Guerra en Oriente Próximo

Gaza se muere de hambre 100 días después del inicio del asalto israelí

Ciudadanos palestinos se agolpan para conseguir comida, en Rafah, en la Franja de Gaza, el 9 de enero del 2024.

Ciudadanos palestinos se agolpan para conseguir comida, en Rafah, en la Franja de Gaza, el 9 de enero del 2024. / HATEM ALI / AP

Ricardo Mir de Francia

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Khayed Hamad no ha querido repetir lo que hicieron sus padres en 1948, cuando optaron por huir de sus tierras en lo que hoy es Israel para salvar el pellejo. Como muchos otros palestinos de Jabalia, el mayor campo de refugiados del norte de Gaza, vivero de gente testaruda, rebelde y orgullosa, ha dejado de acatar órdenes de la ocupación israelí. Prefiero morir en mi casa a malvivir en una tienda de campaña en el sur”, dice al otro lado del teléfono. Lo de su casa es un decir porque, desde que comenzara esta guerra hace ahora 100 días, ha cambiado 14 veces de hogar, siempre dos pasos por delante de la muerte. Cada día, sin embargo, le resulta más doloroso salir de casa para encontrar algo que echarse a la boca. “Te encuentras a mucha gente pidiendo que lleva dos o tres días sin comer”, cuenta ahora. “Hay una necesidad tremenda, la gente está sufriendo lo indecible y, como me cuesta mucho decir que no, a menudo acabo repartiendo lo que tengo”.

La población civil de Gaza está acostumbrada a toda clase de indignidades, pero hay algo que nunca había experimentado antes: el hambre a gran escala. Un informe de Naciones Unidas dijo el mes pasado que uno de cuatro gazatíes padecen hambre severa, más de medio millón de personas. En algunas zonas del enclave, nueve de cada diez se van a la cama sin haber ingerido nada en todo el día. Una de las consecuencias del bloqueo total israelí, impuesto horas después del ataque de Hamás del 7 de octubre, en el que murieron 1.150 personas, la mayoría civiles israelíes. “Estamos luchando contra animales humanos”, dijo entonces su ministro de Defensa, Yoav Gallant. “He ordenado el sitio completo de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni comida ni combustible, todo está cerrado”.

La situación es particularmente dramática en el norte, ocupado por los militares israelíes desde las primeras semanas del conflicto.  Nada ni nadie entra sin el permiso de sus militares, que han arrasado la región con “uno de los bombardeos convencionales más severos en la historia de la guerra moderna”, como han repetido varios especialistas. “Nuestros esfuerzos para enviar convoyes al norte se han topado con retrasos, negativas y la imposición de condiciones imposibles”, aseguró esta semana ante el Consejo de Seguridad, Martin Griffiths, el jefe de Asuntos Humanitarios de la ONU.

Muertos a una escala sin precedentes

Desde el 1 de enero, solo tres de los 21 convoyes con alimentos, medicina o agua preparados para distribuir ayuda en el norte han recibido autorización del Ejército israelí, según la propia ONU. “Los colegas que han logrado entrar en el norte en los últimos días describen escenas de un horror indescriptible: cadáveres tirados en las calles y gente con signos evidentes de estar famélicos abalanzándose sobre los camiones en busca de cualquier cosa que les permita sobrevivir”. En poco más de tres meses de conflicto, uno de cada 20 habitantes de la Franja ha muerto (23.000 personas), está herido (58.000) o desaparecido bajo los escombros, según el Ministerio de Salud.

El norte de Gaza, donde está también su capital, una de las ciudades más antiguas del mundo, se ha vuelto un lugar irreconocible. De acuerdo con Associated Press, que ha analizado imágenes por satélite de la zona, dos tercios de todas sus estructuras han sido destruidas. “Más que destruidas, parece como si les hubiera pasado por encima una trituradora”, dice Hamad con la voz quebrada. “Hay gente que es incapaz de encontrar sus casas o incluso su barrio porque no queda nada reconocible en pie”. La suya también está destruida. Desde entonces ha ido dando tumbos con su familia a cuestas, lo que incluye cuatro hijos y una suegra discapacitada a la que tienen que trasladar entre varios en volandas. Todos tienen gastroenteritis desde hace semanas porque en Gaza tampoco hay agua potable.

Precios disparados de la comida

Cuando no está de mudanza, Hamad pasa parte del día buscando comida y agua. En el norte no quedan panaderías operativas desde el 9 de noviembre. Solo le queda arroz en casa. De vez en cuando encuentra una lata de maíz, habas o champiñones. “Si comes una vez al día, tienes suerte”, dice Hamad a sus 60 años. Antes de esta guerra entraban en Gaza a través de la frontera egipcia una media de 500 camiones al día, necesarios para paliar las carencias de 16 años de bloqueo israelí. Ahora rondan el centenar y eso que ha aumentado en las dos últimas semanas.

Pasta ya no hay. Pollo tampoco. Las verduras han desparecido porque todos los campos del norte han sido arrancados y demolidos. Últimamente la gente ha empezado a matar bueyes porque ya no tienen cómo alimentarlos”, dice desde casa de su hermano en Yabalia. Sin apenas puntos de reparto de comida en el norte, la población acude a los colegios de la ONU sorteando a los militares, que se han retirado del centro de Jabalia.

A sus puertas se instalan pequeños mercadillos. Impera el trueque y la compra. El problema es que los precios se han disparado y nadie cobra desde cuatro meses. El saco de harina solía costar unos 7 euros al cambio; hoy ronda los 170 euros. “Todos nos estamos endeudando para sobrevivir. No sé cómo podremos devolverlo porque nos hemos quedado sin casa, sin trabajo y sin economía”, dice este traductor, quien solía también trabajar con periodistas extranjeros.

Hambre como arma de guerra

Human Rights Watch recordaba hace unos días que “Israel está utilizando el hambre como arma de guerra”, una acusación que niega el Estado judío, como repitieron sus abogados esta semana ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, donde está siendo juzgado por un presunto genocidio. Su ofensiva no cesa y tampoco las intenciones de Binyamín Netanyahu de “reducir” la población de Gaza “al mínimo”, como le ordenó a su ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, según publicó hace unas semanas 'The Times of Israel'.

La ONU está alarmada: “Las condiciones sobre el terreno son espantosas: los refugios están desbordados, la comida y el agua se están agotando y el riesgo de hambruna crece cada día”, ha dicho Griffiths, el jefe de Asuntos Humanitarios de la ONU.

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