Lejos de casa

Los disidentes rusos se topan con recelos en los países bálticos que les dan cobijo

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La embajada rusa en Tallin, con carteles contra la guerra de Ucrania y el presidente Vladímir Putin.

La embajada rusa en Tallin, con carteles contra la guerra de Ucrania y el presidente Vladímir Putin. / ÀLEX BUSTOS

Àlex Bustos

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Los estados bálticos son a la vez el refugio y un sitio inaccesible para los ciudadanos rusos. Además de las restricciones que imponen los gobiernos de Estonia, Letonia y Lituania, la propaganda rusa aprovecha cualquier medida o malentendido con la población local para apuntar que se les odia por ser rusos. Sin embargo, en las calles de Vilnius, Riga y Tallin no se desprende esa sensación, donde se puede escuchar ruso habitualmente sin necesidad de esconderse y en las calles es habitual ver carteles en este idioma y en la lengua local.

Explica Lyubov -nombre ficticio- que se fue de Rusia al poco de empezar la ofensiva en Ucrania. Trabaja en un medio independiente y ahora mantiene su trabajo informativo a partir de una red de personas sobre el terreno que contactan con las fuentes de forma directa. Él coordina con mayor libertad. En su redacción ya estaban preparados para irse en caso de que fuera necesario y registraron una entidad local en Lituania. Se siente agradecida por haber podido trasladarse a este país, apunta que "los lituanos son muy hospitalarios" y que algunas oenegés locales le han ayudado. Además de los rusos que huyeron del conflicto, hay también una importante comunidad de bielorrusos que llegaron en 2020. Añade que nunca ha sufrido "ningún tipo de discriminación por ser de Rusia en Lituania".

Sobre el recibimiento en otro de los países bálticos, Estonia, el politólogo Tõnis Leht apunta a EL PERIÓDICO que "para los estonios la llegada de rusos despierta ciertas inquietudes". "Entendemos que aquellos (rusos) que se han atrevido a alzar la voz quieran huir para no ser arrestados. Los disidentes son bienvenidos aquí, pero si llegaran muchos más rusos, se vería como algo sospechoso", añade Leht. Los gobiernos de Estonia, Letonia y Lituania son algunos de los más fervientes defensores de imponer sanciones a Moscú y de limitar el tráfico de ciudadanos rusos.

Nikolai Artemenko, disidente ruso, asegura que no ha tenido problemas con los ciudadanos de a pie y que no ha sentido "ningún tipo de rusofobia de los estonios". Sin embargo, recuerda que "aunque no se puede tildar de rusofobia", sí ha detectado que "cada vez hay más obstáculos para la gente que tiene pasaporte ruso a nivel legal y burocrático". "No son cambios muy amistosos con los rusos".

Rechazo local

Georgia, en el Cáucaso, es uno de los países que más rusos ha recibido -112.000 para un país de 3,7 millones de habitantes- y también uno de los que ha sufrido más rifirrafes entre los que llegaron en 2022 y los locales. Con su llegada, los precios de los alquileres y otros servicios básicos subieron, algo que llegó a ser un inconveniente para muchos georgianos, que además vieron cómo algunos de los recién llegados mostraban conductas inapropiadas, como lucir la Z de apoyo al Ejército del Kremlin o exigir que se les hablara en ruso, protagonizando de forma puntual incidentes en locales públicos.

Por esta razón y por el hecho de que dos territorios georgianos, Abjasia y Osetia del Sur, permanecen en la órbita rusa, la tensión es más alta en este país que en otros de los vecinos rusos. Es habitual en las calles de Tbilisi, la capital georgiana, ver carteles que rezan lemas como "Ruso, vete" u otras proclamas parecidas.

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