CARA Y CRUZ DEL PASADO TURCO

La gloria de Galípoli

La batalla encumbró a Mustafa Kemal, futuro padre de la patria turca

JAVIER TRIANA / ESTAMBUL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"¡No os ordeno luchar, os ordeno morir!". La arenga militar podría estar sacada de un medido guión de Hollywood. Sin embargo, la esculpieron los labios de un joven Mustafa Kemal -el futuro Atatürk-, uno de los oficiales a cargo de la defensa otomana del estrecho de los Dardanelos en la Batalla de Galípoli, durante la primera guerra mundial y de la que ahora se cumple el centenario. Dignatarios extranjeros de los países implicados lo conmemoran desde ayer en Çanakkale, la ciudad más grande de la región: el príncipe Carlos de Inglaterra, el primer ministro de Australia, Tony Abbot, y el de Nueva Zelanda, John Key, además de, entre otros muchos, el presidente anfitrión, Recep Tayyip Erdogan.

«Mustafa Kemal condujo a su destacamento hasta esta colina en la mitad del tiempo que habitualmente se necesitaba», señala una guía durante una visita por los lugares del combate. Mantener la posición en aquel alto --cercano a la localidad turca de Seddülbahir-- era capital para repeler el embate de los aliados: franceses, británicos, neozelandeses y australianos. Fue entonces cuando el futuro líder pronunció aquel discurso que en Turquía es ya leyenda y que coronó sentenciando: «¡En el tiempo que nos tome morir, los refuerzos podrán ocupar nuestro lugar!».

Los otomanos mantuvieron la plaza, a pesar del empuje del desembarco aliado iniciado el 25 de abril de 1915, y Kemal no perdió la vida en el intento. En uno de los lances del combate, el reloj que llevaba en el bolsillo de la chaqueta, justo a la altura del corazón, paró un pedazo de metralla que podría haber acabado con el futuro padre de la patria.

La batalla, conocida en Turquía como la de Çanakkale, fue una de las más cruentas de la Gran Guerra (medio millón de personas entre muertos y heridos), con una concentración de proyectiles de hasta 6.000 piezas por metro cuadrado en algunos lugares, según los documentos que se conservan en el Museo de la Guerra Salim Mutlu, en la vecina Alçitepe. El fragor de la batalla era tal que algunas de las balas disparadas por el bando otomano se fusionaron con las que se dirigían en sentido contrario. El propio museo expone una docena de estas. El Museo Militar de Çanakkale asegura que las posibilidades de que esto suceda son de una entre 160 millones.

Miles de turistas turcos visitan la zona cada semana, muchos de ellos a bordo de autobuses que los ayuntamientos de sus localidades fletan gratuitamente para dar a conocer su versión de la historia, herramienta de seducción al votante, en pleno año electoral en Turquía.

«Espero que Çannakale sea un ejemplo para que el mundo convierta el dolor común en una herramienta de amistad y paz», pidió Erdogan durante las celebraciones, que se prolongarán a lo largo de este sábado. La conmemoración desde un día antes al del centenario ha levantado ampollas en el lado armenio, que han visto en el gesto una maniobra para eclipsar el centésimo aniversario del inicio de las deportaciones que acabaron con alrededor de un millón de armenios en los estertores del Imperio otomano.

OPERACIÓN NAVAL

El ataque a los Dardanelos, iniciado con una fallida operación naval el 18 de marzo mal calculada por Winston Churchill, por entonces Primer Lord del Almirantazgo, buscaba aprovisionar de armamento al imperio Ruso. Pero los buques británicos y franceses no lograron superar esa primera barrera, en un momento en el que el Ejército otomano contaba con influencia, armamento y ayuda de sus aliados alemanes y austro-húngaros.

En una batería cercana a Kilitbahir, en la parte más angosta de los Dardanelos, apenas kilómetro y medio entre Europa Asia, servía el cabo Seyit. Con solo tres hombres a su servicio por las bajas causadas por el ataque aliado y el mecanismo para suministrar proyectiles averiado, hubieron de cargarlos a mano. El esfuerzo sobrehumano mereció la pena cuando uno de esos cañonazos hundió un buque enemigo. Aunque el discurso patriótico difunde esa versión, al parecer el impacto de la bala coincidió con la explosión de una mina golpeada por el acorazado. Ganaron una importante batalla, pero perdieron la guerra.