Un café en el quirófano

Tito Vilanova relató en 'La Marató' cómo afrontó la noticia de que padecía cáncer

Tito Vilanova, en un momento de la entrevista.

Tito Vilanova, en un momento de la entrevista. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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"Lo que hoy es importante, mañana no lo es. Nada es lo suficientemente importante, nada".Tito Vilanova estaba en la cresta de la ola, acompañado de uno de sus mejores amigos, cuando un día, no hace mucho, entró en una consulta médica y se lo encontró allí, rodeado de médicos. "Uf, nada bueno me espera", dicen que pensó. Y, sí, en efecto, Tito y su esposa Montse entraron en aquel despacho sabedores de que si Pep Guardiola y Cris estaban allí era porque la noticia no era buena. Era la peor. Pero salvable.

Tito el explicó el domingo, en 'La Marató' contra el cáncer, sin duda el mejor escenario para relatar su amarga pero dulce y sana experiencia, que lo primero que pensó fue en los suyos. En sus hijos, de 14 y 17 años, "porque aún me necesitan". Pasados los 10 meses y sanado, pensó más, mucho más: "No sé si yo hubiese soportado lo que han soportado los míos; no sé si lo hubiese aguantado como ellos aguantaron en caso de que el protagonista hubiese sido alguno de ellos. No sé, no sé".

Porque Tito estaba, está, en el lugar más placentero que entrenador alguno puede estar. En la cúspide, en el vértice, del mejor equipo del mundo, que jugaba el mejor fútbol del mundo y atesoraba la vitrina más impresionante del mundo. Y, un día, paseando por la calle pensó: con tanta gente, entre tanta gente, me ha tocado a mí.

Huir al extranjero

Y pensó en huir al extranjero, buscar refugio, tranquilidad, sabiduría, manos mágicos fuera de Catalunya. Pero antes visitó a la doctora Maria Socorro Bescós y le preguntó si tenía claro cómo y qué tenía que hacer. Y la doctora le dijo que por supuesto. Y Vilanova se quedó tranquilo. Y confió en la gente de casa. E hizo más. Rodeó de naturalidad, silencio y serenidad a la doctora, consciente de que "si alguien sabía algo, la doctora no iba a poder operar con la tranquilidad que requiere cualquier operación, pues la presión que hubiese sufrido hubiera sido insoportable".

La manera en que Vilanovanarró el domingo su experiencia en TV-3, la forma en que contó que "cuando entré en el quirófano tenía la sensación de sentarme en una terraza a tomar un café", demuestra, no solo la confianza que tenía en su doctora, sino la serenidad con la que el actual técnico del Barça afrontó el momento más duro de su vida. No es de extrañar, pues, que cuando Andoni Zubizarreta le preguntó si se atrevía con el banquillo azulgrana, el técnico dijese que sí. Y, cinco meses después, forme parte ya del álbum de oro azulgrana al protagonizar el mejor y más brillante arranque liguero de la historia del Barça.

Cuenta Vilanova que el día que supo que padecía cáncer empezó a correr y aún no ha parado, sabedor, sin duda, de que "lo que hoy es importante, mañana no lo es". Nada es lo suficientemente importante. De ahí que, cuando hace escasos días, en el primer aniversario de su operación, le preguntamos cómo se sentía, dijese algo que no dijo pero se entendió en su exposición en 'La Marató': "Solo puedo decir una cosa: cuando te ocurre algo así es cuando más necesitas a los que tienes alrededor, es cuando los tuyos no te pueden fallar, es cuando más tenemos que apretar y unirnos. Es muy necesario, mucho, que el paciente se sienta respaldado por los suyos. Y yo siempre me sentí así".

Tal vez por ello, Vilanova entró en el quirófano de Vall d'Hebrón como si fuese a tomarse un café con la doctora Bescós. Un café de cinco horas. Esas manos, las de Bescós y su equipo, gente de casa, son las que han permitido a Vilanova seguir tutelando el crecimiento de sus hijos y, como relataba su amigo Pep Guardiola, recibir más "gracias" que "felicitaciones" de la 'gent blaugrana'.