"Seguimos viviendo, simplemente"

Soldados franceses junto al Hyper Chacher.

Soldados franceses junto al Hyper Chacher. / ISL/CHM

EVA CANTÓN/PARÍS

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No hay ni rastro de los impactos de bala. La fachada se ha pintado de blanco, los estantes se han ampliado y reorganizado e incluso el personal es nuevo. De no ser por los soldados que custodian el exterior, nada haría pensar que el supermercado Hyper Cacher de la Puerta de Vincennes de París fue hace un año el escenario apocalíptico de la deriva mortal de Amédy Coulibaly, el yihadista que entró armado hasta los dientes tomando como rehenes a los clientes de la tienda judía en la que murieron cuatro personas.

En las inmediaciones hay flores, mensajes y fotografías que recuerdan a las víctimas, cuyos nombres figuran grabados en una placa conmemorativa que el presidente François Hollande descubrió este martes para honrar la memoria del atentado antisemita cometido dos días después del ataque contra ‘Charlie Hebdo’.

Los vecinos de este barrio tranquilo situado al sureste de la capital siguen haciendo sus compras en el súper. Se niegan a cambiar sus costumbres por unos “descerebrados”, aunque no olvidan ni el sonido de las sirenas, ni las imágenes del escaparate trufado de balas que transmitieron en directo las televisiones durante el asalto de las fuerzas especiales de la policía.

“Pero estamos aquí. Seguimos viviendo, simplemente”, decía Mazal al diario ‘20 minutos’. Otros vienen a propósito para demostrar su solidaridad. Un acto de militancia. Como Henri, que vive en el distrito 8 de París y va dos veces por semana a llenar su carrito. Dice no tener miedo. Algunos confiesan un ritual cargado de simbolismo. “Yo tomo café cerca del Bataclan y vengo aquí a hacer la compra”.

El miedo de los judíos

En la zona todos conocen la angustia de quienes vivieron de cerca o de lejos la toma de rehenes, las dudas de muchos judíos que se plantean dejar Francia para instalarse en Israel. Como Noémie, que ese 9 de enero se escondió en la cámara frigorífica del sótano con otros cinco clientes para escapar de Coulibaly.

Allí esperó el asalto de la policía durante cuatro horas infinitas. Esta enfermera de 28 años tiene todavía secuelas: le cuesta coger el metro, retomar la vida normal, trabajar. Cuenta cómo los atentados del 13 de noviembre reavivaron sus miedos.

“Era capaz de ir sola en el autobús, ya no tenía pesadillas pero, de repente, fue como si el mes de enero volviera a empezar”, relata.  Hija de judíos tunecinos practicantes, baraja ir a Israel donde vive su hermana mayor. “Ya no me siento segura aquí. Los judíos somos un objetivo en un país que en sí ya es objetivo de los terroristas”, argumenta.

Humor para vencer el miedo

Otro de los rehenes, Yohann Dorai, ha relatado en un libro las horas de angustia pasadas en esa misma cámara frigorífica en la que estaba Noémie. Dorai ha optado por el humor para exorcizar sus miedos. Reír para no dejarse vencer por el pesimismo. 

“Duermo una media de dos horas y cualquier ruido fuera de lo normal en la calle me sobresalta. Me gustaría que mi testimonio sea un ejemplo para otros. En el caos más total, la risa y el buen humor pueden ser una barrera contra el desánimo”, dice en ‘Le Parisien’.

Fue Lassana Bathily, un joven maliense empleado del supermercado, quien escondió a los rehenes en ese frigorífico convirtiéndose en una suerte de “héroe”. Bathily obtuvo la nacionalidad francesa como recompensa a su gesto durante ese dramático 9 de enero. Hoy ha creado una asociación y trabaja en la periferia de París.