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Gaza: una guerra decimonónica en el siglo XXI

La condena de nacer en Gaza

Los niños de Gaza, entre el miedo a las bombas y el desconcierto: "No entienden nada"

El padre de Masa Shoman lleva el cuerpo sin vida de su hija, muerta en un ataque israelí, durante su funeral en Rafah, en la Franja de Gaza

El padre de Masa Shoman lleva el cuerpo sin vida de su hija, muerta en un ataque israelí, durante su funeral en Rafah, en la Franja de Gaza / AFP

Andrea López-Tomàs

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La tierra palestina que miles de niños heredarán está repleta de sangre, cristales rotos y traumas. Abatidos por los fantasmas, los niños gazatíes son forzados a construir un mañana desde la nada más absoluta. En la Franja de Gaza, se ha pulverizado todo rastro de presente. Con el 70% de los hogares dañados o destruidos por los ataques israelís durante los últimos 100 días, no queda lugar vivo en todo el enclave. Los 2,3 millones de gazatíes que han logrado sobrevivir reciben el enésimo castigo de la realidad cada vez que levantan la mirada. Frente a sus ojos, sus calles, sus pueblos, sus lugares ya son irreconocibles. Con la destrucción, les arrebataron su pasado, sus recuerdos, su ayer. Y, entre los escombros, y entre los escombros sobre los escombros, no hay posibilidad de pensar en un hipotético mañana. En Gaza, el futuro no está asegurado. Los pocos que se atreven a fantasear con él lo dibujan teñido de polvo gris.

Mientras las bombas siguen arrasando con cualquier ápice de la vida que conocieron antes del 7 de octubre, tratar de imaginar un mañana en Gaza resulta un ejercicio que roza la tortura. Sobre todo cuando la guerra que sufre ya bate siniestros récords. La campaña de bombardeos aéreos de Israel en el enclave es la más indiscriminada en términos de víctimas civiles de los últimos años, según un estudio publicado en el medio israelí 'Haaretz'.

“El ritmo de la matanza en Gaza, en comparación con la reciente guerra en Ucrania, provoca que las cifras de muertos civiles aumenten mucho más rápido” en mucho menos tiempo, afirma Michael Spagat, especializado en examinar las cifras de muertos en conflictos en todo el mundo. En la Franja de Gaza, ya han perdido la vida unas 24.448 personas y unas 61.504 han resultado heridas por los ataques israelís. (Probablemente estas cifras hayan aumentado mientras lee este artículo). Cada día unas 300 personas han muerto en Gaza, de acuerdo a las cifras del Ministerio de Salud. Un centenar de las víctimas mortales diarias han sido niños.

“Nacer en Gaza ya era, de alguna manera, nacer muerto antes del 7 de octubre, pero ahora, nacer en Gaza es nacer en el infierno absoluto si consiguen sobrevivir"

Vicente Raimundo

— director de cooperación de Save the Children

Así, los niños en la Franja de Gaza son testigos de la desaparición permanente de sus familiares, sus amigos, sus profesores, sus compañeros de clase, sus vecinos. El 70% de las muertes ocurridas en este centenar de días y noches en el infierno han sido mujeres y niños. Son civiles, no combatientes. “En una guerra como la que se está librando en Gaza, cada uno de los órganos del cuerpo de un niño se ven afectados”, explica Ayesha Kadir, pediatra especializada en los impactos de los conflictos armados y el desplazamiento forzado en la salud y el desarrollo de los niños.

Si un niño y su comunidad son atacados, o está en un lugar donde se está produciendo un conflicto que le puede obligar a abandonar su hogar, siendo desarraigado debido a la violencia que muchas veces ha presenciado, este niño verá como su salud mental se verá afectada de forma directa e indirecta”, señala a EL PERIÓDICO.

Aumento de la violencia

El impacto psicológico que estos niños ya experimentan empieza por la ausencia de condiciones de vida dignas. “Es la pérdida del hogar, la falta de un lugar seguro y de cubrir sus necesidades básicas al no tener agua, ni comida, ni una fuente segura y regular de ambas”, cuenta Kadir. “Además, siempre que ocurre un conflicto armado o una guerra hay un aumento general de la violencia en la comunidad y en los hogares, por lo que están expuestos a múltiples formas de violencia y también sujetos a ella”, constata esta asesora de salud humanitaria para Save the Children. Apenas un mes antes de la guerra, el pasado septiembre, esta organización realizó una investigación sobre la salud mental de la infancia en Gaza para concluir que, desde el 2018, el bienestar psicosocial de niños, jóvenes y sus cuidadores ha disminuido drásticamente hasta niveles alarmantes.

“Nacer en Gaza ya era, de alguna manera, nacer muerto antes del 7 de octubre, al ser un territorio que llevaba más de 17 años sometido al bloqueo y el aislamiento”, señala Vicente Raimundo, director de cooperación de Save the Children. “Ahora nacer en Gaza es nacer en el infierno absoluto si consiguen sobrevivir”, añade para este diario. Antes del infierno, los niños en la Franja de Gaza suponían casi la mitad de la población de 2,3 millones del enclave. Un 47% de los gazatíes tenía menos de 18 años. El 85% de ellos, unos 800.000 menores, no habían conocido nunca una vida fuera del bloqueo.

"Asumen roles de adultos"

Prácticamente nada en el mundo puede asemejarse a esta angustia, que ya ha matado a más de 10.000 niños. “Su vida entera está patas arriba y hay mucha violencia, sufrimiento e inseguridad que han agravado los impactos en su salud, su desarrollo y su bienestar”, denuncia Kashir. Al mismo tiempo, el dolor sufrido por estos pequeños impacta de pleno en sus progenitores. La guerra no sólo les ha arrebatado su rol natural de cuidadores y protectores de sus hijos, sino que, a muchos, les ha condenado al desgarro más grande al verles morir sin poder hacer nada para evitarlo.

“Los padres han perdido la capacidad de brindar seguridad a sus hijos y eso es enormemente traumático para ellos”, explica esta pediatra. Además, muchos de ellos han resultado heridos o padecían alguna enfermedad previa que el colapso del sistema sanitario les impide tratar. “Los niños asumen roles de adultos cuidando a su cuidador, convirtiéndose en el sostén económico de la familia o cubriendo las necesidades básicas de todos” yendo a buscar agua o comida, añade Kashir. 

“Los padres han perdido la capacidad de brindar seguridad a sus hijos y eso es enormemente traumático para ellos”

Ayesha Kadir

— pediatra especializada en los impactos de los conflictos armados y el desplazamiento forzado en la salud y el desarrollo de los niños

La magnitud de la guerra en Gaza ha obligado al personal médico a inventar la “nueva categoría del menor sobreviviente cuya familia en su totalidad ha desaparecido”, explica Raimundo. “Son niños que se han quedado solos sin ningún referente familiar; es devastador”, reconoce. Tanto estos niños como aquellos que aún conservan a algún miembro familiar cerca, todos ellos han sido sometidos al trauma más severo y persistente a una edad temprana.

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Estas vivencias probablemente condicionen su vida. “Experimentar adversidad y adversidad severa altera el cerebro y también el funcionamiento de los órganos del cuerpo”, cuenta Kashir. “La adversidad severa es perjudicial para todo el desarrollo de este niño y está asociada con algunas enfermedades muy graves de salud física y mental y también con la muerte prematura y el suicidio enre los adolescentes y los adultos”, añade.

El mañana en Gaza también parece estar teñido de muerte. “La proporción de muertos civiles respecto a combatientes no tiene precedentes ni en este siglo ni en el pasado”, denuncia Raimundo. Además, los bombardeos ya no son la única amenaza a la vida en el enclave palestino. “En Gaza, el 100% de la población sufre privación de alimentos, hay que irse hasta el siglo XIX para encontrar una situación parecida, cuando aún no había derecho internacional humanitario”, añade. Aunque pensar en el futuro entraña cierta perversidad en este estrecho rincón del mundo, algún día las bombas tienen que dejar de caer sobre el enclave palestino. “Entonces, quedará una sociedad profundamente traumatizada en lo físico y lo mental”, constata el director de cooperación de Save the Children

Causas del elevado número de víctimas civiles

Sin haberlo vivido en su propia piel, es casi imposible imaginar el sufrimiento que los gazatíes han experimentado en los últimos 108 días. Que están experimentando ahora. Medios israelíes como 'Haaretz' o '+972 magazine' han confirmado que probablemente esta sea una de las campañas militares más mortíferas contra los palestinos desde la Nakba de 1948. “A diferencia de Ucrania, la composición demográfica de las muertes es muy diferente en Gaza, porque una gran parte de las víctimas son mujeres y niños”, señala Spagat. Son varios los motivos que explican este elevado número de civiles muertos. “El principal es que las fuerzas israelíes han estado dispuestas a aceptar niveles realmente altos de muertes de civiles para atacar algo que consideraban un objetivo militar”, añade el presidente de ‘Cada Baja Cuenta’. ”.

Además, la operación ‘Espadas de Hierro’, como la nombró el Ejército israelí, empezó sin apenas planificación después del ataque de Hamás del 7 de octubre. Una investigación realizada por el periodista y archivista Yuval Avraham para la revista '+972' publicada a finales de noviembre y basada en relatos de personas conocedoras del Ejército constataba que las tropas habían “reducido el nivel de cautela (ya limitado) que las caracterizaba en el pasado”, “aumentando la tasa de daños colaterales permitidos”. La ofensiva aérea durante las tres primeras semanas de guerra tenía como objetivo “reducir los riesgos para las fuerzas terrestres de Israel cuando finalmente entraran para emprender la “esterilización” de la zona de combate, ya fuera atacando la infraestructura militar o alentando a la población civil a huir”. A su vez, con la agresividad de esta operación, los líderes políticos y militares han buscado recuperar su extinta reputación después del fracaso del 7 de octubre, que quebró la sensación de seguridad de la población israelí y erosionó su confianza. 

Un futuro de radicalización

Después de esta guerra, Israel probablemente logre cumplir con uno de sus objetivos, el de aniquilar a Hamás. Pero esos niños palestinos que han visto a sus padres morir, o huir con lo puesto por enésima vez impedirán que ese segundo objetivo de eliminar cualquier amenaza a la seguridad de Israel que provenga de la Franja de Gaza no quede, de nuevo, eternamente por resolver. “La radicalización es un resultado inevitable; habiendo vivido esta guerra, ¿qué otro camino les queda?”, constata Spagat. “Toda esta ronda de ataques sólo empeorará la situación a largo plazo, ya que puede ser que la parte israelí tenga éxito a corto plazo en la eliminación de gran parte de la infraestructura y muchas de las armas de las que Hamás ha dependido y que esto genere un período de violencia relativamente baja, pero me temo, y esta es mi predicción, que se terminará reclutando a más personas radicales y violentas que se unan a otras organizaciones o creen nuevas con puntos de vistas similares a Hamás”, concluye.

"Se terminará reclutando a más personas radicales y violentas que se unan a otras organizaciones o creen nuevas con puntos de vistas similares a Hamás”

Michael Spagat

— profesor experto en examinar las cifras de muertos en conflictos en todo el mundo

Para la doctora Kadir, el futuro de los niños de Gaza es bastante evidente. “Depende en gran medida de lo que hagamos nosotros ya que mientras el mundo sigue observando y permitiendo que esto continúe más daño causará, tanto psicológico como físico”, reconoce. Raimundo coincide: “¿qué harías tú si toda tu familia muere de la noche a la mañana?”. “Estos niños están viendo cómo generación tras generación lo están perdiendo todo: su vida, la que fue y la que pudo ser”, lamenta. Sin presente ni pasado ni futuro, las incógnitas para estos pequeños resultan evidentes. ¿Para qué vivir si, en un segundo, una bomba puede arrasar con toda mi existencia? ¿Para qué amar si mis seres queridos pueden desaparecer sin que yo pueda hacer nada por evitarlo? ¿Para qué construir si todo edificio se desmorona sobre mí? ¿Para qué soñar si el recuerdo más inminente me evoca el olor a muerte? Si cojo un arma, algunos piensan, por lo menos moriré resistiendo.

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