Messi se disfraza de dios

Enrabietado por la marca individual de Balenziaga, creó una jugada celestial, uno de los grandes goles de su vida arrancando desde la derecha, y firmó una obra de arte con la zurda

Messi celebra el primer gol del Barça ante el Athletic en la final de la Copa del Rey.

Messi celebra el primer gol del Barça ante el Athletic en la final de la Copa del Rey. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Pasados unos minutos iniciales de agobio, con Balenziaga torturando su tobillo, entendió Messi que era el momento de disfrazarse, una vez más, de dios. Si, pueden compararlo con el de Getafe, incluso trazar similitudes -ambos goles nacieron en galopadas desde la banda derecha-, pero son, en realidad, bien distintos. Diríase que el maradoniano gol tenía campo abierto para que Messi fuera eliminando rivales como si fueran niños. Anoche, en cambio, Messi, encerrado entre la cal y tres jugadores del Athletic (el susodicho Balenziaga, que creía ser su sombra, Beñat y Mikel Rico) parecía no haber espacio para nada.

Pero los extraterrestres no entienden de asuntos racionales. Y mucho menos de fútbol. Y si anda Messi de por medio, todavía menos. Ahí, cerca del banquillo visitante, ocupado ayer por Luis Enrique, se gestó una obra de arte, una jugada nunca vista y eso hablando de Messi son palabras mayores. No se vio al 10 parar e hipnotizar con la mirada a los tres jugadores del equipo vasco ni tampoco esa aceleración llegada desde el planeta Marte.

Pero lo mejor, y a pesar de que Mikel Rico intentó pararlo con una patada que ni siquiera pudo dar, todavía estaba por venir. Aceleró y frenó el 10. Todo en menos de un par de segundos. Con un tercio del Camp Nou -los otros dos eran del Athletic- corriendo junto a él impulsándole con la mirada, asombrados todo por esos regates eléctricos que sacudieron al mundo. Corrió y frenó como si fuera a tomarse un mate en el área de Iago Herrerín.

La bandera del tridente

Después de esa maravillosa carrera, guiado en la distancia por casi 40.000 culés que se sentían más extraños que nunca en su casa, Messi paró, regateó a Laporte y encontró una rendija junto al poste izquierdo del meta del Athletic. Regateó como Garrincha, corrió como si fuera Titi Henry y remató como Messi. O sea, una imponente obra de arte en un Camp Nou nunca visto hasta anoche. Arrancó desde la banda derecha, como el día del Getafe, y disparó genialmente con la pierna izquierda. Y ese gol de extraterrestre del 10 levantó la bandera del tridente, un trío tampoco visto nunca en el Barça.

Empezó Messi, se unió a la fiesta el generoso Suárez, quien asistió a Neymar a pesar de que podría disparar en la jugada del 2-0, y los estadísticos del fútbol se pusieron a contar. Había que ponerle cifras de otra dimensión a esos tres delanteros conectados en lo futbolístico y, sobre todo, en el rol de cada uno. Marcó otra vez Messi, marcó también Neymar. O sea, 120 goles llevan los tres esta temporada y eso teniendo en cuenta que el delantero uruguayo solo pudo debutar a finales de octubre (25, en el Bernabéu).

Los «tres pepinos», como los bautizó en su día Piqué, ya tienen el honor de ser la mejor delantera del mundo. Y no solo por esos 120 tantos repartidos entre Messi (58), Neymar (38) y Suárez (24) sino porque superan a otro tridente que tenía ese privilegio. Era del Madrid y estaba formado por Cristiano, Benzema e Higuaín. Sucedió en la temporada 2011-12 y alcanzaron un registro estratosférico, con 118 goles, que parecía inalcanzable para los demás. Pero Messi encontró unos cómplices maravillosos para anunciar a todos, incluso a aquellos que osaron anunciar su declive en el año de Tata, que nunca se fue. De extremo marcó el 1-0 y de delantero centro, del siglo pasado, firmó el 3-0. Montó Leo una fiesta en su casa e invitó a fútbol.