El 'top manta' regresa por las noches al Port Vell de Barcelona

Los vendedores ambulantes reconquistan a la carrera la pasarela del Maremàgnum cada anochecer

GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un mantero se acerca al anochecer a la pasarela del Maremàgnum de Barcelona. Sale al cruce una moto de la Policía Portuaria. “Todavía no son las nueve y media”, le recuerda el agente. Al vendedor se le escapa una sonrisa pícara. “Y, por favor, no corráis esta vez, vais muy cargados y os vais a hacer daño o vais a hacérselo a algún turista”, le pide el policía. El emigrante senegalés asiente. Justo antes de marcharse ve algo que lo indigna y señala con el dedo: es un hombre de origen asiático que está cruzando la pasarela arrastrando una maleta de ruedas. “¡Ese! ¡Ese! ¿Qué pasa con ese?”. El agente lo tranquiliza: “Ese no es un mantero, es solo un turista”.

Son las 21.25 horas. El dispositivo policial que blinda el Port Vell de Barcelona e impide el establecimiento de la venta ilegal está a punto de desactivarse. Comienza a las nueve de la mañana y doce horas y media después, las furgonetas de antidisturbios de los Mossos d’Esquadra se marchan. Los agentes de la Policía Portuaria, sin el apoyo de las unidades de orden público de los Mossos, no pueden contener a la tromba de vendedores y ni siquiera lo intentan. Cuando se van los Mossos, se van todos los demás agentes. Se levanta la veda y el Port Vell vuelve a consentir la venda ambulante ilegal.

TOMAR POSICIONES

Una hora antes del fin de la protección policial, a partir de las ocho de la tarde, diversos grupos de manteros asoman por la parada de metro de la Barceloneta -en la plaza de Pau Vila-, cargados con fardos o arrastrando maletas de ruedas, y se dirigen al Maremàgnum a través del paseo de Colón. Poco después de las nueve de la noche, la cola que forman cerca del muelle de Drassanes supera el centenar de vendedores. Esperan, con el fardo a sus pies, que se deshaga el cordón policial. Como cada día, esto ocurre a las 21.30 horas

La retirada policial libera una estampida de vendedores que luchan por un trozo de muelle, tal como han captado las cámaras de EL PERIÓDICO. Las dos zonas más deseadas del Port Vell son la esquina del Museu d’Història, bien iluminada y llena de terrazas de restaurantes, y, sobre todo, la pasarela del Maremàgnum, zona de paso que conecta el puerto con el espacio comercial. Hay discusiones entre ellos y algunas acaban entre gritos y en empujones. Algunos turistas contemplan atónitos la tensión entre los vendedores, a otros les resulta gracioso.

ADVERTENCIA POR MEGAFONÍA

En realidad tiene poca gracia, da una medida de la desesperación que atenaza a los vendedores. También de la paradoja que entraña este intercambio de 'propietarios' en el Port Vell. Durante el día, reina el orden policial y el cumplimiento de la ley. A partir de las nueve y media, la venta ilegal de material falsificado se adueña de nuevo del terreno. Poco importa que por la megafonía resuene un mensaje, también en francés e inglés, que advierte a los turistas de que comprar estos productos es ilegal y pueden ser sancionados.

A las 21.35, la pasarela ya está tapizada de sábanas que exponen bolsos de Prada, camisetas del Barça, zapatillas Nike, bisutería, palos de ‘selfie’, castañuelas, sombreros, peluches robotizados o abanicos. Todo falsificado. Incluso hay una mujer que trenza el pelo. Mientras esta cambia el peinado a una turista joven, su novio se acerca a la fotógrafa del diario para pedirle que no le haga ninguna foto a ella. No sabe justificar por qué, pero intuye que no debe de ser del todo legal. 

DIVERSA PROCEDENCIA

No todos proceden de Senegal, también hay pakistaníesindioschinos y algunos de rasgos caucásicos que parecen del este de Europa. A pesar de las riñas por el espacio, la convivencia entre ellos se restablece una vez que las sábanas delimitan con claridad el espacio que corresponde a cada uno de ellos.

En total, sobre la pasarela, y desde esta hasta la plaza de Colón, se concentran más de un centenar de manteros. En la esquina opuesta del Port Vell, se distribuye otro centenar que se queda con toda la curva interior de las terrazas de restaurantes de los bajos del Museu d'Història. Pueden vender hasta que se vaya el útlimo turista. Tienen de margen hasta las nueve de la mañana del día siguiente, cuando regresan los antidisturbios de los Mossos. 

EL PARAÍSO DEL 'TOP MANTA'

El Port Vell es un espacio que administrativamente depende de la Autoridad Portuaria, no del Ayuntamiento de Barcelona. Hace más de un año corrió entre los vendedores la voz de que esta delimitación competencial dejaba la protección de un espacio tan frecuentado por los turistas en manos de los pocos efectivos con los que cuenta la Policía Portuaria.

Se produjo un 'efecto llamada' y llegaron vendedores de otros puntos del litoral catalán cada mañana en tren, el paraíso del 'top manta'. Para desesperación de la Associació d’Artesans de Palau de Mar, integrada por los vendedores legales -que son los que pagan tasasimpuestos y las tarifas de autónomos-, que clamaba por una intervención policial que no se produjo hasta el mes de noviembre del 2015, cuando los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana de Barcelona (GUB) acordaron actuar para resolver el problema.

ALERTA ANTITERRORISTA

Con el paso de las semanas, otras urgencias, como el nivel de alerta antiterrorista, provocó que la Conselleria d’Interior retirara estos efectivos del Port Vell. Los manteros fueron regresando. Poco antes del mes de junio, volvían a contarse por centenares, casi mil. Se reactivó el dispositivo en junio. Desde entonces, los Mossos destinan 40 hombres armados con subfusil para disuadir a los manteros.

La medida tranquilizó a los artesanos, que se manifestaban cada miércoles frente al ayuntamiento para exigir que actuara. Durante el día, el dispositivo cubre la totalidad de la jornada laboral de estos vendedores, que sobre las nueve desmontan sus paradas y se marchan. Durante la noche, cuando se rompe el hechizo policial, nada detiene el fenómeno 'top manta'.