La relación entre seguridad vial y ordenación del espacio público

Cruces con trampa

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Por mucho vehículo inteligente que salga al mercado, la tecnología que más accidentes evita es el ojo del conductor. «No te he visto», se suele decir en muchas ocasiones tras un choque fortuito. La expresión, sin embargo, tiene a menudo una explicación física que trasciende al simple despiste. «No te podía ver», habría que decir en estos casos, al margen, claro está, de la posible infracción que haya generado el siniestro. El Eixample es un buen exponente de este fenómeno, con coches que alcanzan una velocidad que supera el límite permitido y numerosas bifurcaciones repletas de obstáculos que no permiten distinguir qué o quién llega por la perpendicular. Con tantos elementos por colocar en la vía pública -contenedores de basura y de obras, zona azul y verde, estaciones del Bicing, aparcamientos para motos, paradas de taxi y, sobre todo, furgonetas de reparto- ¿no sería bueno despejar la única de las cuatro esquinas que requiere un campo de visión limpio?

Un par de ejemplos para ponerse en situación. El 15 de abril, dos motoristas murieron tras impactar violentamente en la intersección de Balmes con Còrsega. Fue el peor accidente de moto de los últimos 10 años en Barcelona. Uno descendía con su Ducati a toda velocidad y con la rueda levantada y el otro cruzaba en su ciclomotor. Más allá de la conducción temeraria del primero y el ninguneo del rojo del segundo, la presencia de tres furgonetas de reparto en la esquina hizo imposible que uno viera al otro. No solo eso, otro pequeño camión en doble fila hacía que el cruce fuera de 90 grados absolutos casi hasta el lugar de impacto, anulando la forma octogonal de las manzanas de Cerdà. Casi había que asomarse para ver Balmes.

CAMBIO DE ESQUINA / El 26 de abril, un motorista resultó herido tras chocar con un vehículo en Consell de Cent con Bailèn. Un semáforo que se estropeaba a diario le jugó una mala pasada. Al verlo parpadeando, entendió que tenía verde y pasó. Lo mismo hizo el vehículo que iba de Llobregat a Besòs y el encuentro en medio del cruce dejó al motero con la pierna muy perjudicada. Idéntica historia: la presencia de la carga y descarga anuló la posibilidad de un frenazo a tiempo. Si observan la foto, verán que en el lado sur hay un aparcamiento para motos. Si el ayuntamiento lo hubiera colocado en la esquina de enfrente, quizás, y solo quizás, alguno de los dos podría haber evitado el incidente.

Manuel Haro es el jefe de la unidad de accidentes de la Guardia Urbana, y, más allá de implacable agente de la ley, es un hombre marcado por cada una de las tragedias humanas que llegan a su departamento. Quizás por eso nunca tienen un no cuando se trata de discutir sobre seguridad vial. Ante la inquietud de este diario, admite que la cuestión es «complicada» y recuerda que la mayoría de ciudades «no tienen ese ángulo de 45 grados que te permite ver la calle que cruza con claridad». Es cierto, Cerdá se encargó de evitar la forma cuadrada para que solo una de las fachadas de la manzana tuviera orientación norte y las siete restantes recibieran los rayos del sol en algún momento del día. Seguro que el urbanista también pensó que los carruajes de la época precisarían tiempo y metros para detener la marcha -entonces no había semáforos- si otros caballos, y, poco a poco, algún coche, llegaban por la perpendicular. Haro sostiene que Barcelona prioriza por «no entorpecer el giro natural en los cruces», esto es, no poner la carga y descarga en la curva para alcanzar un doble objetivo, «dar más visibilidad al peatón que tiene verde y evitar furgonetas en doble fila en el viraje que provoquen choques entre los que giran desde el primer y segundo carril».

SOLUCIÓN ORGANIZADA / En una ciudad con un pequeño comercio tan vivo, es indispensable destinar parte de la vía pública al reparto. ¿Podrían ponerse a la largo de la calle y no en la esquina? Haro no lo ve práctico, ya que los transportistas deberían descargar junto al tráfico y con coches delante y detrás. La ciudad, dice, «debe colocar servicios y darles una solución organizada», y en cuanto a la visibilidad, apunta que el hecho de no saber lo que se avecina debería ser «razón suficiente como para circular con más cuidado». Debería serlo, pero en muchos casos no lo es.

Como el propio Haro argumenta, la ciudad debe tomar medidas para evitar que los infractores sufran accidentes. Replantear el diseño de las esquinas del Eixample podría ayudar a reducir los inquietantes índices de siniestros que registra cada año Barcelona. No avistar al otro no fue la causa de ninguno de los dos accidentes aquí expuestos, ni mucho menos. Pero es cierto que entrar a ciegas en el cruce tampoco ayudó. Que los vehículos se vean no es condición suficiente para evitar una desgracia, aunque sí puede ser preventivo.