TEJIENDO EL TERRITORIO

La infraestructura verde

El AMB trabaja para integrar los espacios naturales con grandes beneficios para la metrópolis

Anna Rocasalva

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 52% de los 660 km2 del área metropolitana son espacios abiertos que conforman un mosaico agro-forestal con un gran potencial en materia ambiental, social y económica. Estos actúan como uno de los elementos vertebradores y organizadores del funcionamiento de la metrópolis y estructuran parte de su actividad y las interacciones con los centros urbanos. Por lo tanto, el AMB trabaja para poner en valor estos espacios verdes y "re-hilar" conexiones transversales entre la infraestructura gris y la naturaleza.

«En todos los municipios metropolitanos hay una voluntad de que lo verde se infiltre en el cemento urbano, y el AMB está liderando esta línea de actuación», explica Annalisa Giocoli, arquitecta del Servicio de Redacción del Plan Director Urbanístico metropolitano. En este sentido, algunos de los retos a los que se enfrenta la metrópolis a la hora de "re-hilar" espacios abiertos son, por ejemplo, la regeneración de las dunas del sistema litoral; la integración de las rieras, asegurando su función ecológica y su papel de eje vertebrador del territorio; y la preservación del espacio agrícola, para potenciar una economía sostenible y de proximidad, al igual que la explotación forestal y ganadera, que también sirve para reducir el riesgo de incendios.

«La voluntad final es poner en valor todos estos espacios verdes para permitir una conexión social con la naturaleza», aclara Giocoli. Se trata de acercar la ciudadanía a estos paisajes, mediante intervenciones que favorezcan la convivencia entre uso público y espacios naturales, de manera que los nuevos caminos públicos y los parques periurbanos permitan disfrutar del paisaje sin perturbar su funcionalidad ecológica y productiva.

LOS COLORES DEL GARRAF

Desde el punto de vista de la naturaleza, Gavà es el municipio de los paisajes porque en sus 30 km2 de superficie tiene una gran cantidad de espacios naturales diferenciados. El Parque del Calamot es un buen ejemplo de ello, ya que su biodiversidad se infiltra en el municipio de una forma harmoniosa, buscando una calidad de vida social, cultural y ambiental.

«El Parque del Calamot oxigena el límite del municipio y conecta el espacio abierto del Garraf con el sud, que son conreos y una zona industrial a potenciar», comenta Armand Ribes, Jefe del departamento de medioambiente, movilidad y protección civil del ayuntamiento de Gavà. El parque se asienta en una zona histórica, donde hubo un asentamiento íbero, y preserva la vegetación propia de los antiguos cultivos de secano. «Nos hemos preocupado de que la nueva vegetación implantada sea autóctona y muy integrada en este espacio rural», agrega Ribes.

EL DELTA DEL LLOBREGAT

Desde el Parque del Calamot se observa el delta del Llobregat, con sus vastos cultivos, hasta las áreas de pino piñonero sobre las dunas, un hábitat de preservación comunitaria prioritaria. «Aunque los pinos nos parezcan habituales, estos árboles sobre las dunas son un hábitat muy raro en Europa - explica Ribes - generan mucha biodiversidad y su presencia es inusual porque las zonas del litoral han sufrido mucha presión urbanística». El principal conector entre todos estos espacios es la Riera dels Canyars, un corredor de biodiversidad, cuya agua que baja por todo el delta cumple la función de recarga del acuífero y de drenaje de la huerta.

El reto hoy en día es dar salida a esta zona agrícola, que es una de las mejores de Europa», afirma Armand Ribes. La metrópolis de Barcelona tiene una gran riqueza agro-forestal y la mayoría de productos se consumen dentro del territorio. Asimismo, el espacio del parque agrario está protegido, y es que una de las estrategias del AMB es preservar estos suelos de calidad agrícola para conservar el patrimonio natural pero, también, para preservar una actividad económica que nos proporciona alimentos de proximidad. Desgraciadamente, las consecuencias del cambio climático se están empezando a notar en el litoral metropolitano. A la subida del nivel del mar se le añade la problemática de la regresión de las playas debido a la escasez de sedimentos por la urbanización. «En las playas del delta del Llobregat hemos conseguido aumentar la potencia de las dunas como reserva de arena que actúa como un colchón contra los temporales», afirma el Técnico de Playas del AMB, Daniel Palacios. Sin las playas, el agua habría pasado ya a la zona urbana. Las dunas crean pequeñas montañitas, una topografía más alta, que lo impide. Y así se aumenta la resiliencia de la propia playa y la costa en general.

Y es que los espacios abiertos tienen el papel de salvarnos del cambio climático si sabemos respetarlos, interpretar su funcionalidad y potenciarlos aún más para que puedan aportarnos toda esta calidad de vida en términos de salud, bienestar, de recursos de agua y alimentos, de biodiversidad, de ecologismo, de regulación general y de prevención de riesgo de incendios.