el personaje de la semana, Hugh Hefner

El 'play boy' se pone a cubierto

 Cuando lanzó ‘Playboy’ en 1953 no puso fecha por si no había segundo número. Pero lo que siguió no fue solo una revista, sino un concepto. El fácil acceso a la pornografía deja ahora obsoletas sus páginas y fuerza al recato de ‘Hef’, que sigue viviendo en ese mundo que soñó y creó.

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IDOYA NOAIN

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Son cada vez menos las ocasiones en que Hugh Hefner sale de la Mansión. Tiene que ver con sus 89 años, con un cuerpo que ya en 1985 recibió el aviso de una apoplejía, con la artritis... Pero hay más. La Mansión es el Shangri-La de un hombre que desde que en 1953 lanzó Playboy -y gracias también al deseo y las pulsiones de otros-convirtió sus fantasías sexuales en fortuna (hoy valorada en 37 millones de euros) y en modo de vida.

En esa colina sobre Beverly Hills Hef creó «un mundo aún más perfecto de lo que había soñado», una especie de cápsula de espacio y tiempo en la que habido música, fiesta y, sobre todo, mujeres, cientos de mujeres, playmatesconejitas, que daban el salto del papel, los clubs o los programas de televisión para convertirse en novias numeradas.

Hoy ese universo es más tranquilo. En el 2012, Hefner se casó en terceras nupcias con una de esas mujeres (Crystal Harris, de 26 años entonces) y dice que mientras está casado no engaña. Pero la Mansión sigue siendo refugio, especialmente ahora que el mundo exterior ha cambiado tanto como para que Playboy -la revista que según el propio Hefner «lo cambió todo»- haya anunciado que dejará de publicar desnudos.

Es la última reinvención forzosa ante el fácil acceso que internet ha dado a cualquier tipo de pornografía (aunque Playboy siempre ha sido mucho más y ha podido presumir de incluir periodismo de calidad). Llega cuando el imperio ya hace tiempo que se vio obligado a cambiar. Los clubs cerraron, la publicación que en 1972 llegó a vender siete millones de ejemplares hoy ronda los 800.000, y lo que más ingresos da es la explotación internacional de una marca que presume de ser tan conocida como Apple, Nike o Coca-Cola.

De alquiler en Xanadú

De hecho, Hefner ya ni siquiera es el propietario mayoritario. En el 2011, cuatro décadas después de salir a bolsa, necesitó a una compañía para volver a hacer la empresa privada y él se quedó solo con el 34%. Mantuvo, eso sí, el control de la revista y la Mansión.

En ese Xanadú particular por el que ahora paga un alquiler de 100 dólares anuales Hefner puede llevar sus rigurosas rutinas y horarios, casi rituales. Siempre de invitar y alérgico a ser el invitado, organiza la Noche masculina los lunes (cena con un reducido grupo de amigos y película), Noche de juegos los martes, Noche James Bond los jueves y Noches de cine el fin de semana. No faltan las ocasionales fiestas mayores, ya sea por su cumpleaños, el 9 de abril (en la que suele rendir homenaje a «la película perfecta»Casablanca), o por Halloween.

Puede también hacer prácticamente todas sus comidas en la gran cama con sábanas de raso, y enfrentada en el techo a un espejo y a pantallas de cuya actividad (en los últimos años animada por viagra) han dado rendida cuenta, y no siempre favorablemente, algunas de las que han pasado por allí. Y con su batín y sus pijamas de seda (o de franela en invierno) puede dedicarse cada sábado a los álbumes que llena de retazos de su vida, una auténtica biblioteca que va ya por cerca de los 3.000 tomos y ha ganado un récord Guinness (tiene otro como el director con más tiempo al frente de una revista).

«Habiendo alcanzado su visión de la perfección, la última pelea de Hefner es luchar para mantenerla», escribía en el 2013 Chris Jones en un perfil para Esquire, la revista en la que Hefner trabajó tras pasar unos años como soldado-oficinista en la segunda guerra mundial y antes de fundar Playboy.

Todo empezó cuando, a los 16 años (dos antes de masturbarse por primera vez y seis antes de perder la virginidad), la popular chica del instituto por la que bebía los vientos prefirió a uno de sus amigos. Entonces se esmeró en vestir mejor y se obsesionó por los objetos más modernos y por el prestigio. Dejó de presentarse como Hugh. Se hizo popular. Y ya era Hef.

Padres religiosos y puritanos

Quizá el origen estuviera incluso antes, en una casa de padres religiosos y puritanos en la que nunca se dieron besos ni abrazos. Al menos podía ir al cine, y en salas oscuras empezó a soñar.

Luego llegaría la lectura de Alfred Kinsey, la rabia por la hipocresía ante el sexo y finalmente, tras hipotecar literalmente los muebles y conseguir 8.000 dólares, incluyendo mil de su madre, sacó el primer número con unas fotos de Marilyn Monroe de cuatro años antes que nadie había osado publicar.

«Nos gusta nuestro apartamento, combinar un cóctel y uno o dos aperitivos, poner un poco de música en el tocadiscos e invitar a una conocida para una tranquila charla sobre Picasso, Nietzsche, jazz, sexo», escribió en su primer editorial. Puro Playboy, puro Hef.