Voces discordantes
La disidencia rusa en el exilio no baja los brazos
Los disidentes rusos se topan con recelos en los países bálticos que les dan cobijo
La invasión rusa de Ucrania, en directo
La diáspora ucraniana y la oposición rusa condenan la presencia de apologistas de Putin en el festival Rototom
Àlex Bustos
Periodista
La ofensiva rusa en Ucrania recrudeció la persecución a las voces disidentes en Rusia. A la memoria vienen los nombres más importantes entre los críticos al oficialismo ruso como Alekséi Navalni, Vladímir Kara-Murzá o incluso nacionalistas como Igor Girkin, alias 'el pistolero' del Donbás. Pero, además de los nombres importantes, cualquiera que protestara se exponía al escarnio público, detenciones, pérdida del trabajo, expulsión de la universidad, además de multas y posibles condenas de cárcel. Es por ello que muchos de los que tuvieron la oportunidad de dejar su país natal optaron por ir a países vecinos como Kazajistán, Estonia, Letonia, Lituania y Georgia, entre otros. Y los más militantes entendieron que desde fuera también se puede trabajar para cambiar Rusia.
En Lituania, la comunidad rusa se organiza para ayudarse mutuamente y también para intentar mantener el pulso al poder del Kremlin. En pleno barrio de Užupis, centro bohemio de Vilnius, se reúnen para realizar actividades culturales, además de ser un apoyo para los exiliados y los medios independientes que se han desplazado. Proyectan el documental 'El motín de Moscú', en el que se cuenta la actividad de un grupo anarquista que participó en las protestas contra Putin de 2011.
El moderador del debate posterior, Konstantin Fomin, es una de las voces de referencia del grupo en Vilnius. En el pasado trabajó como jefe de prensa de la oenegé Greenpeace en Rusia. "Tomamos la decisión de irnos del país cuando vimos el rumbo que podía tomar en los siguientes meses y años (...), cuando Rusia pasó de ser un Estado autoritario a una dictadura pura y dura", explica a EL PERIÓDICO. "[El Gobierno] cerró todos los medios independientes y solo hay una versión de la verdad, es fácil convencer a millones de personas. Además, también lanzan bits de información que se contradicen entre sí, algo que puede ser muy confuso para alguien que no tiene fuentes alternativas", asegura, antes de añadir que "es muy importante para el régimen tener gente que no está movilizada políticamente". Por ello opina que deben "mantener una corriente de información desde fuera" para aquellos que no pueden salir del país y tienen menos oportunidades de escuchar alternativas, algo que hacen apoyando a los medios independientes que trabajan desde el extranjero.
Salir para actuar
En Tallin, la capital de Estonia, el espacio Reforum es uno de los lugares donde se gestiona la disidencia desde el exilio. Uno de sus miembros, Nikolai Artemenko, recuerda que él mismo fue detenido a los pocos días de empezar la ofensiva rusa en Ucrania, el 24 de febrero de 2022. "Entonces pasé 14 días en detención preventiva". Cuando salió de prisión, decidió que era el momento de tomar sus pertenencias personales y abandonar el país. Desde entonces ha sido un miembro activo de la comunidad de Reforum.
En su sede hay todo tipo de pancartas en contra del régimen ruso y a favor de la paz con Ucrania, que usan en sus convocatorias de manifestación y protesta, entre ellas las que se convocan delante de la embajada rusa, en la que hay todo tipo de carteles en los que se ridiculiza a Putin y se pide parar la ofensiva, además de algunas banderas ucranianas. Reforum es una organización civil que desde 2020 busca abrir un debate público sobre los cambios que necesita Rusia, y ha contado con el apoyo de nombres importantes de la disidencia rusa como el detenido Vladímir Kara-Murzá, la politóloga Yekaterina Schulman –tildada de agente extranjero por las autoridades rusas–, o el miembro del equipo de Navalni Leonid Volkov, entre otros muchos nombres. El pasado 1 de octubre inauguraron en el corazón de Tallin una exposición al aire libre con imágenes de represaliados rusos para dar a conocer la situación dentro del país.
Apoyo desde el Cáucaso
Nikita vive en Georgia y relata que dejó Rusia porque "si estás en contra de Putin, estás en contra de Rusia, dicen las autoridades", y también cree que desde fuera puede "ayudar a la disidencia a protestar y organizarse". En las protestas a las que asiste coincide con otros rusos, así como con bielorrusos –también disidentes del régimen actual en su país–, georgianos y refugiados ucranianos. Ha participado en actos simbólicos como la quema de un muñeco de Putin, un acto simbólico de protesta contra el presidente ruso.
Otros de los residentes rusos en Tbilisi incluso han optado por recoger alimentos y dinero para enviarlos a Ucrania, sabiendo que pueden ser duramente juzgados como traidores en su propio país. Maksim –nombre ficticio– explica que no tiene pensado regresar a Rusia "hasta que deje de ser una dictadura". Hasta entonces apunta que va a seguir apoyando a Ucrania "en lo que se pueda". Prefiere mantener el anonimato porque tiene "gente que no puede salir".
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