El archipiélago

Corrupción y pobreza

Filipinas tiene una economía al alza pero persisten la miseria y el latrocinio endémico

Imagen aérea de las casas completamente arrasadas de Tacloban, ayer, tras el paso del tifón 'Haiyan'.

Imagen aérea de las casas completamente arrasadas de Tacloban, ayer, tras el paso del tifón 'Haiyan'.

ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN

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Los 100 millones de filipinos están tan acostumbrados a los tifones como a la corrupción. La población de la colonia que España perdió en 1898 padece el latrocinio endémico de sus clases dirigentes. Decenas de miles de filipinos se manifestaron en agosto contra el penúltimo capítulo de corrupción.

Las redes sociales organizaron la llamada Marcha de un millón de personas contra la estafa sobre los Fondos Prioritarios de Ayuda al Desarrollo. Para fomentar estos, cada senador recibe 200 millones de pesos (3,3 millones de euros) del Estado, y cada diputado, 70 millones de pesos (1,2 millones de euros).

La Oficina Nacional de Investigación señaló que cinco senadores y 23 diputados destinaron parte de sus fondos a falsas organizaciones no gubernamentales para proyectos inexistentes durante la década pasada. El presidente, Benigno Aquino III, prometió reformar un sistema plagado de corrupción y apuntó a su predecesora, Gloria Macapagal Arroyo, acusada de corrupción y sabotaje electoral.

Filipinas recibe una puntuación de 34 en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, en el que el 100 representa la limpieza absoluta de un Gobierno. Ello le sitúa en el puesto 105 de 174 países.

Atracción turística

Pocos objetos simbolizan mejor la corrupción gubernamental como los armarios de Imelda Marcos, esposa del exdictador Ferdinand. El matrimonio huyó en 1986 abandonando el epítome de sus dos décadas en el poder: 1.220 pares de zapatos en un país donde muchos van descalzos. Corazón Aquino, la líder democrática que los relevó, los expuso en el palacio presidencial para subrayar el pasado.

La mayor parte de los pares están rubricados por las más lujosas marcas del planeta (Christian Dior, Ferragamo, Chanel, Prada) y el conjunto fue calculado en unos 10 millones de dólares por Christie's y Sotheby's cuando en el 2005 se interesaron por subastarlos.

Las frágiles cajas de cartón permanecían en una sala cerrada con llave y fueron presa fácil el pasado año de las inundaciones durante las lluvias tropicales. Varios centenares de sus zapatos ya fueron a parar en el 2001 a un museo que se convirtió en uno de las mayores atracciones turísticas del país, donde los visitantes suelen preguntarse si Imelda tuvo tiempo para estrenarlos todos

El matrimonio Marcos nunca escondió sus excentricidades. Compró al contado lujosas propiedades en Nueva York, como el Crown Building (solo desdeñó el Empire State porque «era demasiado ostentoso», aclaró Imelda), coleccionó obras de Michelangelo o Botticelli y acumuló gemas y brillantes a granel. La aduana estadounidense les encontró 24 maletas con lingotes de oro y los bolsos repletos de joyas tras huir de su país. El Gobierno de Filipinas ha conseguido recuperar 2.240 millones de dólares de lo robado por los Marcos y sus compinches, una minucia comparado con la suma total: entre los 5.000 y 10.000 millones. Ferdinand Marcos murió en el plácido exilio hawaiano en 1989. Imelda regresó y hoy, sin haberse arrepentido, forma parte de la política.

La renta per cápita de 4.500 dólares sitúa a Filipinas en el puesto 165 de países del mundo. La pobreza del país (un 27,9% de la población, según el Banco Mundial) ha empujado a cinco millones de filipinos al exilio. Pero la economía nacional suma signos optimistas sobre su recuperación: su crecimiento es el segundo más alto de Asia (solo superada por China), la bolsa acumula subidas potentes y el país ha pasado de deudor a acreedor en el Fondo Monetario Internacional.

«Lo que molesta, desalienta, desilusiona y solidifica el masivo desacuerdo con las presuntas décadas de mal uso de fondos públicos, en un país como Filipinas, son las oportunidades completamente perdidas por esta corrupción», comenta en una web de exiliados filipinos Diane Desierto, profesora de Derecho de la Universidad de Hawái.