco, ‘Violence’, pone a la banda en un digno lugar. Y la mezcla de ese material con lo mejor de su obra pasada explica el ambiente de euforia que se respiró este jueves en Razzmatazz.
La sala que casi siempre les ha acogido en Barcelona lució llena, un poco inesperadamente, para acoger una propuesta que, después de una década larga y más que nunca, combina oscurantismo con exaltación rítmica, guitarras y electrónica, siguiendo en cierto modo (aunque al revés) la evolución de una banda de referencia como es Depeche Mode. Ahí estuvo el perfume gótico de una de sus mejores canciones de estreno, ‘Hallelujah (so low)’, que abrió la noche ante un público de perfil generacional, fans en la treintena para los que Editors quizá sean tan importantes como Echo & The Bunnymen, New Order o incluso The Cure para la quinta anterior.
Majestuosidad seca
El grupo parece haber superado la marcha, en el 2012, de su guitarrista Chris Urbanowicz y en su formato de quinteto, con la incorporación del teclista Elliott Williams, desplegó esa majestuosidad seca, de rictus severo y emotividad mantenida a raya, que tan bien ejemplifica su cantante, Tom Smith. Repertorio equilibrado entre sus seis discos, con ramalazos de épica en ‘A ton of love’, muy U2 hay que decir, la paladeable introspección de la secuencia que condujo de ‘Violence’ a ‘No harm’, y un tramo central de ‘hits’ primerizos que puso el local del revés: ‘Blood’, ‘Munich’ y ‘An end has a start’, con su urgencia angustiosa y sus silueteados de guitarra.
Otra de las caras de Editors, la de suministradores de atmósferas opresivas, la capitalizó Smith con su vozarrón en ‘In this light and on this evening’, enlazada con uno de los momentos más álgidos, ese ‘Eat raw meat = blood drool’ de trayecto serpenteante y trazos robóticos. Las modulaciones del sonido del grupo a lo largo de los años jugaron a favor del concierto, donde la dureza pospunk de sus inicios, muy deudora de los artistas de cabecera del género, dio paso canciones recientes de aspecto más libre, como ‘Nothingness’, sobre una elasticidad ‘funky’.
Otras piezas de ‘Violence’, como la invasiva ‘Magazine’, se hicieron con un lugar en un tramo final dominado por cartas seguras como ‘The racing rats’ y un ‘Papillon’ que incendió la sala a golpe de synth-pop deudor de Dave Gahan y compañía. A base de procesar enseñanzas de sus mayores, Editors han llegado a acumular un capital que pueden lucir con moderado orgullo.
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