Director

«El cine debe buscar belleza en la fealdad»

El director italiano Paolo Sorrentino, en el rodaje de 'La gran belleza'.

El director italiano Paolo Sorrentino, en el rodaje de 'La gran belleza'.

FERNANDO GRIMALT
MADRID

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En su nueva película, La gran belleza, estrenada ayer, el cineasta italiano mezcla lo real, lo soñado y lo fantaseado para retratar a un escritor en plena crisis creativa y existencial. A través de una colección de exuberantes episodios llenos de humor satírico y melancolía, y citando varios clásicos de la obra de Fellini -sobre todo La dolce vita, pero también Roma y -, Sorrentino nos lleva asimismo de apasionante paseo por la Roma más sublime y por la más patética.

-¿Qué papel juega la búsqueda de la belleza en su trabajo?

-Es esencial. La labor del cine es encontrar la belleza, pero no la que se encuentra en lugares obvios. Debe buscar en sitios donde uno necesariamente no busca, incluso en la fealdad. Eso he intentado con La gran belleza. Roma es un escenario perfecto para ello, porque encarna perfectamente aquello que dijo Napoleón: que de lo sublime a lo patético hay solo un paso. Roma es increíblemente hermosa, pero también muy fea.

-¿Qué es la fealdad para usted?

-La falta de ternura, en las personas y en las relaciones humanas.

-¿Por qué los italianos están tan obsesionados con la belleza?

-No lo sé, pero es cierto que lo estamos. Y a la vez somos increíblemente capaces de echarla a perder, o de no saberla ver. Por ejemplo, paseo por la calle y no hago más que ver mujeres que se han pasado con el bótox o se han operado. Me parece que tras esa incapacidad para aceptar tu cuerpo y el paso del tiempo hay mucho dolor y tristeza.

-Precisamente, el miedo a envejecer atormenta al protagonista de la película, Jep (Toni Servillo) . Pero él tiene 56 años y usted solo 43. ¿No es un poco pronto para eso?

-Creo que uno siente esos miedos a mi edad. Cuando ya eres viejo no piensas más en ello. Yo me paso el día calculando cuántos años y cuántos días me quedan. Siempre ha sido así. Recuerdo que, de niño, me sentí muy deprimido cuando mi madre me explicó que posiblemente viviría unos 100 años. Me pareció poquísimo. En todo caso, lo que a Jep le atormenta no es tanto envejecer como desaprovechar su tiempo, su talento y sus oportunidades. Eso es algo muy italiano.

-¿Desaprovechar las oportunidades? 

-Sí. Italia ofrece magníficas oportunidades, pero la gente no las aprovecha porque está muy ocupada pasándolo bien, o dormida. Los italianos adoptan una actitud muy infantil ante los problemas: creen que si les dan la espalda, es como si no existieran.

-¿Explica eso la pintoresca vida política del país?

-Obviamente. Fue esta actitud la que mantuvo en el poder a Berlusconi. En lugar de discutir el estado del país en el Parlamento se dedicaba a montar fiestas. Y, por su culpa, la vulgaridad, la desfachatez y la falta de modestia se han convertido en una forma aceptada de entender la vida.

SEnDLa gran belleza ha sido comparada con La dolce vita y otras películas de Fellini. ¿Le molesta?

-Me halaga, pero no he tratado de imitarlo. Lo que pasa es que su cine ha influenciado a todos los directores italianos actuales: La dolce vita es una obra maestra, y las obras maestras alteran nuestra forma de sentir y de percibir el mundo. Esa película lleva muchos años dentro de mí.

-¿Le afecta lo que se diga o se escriba de usted?

-No pienso en los demás cuando hago mis películas. No porque sea un arrogante, sino porque si condicionas tu trabajo a la reacción que esperas obtener del público te estás traicionando a ti mismo. Mientras mis películas me gusten a mí, me doy por satisfecho. Soy cada vez más egoísta.