muy seriemente

'Sex Education' llega tarde

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Carles Cols

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Vuelve ‘Sex Education’, el 17 de enero en sus hogares, pero en Cuenca, un día antes. Será un preestreno mundial. Poca broma con los manchegos. Las aventuras del adolescente Otis Milburm como terapeuta sexual de sus compañeros de instituto, un experto en la materia casi por osmosis, pues es el oficio de su madre, fueron un excitante éxito hace justo ahora un año. Cumplido el llamado periodo de refracción, llega la segunda temporada. En Netflix, y con razón, se han venido arriba. Aunque la serie es manifiestamente inteligente, han echado mano de un humor un tanto arevaliano y han decidido apostar por un eslogan sorprendente cara a ese preestreno mundial. “Cuenca, te vamos a poner mirando a Netflix”. Podían haber elegido Pamplona para el mismo chiste, pero no está claro que carlistas y otras gentes de recta moral estén para bromas lúbricas. De esto va, en esencia, esta nueva entrega de ‘muy seriemente’, de que vuelve ‘Sex Education’, pero demasiado tarde. Les cuento.

Fue hace una semana cuando Elisenda Colell y Guillem Sànchez publicaron la descorazonadora historia del recién nacido que en septiembre fue arrojado al río Besòs. El caso ya resultó perturbador en su momento. El cuerpo inerte de la criatura fue hallado en mitad de un cañaveral. Lo que Eli y Guillem revelaban ahora era que la madre, menor de edad, pidió ayuda para abortar cuando supo que estaba embarazada y topó, al parecer, con una estricta lectura de la ley por parte de una educadora social del Ayuntamiento de L’Hospitalet. Se le recordó que sin el consentimiento de los padres no era posible. Se le dijo que buscara ayuda en otra ventanilla, pero nunca sin sus padres. Como la protagonista de ‘Creedme’, otra serie estupenda de Netflix, basada en un caso real de falta de empatía de la administración ante un caso de violación, desistió y siguió adelante con el embarazo. Fue durante una mayoría absoluta del PP, ese partido que ideológicamente detesta el aborto pero no tiene bemoles de ilegalizarlo, y que con idéntica coherencia pone trabas a la educación sexual, que la ley fue reformada para complicar la vida a las menores embarazadas.

Sobre esta misma cuestión merece la pena, antes de avanzar por el zarzal, destacar también el trabajo de Beatriz Pérez esta misma semana, pues ha sacado de la penumbra que en la sanidad pública el aborto legal es una lotería en la que reparte suerte la objeción de conciencia de tal o cual médico. Ponía Bea como ejemplo a Marta, que encadenó hasta tres negativas sin sentido en distintos centros de asistencia primaria.

El espíritu de Otis fue el que  revolucionó la educación sexual hace 40 años, con médicos audaces y feministas de armas tomar

Todo esto viene al caso por el ‘remember’ que fue posible llevar a cabo en este diario cuando se estrenó la primera temporada de ‘Sex Education’. Fue entonces una oportunidad excelente para recordar que en este país hubo un tiempo, en el tránsito de la dictadura a la democracia, en que los médicos, mano a mano con audaces activistas del feminismo, se comportaban como Otis Milburm en su instituto, aflojando las ballenas del corsé moral. Fue una delicia, entonces, descubrir la tesis doctoral de Sara Faluja, que se sumergió en aquella primavera social. Para transición española, la sexual. Médicos de renombre facilitaban píldoras anticonceptivas y ‘dius’ que llegaban a sus consultas de contrabando. En el paraninfo de la Universitat de Barcelona se convocó un taller de autoexploración genital que, interrumpido por la presencia de hombres en la sala, continuó en los lavabos y en algunos pasillos. Todo aquello tenía varios propósitos. Entre ellos, que el aborto dejara de ser un sistema anticonceptivos más, pero, llegado el caso, en los centros de planificación familiar jamás se le exigía a una adolescente que regresara con sus padres para ser atendida.

‘Sex Education’, lo dicho, regresa el próximo viernes. Demasiado tarde. La primera temporada fue una agradable dramática comedia. Cabe esperar que la segunda temporada esté a la altura. Que Otis Milburm sirva de faro a más de una desnortada educadora social.

Drácula, ese politólogo

Desde el estreno de ‘Maniac’ (Netflix, septiembre del 2018) no había tanta división de opiniones como ahora con la revisión del mito de Drácula a manos de Mark Gatiss y Steven Moffat, conocidos en la nación seriófila por la adaptación que en su día ya hicieron de otro clásico decimonónico, Sherlock Holmes. Tanto bebe esta serie en tres capítulos de las antiguas películas de terror de la Hammer y tan poco de las almibaradas relecturas vampíricas de sagas como la de ‘Crepúsculo’, que este ‘Drácula’ encanta o se detesta. Ahí va un consejo. Den una oportunidad a este viejo conde descreído. No solo por su grupo sanguíneo, BBC +, una garantía, sino porque es un sabio. ¿Una frase? Dice este Drácula que “la democracia es la tiranía de los desinformados”.