Sierra, el piloto nº 97
Miembro del equipo de realización de TV del Mundial de motociclismo, Enrique ejerce de probador de las cámaras 'on board' rodando con su BMW a velocidades de vértigo
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Cuando Enrique Sierra le dijo a su padre que Sergi Sendra, responsable de la realización televisiva de los grandes premios del Mundial, le había escogido, junto a Víctor Seguí y Eugeni de Haro, para formar parte del equipo que se encargaría de transportar la señal, las vertiginosas imágenes, de las carreras a millones de hogares de todo el mundo, papá Sierra, don Enrique, prestigioso cirujano digestivo, se sintió sumamente orgulloso.
Eso sí, papá soltó la mayor de las sonrisas cuando, semanas después, Enrique le contó que el gran capo de Dorna TV, Manel Arroyo, le sugirió que los jueves se convirtiese en piloto probador. Pero no probador de motos, no; probador de las cámaras on board. Eso a papá Sierra ya le pareció toda una conquista. Y es que papá Sierra, que hizo sus pinitos (tiene un archivo prodigioso) con su cámara de cine de super 8 en la montaña de Montjuïc -donde captó el vuelo sin alerón del Hill-Cosworth del alemán Rolf Stommelen, en el 75, cuando murieron dos periodistas y dos bomberos- conoce mejor que nadie la pasión de su hijo por las motos veloces, rápidas, poderosas. Papá todavía se acerca al quirófano con una Honda VFR-800, la misma que, de vez en cuando, le pide Enrique para seguir enganchado a la carretera.
Y es que, tras recibir el encargo de Arroyo, Sierra vio abierto el cielo. Vio cumplido el sueño de cualquier locatis de las motos: ser el piloto nº 97 de todos los grandes premios tras los 35 de Moto3, los 37 de Moto2 y los 24 reyes de MotoGP.
Y es que Sierra y su panda llegaban, incluso, a pagar tandas en Montmeló para desahogarse. Desde que supo que cada jueves de GP le cerrarían un circuito del Mundial para que diese tantas vueltas como quisiera con una BMW 1.000 HP4 de Superbikes, que alcanza, fácilmente, los 300 km/h, decidió venderse sus motos, la Honda CBR y la Yamaha R1.
Un auténtico privilegiado
Sierra, que cumple esa misión por hobby, se sentía, se siente, un privilegiado. Es el unico motard de la Tierra al que le cierran los circuitos del Mundial para dar vueltas y más vueltas con la sana intención de comprobar que la señal de las cámaras on board que al día siguiente equiparán las motos de Marc Márquez, Dani Pedrosa, Jorge Lorenzo y Valentino Rossi (a quien le acaban de instalar la nueva lente giroscópica de 180 grados) funcionan a la perfección en todos los puntos del trazado, sin agujeros negros.
«Antes, hacíamos la prueba con una scooter normal», explica Sierra. «Y, sí, funcionaba, pero en más de una ocasión, en plena carrera, que es cuando no puede haber fallos, ni uno, teníamos problemas de cobertura». Es evidente que no es lo mismo dar vueltas con una scooter que con una moto lo más parecida a la moto de carreras. «Por vibraciones, velocidad, aceleración, inclinación... Todo es una barbaridad. De ahí que surgiera la idea de hacer la prueba con una moto de verdad. Sabiendo que yo era un matado de las motos, me pidieron si me atrevía y ¡vaya que si me atreví! ¡No me puedo divertir más!»
Hasta da consejos
Ha tenido, como no, multitud de sustos (cero caídas), pues el único secreto para que la prueba sea útil es acercarse, lo máximo posible, al ritmo en que ruedan los magníficos. «Cuando te dejan solo en los circuitos donde corren ellos y ponen en tus manos una moto lo más parecida a las suyas, te das cuenta de que lo que hacen ellos, los big four, y todos los demás es de otra galaxia. Yo voy que me mató y quedó a un montón de segundos de ellos». Eso sí, en las rectas se pone a 300 km/h. La velocidad de despegue de los Boeing.
Luego, aunque no lo cuente, algunos pilotos, especialmente Pedrosa, buen amigo suyo, le pide cómo ha visto el trazado, si sigue habiendo aquel bache o aquel desnivel. Cosas de pilotos.
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