Análisis

Las movilizaciones de una nueva generación

ABEL GILBERT

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El Brasil de los últimos 30 años reconoce dos grandes momentos en los que la sociedad se volcó a las calles y puso en relativo aprieto al poder político. Primero, en 1984, el movimiento a favor de elecciones, conocido comoDirectas, ja!(directas, ya!), que reunió a la naciente izquierda del Partido de los Trabajadores (PT, hoy en el poder) con las agrupaciones que habían atravesado, con mayor o menor grado de complicidad, el régimen militar. Ocho años después, la petición popular de un enjuiciamiento al presidenteFernando Collor de Melho,involucrado en un escándalo de corrupción, se expresó masivamente en el espacio público. Desde entonces, los brasileños han sido reacios a pronunciarse más allá del voto y las encuestas.

Pero, de repente, algo ha sucedido. Miles de jóvenes, educados en las redes sociales, indiferentes a las formas de representación políticas tradicionales, de las que ya es arte y parte el PT, salieron de sus hogares, en su mayoría de clase media, para cuestionar a los gobernantes. El aumento del precio del transporte ha sido el argumento principal. Con el paso de los días, las consignas se fueron ampliando. La exigencia de un uso eficaz y transparente del gasto estatal, de una nueva moral pública, terminó por apuntar a los modos con los que el Gobierno de la presidentaDilma Rousseffha organizado el Mundial 2014.

Clovis Rossi, uno de los más agudos columnistas deFolha de Sâo Paulo, recordó ayer que Brasil «no es un país de salir a las calles salvo en los Mundiales». Que lo haga ahora, «en masa, y para protestar también contra las obras de la Copa, aturde a cualquiera».Gilberto Carvalho,secretario general de la presidencia, es uno de los asombrados: «Sería pretencioso decir que comprendemos lo que sucede. Tenemos que tratar de entender la complejidad. Son nuevas formas de movilización, que los de las generaciones del 70, 80 y 90 desconocemos», dijo en Facebook.

«El pueblo, unido, no necesita partido», se ha gritado. Según Datafolha, el 84% de los que protestaron en la capital paulista no tiene siquiera preferencia partidaria de cara a las presidenciales del 2014.Gabriela de Mattos Machadotiene apenas 17 años y es una de las organizadoras del Foro de luchas contra el aumento de los pasajes del transporte público en laciudad maravillosa. Estudiante de teatro y activista virtual, está sorprendida por el crecimiento de las protestas. «Para nosotros ya es una victoria ver a Río de Janeiro levantándose de esa manera».

La presidentaDilma Rousseffno es, por ahora, el blanco aislado de las protestas. Ni siquiera la fuente principal del malestar. Pero tampoco es inmune a lo que ocurre. Por lo pronto, los analistas y encuestadores encuentran una contradicción entre los niveles de popularidad deRousseffy la magnitud de las manifestaciones. «¿Hay una mayoría silenciosa?», se ha preguntadoRossi.

Rémoras de la dictadura

El horizonte de los que han salido a las calles es tan amplio como etéreo. Acostumbrados en los últimos años a escuchar las palabras «Brasil potencia», muchos quieren que el Estado provea un bienestar que sintonice con esa definición. Otros quieren que Brasil deje atrás todas las rémoras de la dictadura. Una de ellas es la Policía Militar, que ha reprimido con saña inusual. No faltan los desencantados con el PT. La decisión del gran partido de la izquierda de ceder la Comisión de Derechos Humanos del Congreso aMarco Feliciano,un pastor evangélico de sonadas declaraciones racistas y homofóbicas, se convirtió en un trago indigesto.

El expresidenteLuiz Inácio Lula da Silva,forjado en las luchas de los años 80, también tuvo algo que decir desde su página de Facebook. «No existe problema que no tenga solución. La única certeza es que el movimiento social y las reivindicaciones que tienen no son cosa de la policía, sino de la mesa de negociación». Quizá lo que irrumpe en Brasil es una generación de relevo a aquella que ha transformado el país y sacado a millones de personas de la pobreza. Por lo pronto, la Fiat decidió retirar de la televisión la publicidad creada para la Copa Confederaciones. «Ven a la calle» no sirve, a estas alturas, para promocionar automóviles.