LA RONDA ESPAÑOLA

Contador muestra ante Froome que 'el Pistolero' ya ha vuelto

El ciclista madrileño triunfa en la etapa reina de la Vuelta y se consolida en la general

Contador celebra su victoria en la etapa reina de la Vuelta, ayer.

Contador celebra su victoria en la etapa reina de la Vuelta, ayer.

SERGI
LÓPEZ-EGEA

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El Pistolero ha regresado. Ya dispara otra vez su ficticio tiro de gracia. Ya se coge el jersey de líder cuando cruza la línea de llegada en la meta de una gran etapa de montaña, la reina, la mejor, donde solo podía triunfar un patrón, el que está al frente de la general de una Vuelta que, desde ayer, Alberto Contador tiene un poco más amarrada.

Sintió Contador en las más duras cumbres asturianas un cosquilleo que lo devolvió a las cuestas del Dauphiné. Se notó inmerso en la carrera de una semana, en junio, donde decidió dar el último toque hacia el Tour, como si hubiera penetrado en el túnel del tiempo. «De repente vi al equipo Sky del Dauphiné». Porque, hasta ayer, por culpa de las condenadas caídas, el duelo de la temporada, Contador-Chris Froome, solo se había escenificado en esa carrera. Y, en Francia, a apenas un mes de la grande boucle. Contador solo consiguió aguantar los terribles demarrajes de Froome. ¡Aguantar ya era mucho! Soltarlo, imposible.

CAMBIO DE BICI / A Contador (subida a San Lorenzo, la penúltima de ayer, antes de la llegada final a La Farrapona, en el límite de Asturias con León, entre la minería y la ganadería) la acción del Dauphiné lo devolvió al pasado. Allí vio que ese temor que tenía sobre Froome -desde la salida de Jerez lo ha considerado su principal amenaza- podía ser una realidad. Por eso, llevaba días mirando atrás constantemente. Froome era como el Cid, que ganaba en la imaginación de la Edad Media batallas después de muerto. Se soltaba y se enganchaba, desaparecía en la entrada de la curva y a la salida ya lo tenía a un suspiro. Increíble. Desesperante.

Por eso, el domingo, en los Lagos de Covadonga, cada vez más legendarios que duros, se quejó de que sus dos rivales españoles, todos a la greña, todos a lo suyo, Alejandro Valverde (que ayer salvó la segunda plaza por tres segundos) y Purito Rodríguez no se aliaran con él para noquear al británico. «Llevaba días repitiendo que no nos podíamos fiar de Froome», volvió a decir tras bajar del podio. Ayer era el día de África, del keniata criado en Sudáfrica, del británico que solo pisa las islas en carreras y homenajes. Lo vio tan claro el ciclista madrileño que antes de iniciar la ascensión final a La Farrapona cambió de bici, más ligera que la que usó desde la salida, sin los tubulares de agua, más gruesos, que montó al principio, pues las previsiones metereológicas fallaron y en vez de lluvia hubo sol.

Contador se reintegró a toda velocidad al pelotón principal y se situó detrás de Froome. Los ciclistas lo ven, se percatan y se dan cuenta de cuándo sus contrincantes llevan buena cara, piernas sueltas, corazón acelerado. Y a 4,5 kilómetros, Froome se lanzó a por la Vuelta. Ni un metro de gloria le concedió Contador. De pie, la bici de lado a lado, sin sentarse, como había hecho en sus días de éxito, dos años (desde Fuente Dé 2012, donde sentenció la Vuelta) llevaba sin triunfar en una grande.

PILLO Y CON CABEZA / Hasta cuatro veces le aceleró Froome. ¿Y qué hacía él? Pues ser pillo y demostrar que a los puertos no solo se sube con las piernas, sino con la cabeza. Valverde y Purito ya habían cedido. El viento soplaba de cara y Contador, a veces a la izquierda, otras a la derecha solo buscaba la protección del aire, como si Froome, en vez de ser un rival, fuera el fiel gregario que lo cuidaba en plena ascensión.

«Sin levantarse me aceleró hasta cuatro veces, pero como ya lo conozco lo pude aguantar bien». A 700 metros de la meta, más fresco, Contador se fue hacia algo más que la victoria en la etapa. Y se sintió feliz... Salió victorioso del duelo que, por desgracia, no se vio en el Tour.