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Parir en Gaza: un acto heroico

Los médicos preparan a los bebés prematuros para transportarlos a Egipto después de que fueron evacuados del Hospital Shifa en la ciudad de Gaza a un hospital en Rafah, Franja de Gaza, el 20 de noviembre de 2023

Los médicos preparan a los bebés prematuros para transportarlos a Egipto después de que fueron evacuados del Hospital Shifa en la ciudad de Gaza a un hospital en Rafah, Franja de Gaza, el 20 de noviembre de 2023 / AP/Fatima Shbair

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

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Desde el momento que supo que estaba embarazada, Hanaa Mansour llamó al que sería su hijo “mi pequeño héroe”. Antes, incluso, de darle un nombre, este niño ya estaba predestinado a la épica y a gestas casi milagrosas. Y con apenas tres meses y medio de vida ha quedado más que acreditado. Ghassan nació en el campamento de refugiados de Jabalia en la Franja de Gaza. Llegó en octubre pasado.

“El miedo, la destrucción, la muerte y la desesperación crecían considerablemente en todas partes”, rememora Mansour al recordar el instante en que le tuvieron que inducir el parto durante las primeras semanas de guerra. En una publicación en Facebook, esta profesora de inglés relata desde la voz de su hijo aquellos 75 minutos que le cambiaron la vida. Después, Mansour vistió a Ghassan, su pequeño héroe, con una misión escrita en el pecho. “Yo puedo cambiar el mundo”, se lee en su body naranja.

Miles de mujeres en la Franja de Gaza han dado a luz en los últimos cuatro meses. Mientras las bombas caían sobre el enclave y los tanques israelís sofocaban a las ciudades, mientras las fronteras se cerraban y los suministros se agotaban, mientras las casas desaparecían y se levantaban tiendas con cuatro pedazos de plástico, mientras el hambre se extendía y los escombros engullían a sus seres queridos. Nada ha cambiado. Ocurre así cada día. A diario unas 180 mujeres se ponen de parto en Gaza. “La mayoría de estas madres no están pariendo en un hospital, lo hacen donde viven y allí donde pueden”, explica Pascale Coissard, coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza, que atiende a EL PERIÓDICO por teléfono desde Francia recién retornada de la Franja.

Sólo queda una maternidad

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que hay más de 50.000 mujeres embarazadas en el enclave. De acuerdo con los datos de UNICEF, han nacido unos 20.000 bebés desde el comienzo de la guerra. No todos han sobrevivido. Hay una historia que a Coissard le ha marcado: “Una mujer, por suerte en buena salud, se puso de parto y no pudo acceder al hospital, teniendo que parir en una letrina”, narra en un relato que se repite estos días en la Franja. “Su hijo nació muerto porque probablemente no puedo tener acceso a una cesárea que le hubiese salvado la vida”, constata esta trabajadora humanitaria. Ya a finales de octubre, la Asociación Palestina de Planificación y Protección Familiar denunció que más de 37.000 mujeres embarazadas se verían obligadas a dar a luz sin electricidad ni suministros médicos en Gaza, arriesgándose a complicaciones potencialmente mortales sin acceso a servicios obstétricos de emergencia.

“Ahora solo queda una maternidad en Gaza”, explica Coissard. Es el Hospital Emiratí en Rafah, el extremo sur de la Franja en la frontera con Egipto. Desde hace unos días, las tropas israelís se preparan para entrar en esta localidad, donde más de un millón y medio de personas de todo el enclave han escapado en busca de refugio. “Todas las otras maternidades han sido bombardeadas o ya no están accesibles por estar en zonas de conflicto o zonas a las que ya no pueden llegar las pacientes”, denuncia la profesional de MSF.

El personal médico de este hospital está atendiendo entre tres y cuatro veces más partos que al inicio de la guerra en unas condiciones “que ya no son ni la mitad de buenas que antes”. “Las mujeres dan a luz y les dan el alta casi enseguida para irse con su bebé al lugar donde intentan sobrevivir en condiciones pésimas”, añade Coissard. CARE internacional estima que el 40% de los embarazos en Gaza son de alto riesgo.

Esperanza, paz, vigor

Hanaa tuvo que parir lo más rápido posible, porque el doctor le dijo que “la habitación no era un lugar seguro para quedarse por mucho tiempo”. Allí, vio a “muchos heridos y muertos y no muchos médicos o enfermeras para ayudarlos; mucha gente estaba sufriendo y nadie podía hacerles nada”, rememora.

Durante un embarazo y un postparto normal, las mujeres cuentan con una atención médica previa y posterior, pero, en la Franja de Gaza, hace meses que la normalidad se ha convertido en un privilegio inalcanzable. Casi la totalidad de la población, unos dos millones de personas, ha sido desplazada de sus hogares. El 70% de las casas han sido destruidas o dañadas, forzando a toda esta gente a malvivir en tiendas de campaña. Para las embarazadas, las parturientas y los recién nacidos, estas condiciones las condenan a riesgos mortales.

“Es muy difícil poder cuidar bien de un recién nacido cuando vives debajo de un trozo de plástico, en las escaleras de una escuela, en el pasillo de un hospital”, denuncia Coissard. “No hay las condiciones de higiene para hacerlo, y es fácil que pueda contraer una infección”, añade. Los pocos hospitales en funcionamiento tras el colapso del sistema sanitario y la falta de electricidad están desbordados tratando de salvar a los heridos por la guerra. “En Rafah, hay una concentración de gente que yo no había visto nunca en mi vida; a ello, se le suma que tienen acceso a muy poca agua potable, muy poca comida, pésima higiene y poquísimos servicios”, señala la profesional de MSF. Sin una buena alimentación ni un consumo de agua adecuado, estas madres no pueden producir la leche para mantener con vida a sus bebés.

En medio de tanto martirio y destrucción, todos estos recién nacidos son obligados a convertirse en pequeños héroes, como Ghassan. Desde el refugio que han encontrado, Hanaa no para de repetírselo y las inmensas mejillas de Ghassan enrojecen. Esa felicidad entre el desgarro de un pueblo entero también se palpa entre los pasillos del hospital Emiratí. “A las recién nacidas en este lugar feliz del hospital, les ponen de nombre Amal que significa esperanza o Salam que es paz”, afirma Coissard, desde el otro lado de la línea. “Este momento de alegría por el nacimiento de un hijo o una hija en medio de tanta muerte y desesperación da algo de esperanza a estas mujeres y, por eso, salen estos nombres tan bonitos”, concluye. En árabe, Ghassan significa vigor, flor de la vida.

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