Efeméride del seísmo

El apoyo o rechazo a Erdogan marca la desigual reconstrucción de la Turquía asolada por el terremoto hace un año

"Nos prometieron ayuda, pero no ha llegado nada", lamenta un habitante de la región de Hatay, gobernada por la oposición

Terremotos en Turquía y Siria: ¿Por qué siempre tiembla esta zona?

Un hombre en carro pasa junto a unos edificios derrumbados por el terremoto de febrero de 2023 en el centro de Antioquía.

Un hombre en carro pasa junto a unos edificios derrumbados por el terremoto de febrero de 2023 en el centro de Antioquía. / ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Adrià Rocha Cutiller

Adrià Rocha Cutiller

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Memhet, tijeras en mano, haciendo sentar el siguiente, dice que le costó, que no fue fácil conseguir la tienda después del terremoto, recuperar sus maquinillas de afeitar, conseguir agua corriente para el grifo, que sus anteriores clientes volviesen, volver a ganar algo de dinero, empezar de cero.

"Es realmente duro. Cuando llueve hay muchas goteras, y siempre vivo con el miedo de que un golpe de viento se lleve la tienda y perder de nuevo mi lugar de trabajo. Pero qué puedo hacer… debo trabajar por mis hijos", dice este peluquero, en sus 50, mientras en la entrada de su tienda se ha formado una pequeña cola de jóvenes que esperan su turno. 

Justo un año después del terremoto del 6 de febrero en el sureste turco, queda poca gente en la ciudad de Samandag, en la provincia de Hatay, la más afectada por el seísmo que se llevó la vida, en tan solo una sola noche, de casi 60.000 personas entre Turquía y Siria.

"Nos prometieron ayuda, pero no ha llegado nada, ni materiales para el trabajo, ni nada para poder recuperarnos. Nos lo prometieron, pero nada. Y ya, la verdad, es que no esperamos nada. Samandag, Antioquía, toda la provincia de Hatay... se nos ha abandonado. Si hubiesen actuado como en las demás provincias ahora no estaríamos así. Pero aquí tenemos la sensación que se nos ha abandonado", dice el hombre, forzado a dormir cada noche en una tienda de campaña justo detrás de la tienda que usa de peluquería.

Como él, en toda la región, hay decenas de miles en tiendas de campaña; casi 700.000 más viven en ciudades de contenedores improvisadas, según los servicios de emergencia turcos. Ahora, con las elecciones locales turcas a la vuelta de la esquina —están programadas para el 31 de marzo— el tiempo apremia.

Un cartel de Erdogan cuelga en un edificio de reciente construcción en la província de Gaziantep.

Un cartel de Erdogan cuelga en un edificio de reciente construcción en la província de Gaziantep. / ADRIÀ ROCHA CUTILLER

Una promesa incumplida

Pocos meses después del terremoto de hace justo un año: el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan —en ese momento en campaña presidencial— prometió que el Gobierno turco entregaría a los afectados por el seísmo 300.000 nuevas viviendas en el primer aniversario del suceso. La promesa no ha sido cumplida.

En la actualidad, según datos del Ejecutivo, 200.000 viviendas están en construcción. De ellas, 40.000 están a punto de ser terminadas para la entrega. La gran mayoría de ellas, sin embargo, no están en la provincia de Hatay, donde el gobierno local está en manos de la oposición, sino en otras regiones afectadas. 

!El Gobierno ha ido muy rápido, la verdad. Nos han dicho que en mayo empezarán a entregar los pisos. En mayo, abril, no sabemos. Están construyendo increíblemente rápido, y estamos realmente contentos!, explica Fatma, una vecina del pueblo de Sekeroba, en la provincia de Kahramanmaras, donde Erdogan arrasa en todas las elecciones. 

Ella y su marido, Mehmet, de 40 años, perdieron su casa en el terremoto, y ahora viven en un cubículo que Mehmet, enfermo del pulmón, construyó a toda prisa tras el seísmo. "Nos iremos de aquí seguro, porque no tenemos alternativa. No tenemos casa, así que si tenemos la suerte de que nos toque el piso, iremos", dice Mehmet, que ha vivido toda su vida en este pueblo conservador y tradicional

Una vez la construcción de las nuevas viviendas termine, los habitantes del lugar que perdieron sus casas entrarán en una lotería. Los que tengan suerte, se mudarán a sus nuevos pisos. Los que no, tendrán que esperar a que se terminen más edificios. 

"No podemos esperar. Será un lugar mucho mejor que en el que estamos ahora. Podremos vivir más relajadamente", dice el hombre. "Por eso estamos muy nerviosos y contentos ahora. Queremos conseguir irnos lo antes posible", le corta, excitada, Fatma.

Dejados atrás

Alepohan quedado casi vacíos de sus habitantes
El centro de la ciudad turca de Antioquía aún muy afectado por el terremoto que asoló la zona hace un año.

El centro de la ciudad turca de Antioquía aún muy afectado por el terremoto que asoló la zona hace un año. / ADRIÀ ROCHA CUTILLER

"Ya no quedan ni casas en pie ni nadie. La situación es horrible. No hay trabajo. Lo hemos perdido todo. No nos queda ni fe para el futuro", dice Aziza, una vendedora de frutas y verduras en el centro de Antioquía. A su alrededor, mientras habla, se forma un pequeño corrillo de clientes y curiosos. 

"Todos aquí hemos perdido a alguien. Yo perdí tres de mis hijos, y dos nietos", continúa Aziza. "Aquel que no perdió al padre perdió el hijo. El que no perdió el hijo, perdió un abuelo. Todos tenemos muertos en nuestras familias. Y ahora nos vemos obligados a vivir en unas condiciones horribles. Por suerte mi casa sigue en pie, pero muchas veces ya no sé volver a casa por la noche. No reconozco mi propia ciudad. No me sé ubicar. Soy un extranjero en casa", dice un cliente.

Un año después, los habitantes de Antioquía han perdido su capacidad de mirar al futuro. "Ya no pienso en ello —dice Aziza—. Antes sí, antes pensaba en que mi hija estudiase, que mi hijo pudiese salir adelante. Pero ahora ya no están, ya no pienso en nada. No puedo. Me levanto, trabajo, intento ganar lo suficiente para que comamos todos, duermo. Esto es todo".

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