DECISIÓN CONSECUENCIA DE UN FALLO JUDICIAL

Butifarra del 'llangonissaire'

El dueño de Casa Sendra cierra después de que el TSJC le impida usar el disitintivo longaniza de Vic El producto de la empresa, de 165 años, es reconocido como un embutido de gurmet

Orgullo 8 Arboix posa con algunas longanizas en el 2006.

Orgullo 8 Arboix posa con algunas longanizas en el 2006.

AGUSTÍ SALA
BARCELONA

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Hoy no habrá matanza en el matadero de Ripoll (Ripollès) donde se sacrifican los cerdos para la longaniza de la vigatana Casa Sendra. Tampoco dentro de una semana ni ningún otro martes. Pau Arboix, el propietario de esta marca de 165 años, ha decidido echar el cierre tras ganar la Generalitat ante el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) un recurso que le impide a la empresa usar el término llonganissa de Vic (llangonissa para los de Vic), reservado para las firmas inscritas con ese marchamo.

Pese a tener un negocio «con una cartera de clientes muy selecta y saneada», como él afirma, ha optado por cerrar «por dignidad». Herido en su orgullo, tras nueve años de pleitos, ha arrojado la toalla y desde ayer mismo ha colgado el cartel de cerrado por jubilación.

«Le seré sincero. Después de tres fallos favorables pensaba que este también lo sería. Pero no. Recibí la sentencia el jueves y el viernes reuní a los empleados y se lo dije en persona. No quería que se enteraran por la prensa: 'Me jubilo y cierro', les dije», explica. De hecho, esta pugna judicial le ha dañado la salud. «Han sido nueve años de calvario. Tomaba 18 pastillas al día y me han tenido que ingresar más de una vez. Tengo 71 años y no quiero que me de un infarto entre llangonisses», sentencia.

Está convencido de que su «pecado» fue desoir las peticiones de la Generalitat de que entrara a formar parte de la indicación geográfica. «Jordi Pujol, como president, fue el culpable. Con la excusa de que los catalanes teníamos que saber vendernos, primero se inventaron la denominación de calidad llonganissa de Vic y luego la indicación. Pero no me quise apuntar a esa farsa y ese fue mi pecado», agrega.

Arboix proveía cerdos a la familia propietaria del negocio, los Sendra. En 1975, las hijas de Joan Sendra y sus esposos se dedicaban a otros negocios y no tenían interés en la empresa. Fue así como llegaron a un acuerdo para que Arboix adquiriera la empresa. «Vendió su apellido. Lo quería traspasar a alguien de confianza», explica. Y durante todos estos años ha mantenido la tradición, en la que le acompañaba su hija, Anna. «Somos los más antiguos y los mejores. No más que eso, los únicos que hacemos la auténtica longaniza de Vic con solo sal y pimienta».

Para él ha sido una tortura ver que elaboran longanizas con ese sello desde una empresa con sede en California, en EEUU, hasta otra en Felanitx (Mallorca); en Boulogne, en Francia o en Aiguafreda (Vallès oriental), «que ni siquiera está en la comarca de Osona». Mientras, Casa Sendra, «que está ubicada en plena calle Jacint Verdaguer, de Vic, no puede utlilizar la denominación».

Y es que «usar el nombre Vic vende. Muchos lo ponen en la etiqueta sin tener la sede en la ciudad e incluso incluyen el escudo o un dibujo del ayuntamiento. Esto ha sido jauja», añade.

Una vez decidido el cierre, la compañía solo venderá los estocs. Calcula que tiene género hasta finales de mayo o junio, aunque el proceso se podría acelerar según como vaya la demanda.

Casa Sendra es considerado un embutido de gurmet. Tiene el premio Coq d'Or, de la prestigiosa publicación francesa Guide des Gourmands. Eso le abrió las puertas de Fauchon, en la plaza de La Madeleine de París, una de las mejores charcuterías del mundo, en la que sus longanizas se venden a 110 euros el kilo. Aquí están a unos 60.

Pero el fallo del TSJC y «el premio de 30.000 euros de multa» que le ha caído han sido demasiado para la mermada paciencia de este empresario que se autodefine como «un simple llangonissaire». Sereno pero enojado reprocha el «comportamiento criminal de algunos políticos». Y por eso ha decidido cerrar y hacer butifarra.