Pulso en París

La Asamblea Nacional francesa rechaza la ley migratoria del Gobierno de Macron

Deportaciones "en masa" y "cárceles flotantes": así endurece Europa sus políticas migratorias

Policía en el puente parisino cercano al lugar del ataque

Policía en el puente parisino cercano al lugar del ataque / Reuters

Enric Bonet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un serio revés parlamentario para el Gobierno de Emmanuel Macron. La Asamblea Nacional francesa ha rechazado este lunes la dura ley migratoria que empezó a debatirse esta misma tarde en la Cámara baja. La oposición de la izquierda y la derecha y la ultraderecha se unieron para votar una moción de rechazo a este texto, que pretende facilitar las expulsiones de las personas migrantes que cometieron delitos graves. La resolución, presentada por el grupo de los verdes, se impuso por 270 votos a favor y 265 en contra. Esta votación reflejó la debilidad del Ejecutivo macronista en la Asamblea, en que no dispone de mayoría absoluta, algo poco habitual para los partidos presidenciales en Francia.

Después de este tropiezo parlamentario, la iniciativa legislativa —una de las más destacadas de este otoño en el país vecino— pende de un hilo. El Gobierno de Emmanuel Macron puede dejar que los debates continúen en el Senado, donde la medida ya había sido votada el mes pasado con una versión aún más dura. O bien que se reúna una comisión parlamentaria compuesta por senadores y diputados. También podría retirarla.

Aunque el texto no ha quedado enterrado, empieza a ganarse la reputación de proyecto de ley maldito para el Ejecutivo macronista. Presentado en febrero en el Consejo de ministros, el debate en la Asamblea se aplazó entonces hasta finales de año por la crisis social y política que había en el país por la impopular reforma de las pensiones. El Gobierno dispone ahora de la posibilidad de aprobar la ley migratoria por decreto, pero eso abriría las puertas a una eventual moción de censura de la oposición con opciones de prosperar.

El ministro Darmanin, contra las cuerdas

"¿Quién tiene miedo del debate? ¿Aquellos que con una alianza contra natura se pondrán de acuerdo para que los franceses no vean que las cosas avanzan?", aseguró el ministro del Interior, Gérald Darmanin, en el arranque del debate parlamentario. Unos argumentos que no convencieron a los distintos partidos de la oposición. Por un lado, las formaciones de izquierdas —desde el Partido Socialista hasta la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos)— se oponen al texto al considerar que se trata de una medida únicamente restrictiva con los migrantes y que vulnera derechos fundamentales. Por el otro, Los Republicanos (afines al PP) y la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen lo rechazan al considerarlo demasiado suave, además de no querer respaldar una medida gubernamental.

"El texto ha sido rechazado. El macronismo ha terminado por exasperar a todas las oposiciones. El arrogante Darmanin ha agotado la paciencia de todo el mundo. El inicio del final ha empezado", ha asegurado en la red social X Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda insumisa. El secretario general del Partido Socialista, Olivier Faure, ha sugerido la dimisión del ministro del Interior, que sale debilitado de este revés parlamentario.

La conocida popularmente como ley Darmanin tiene como objetivo facilitar y acelerar las expulsiones de los inmigrantes en situación irregular, así como aquellas personas extranjeras que hayan cometido delitos graves. En concreto, amplía la posibilidad de expulsar del territorio galo a aquellos extranjeros que llegaron a Francia antes de los 13 años, y también a los que viven desde hace más de una década en el país, en el caso de que hayan tenido “comportamientos que amenacen el orden público” o de violencia machista (o intrafamiliar).

El texto también pretende pasar de un tribunal colectivo a un solo juez los encargados de aceptar o rechazar las demandas de asilo. Se trata de una medida destinada a acelerar la gestión de esas solicitudes, pero criticada por las asociaciones humanitarias, quienes temen que disminuirá las garantías legales y aumentará el porcentaje de peticiones denegadas.

Para compensar estas políticas duras, la iniciativa legislativa incluía en un principio la creación de un permiso de residencia especial para aquellos trabajadores en profesiones con escasez de mano de obra. Durante su discusión en el Senado, esa medida fue suprimida. Finalmente, la versión que llegó este lunes a la Asamblea incluía un dispositivo bastante menos ambicioso.

Una ley "poco equilibrada"

"Se trata de un texto poco equilibrado y en que predomina una visión sobre la inmigración focalizada solo en la seguridad y la sanción", sostiene Marie-Laure Basilien-Gainche, profesora en derecho público en la Universidad Jean Moulin Lyon . Macron “está cometiendo el error clásico de muchos otros gobiernos conservadores en el presente. Puso la inmigración en el centro de la agenda legislativa para frenar electoralmente la extrema derecha, pero en realidad ha obtenido el resultado contrario”, explica a EL PERIÓDICO el politólogo Christophe Bouillaud, profesor en Sciences Po Grenoble. Los últimos sondeos pronostican la primera posición para el partido de Le Pen (con más del 25% de los votos) de cara a las próximas elecciones europeas, claramente por delante la formación del presidente (19%).

El difícil proceso legislativo de esta ley tiene lugar en medio de un clima político crispado y derechizado, marcado por la resaca de la revuelta a finales de junio en las banlieues, los recientes asesinatos de inspiración yihadista y las tensiones propiciadas por la sangrienta escalada en el conflicto palestino-israelí. Más allá de su auge en las intenciones de voto, el gran éxito de la extrema derecha francesa ha sido el avance de sus peones en la batalla de las ideas. Eso ha contribuido a instalar en una parte significativa de la sociedad la idea de una Francia desbordada por la inmigración.

Estos imaginarios ultras, sin embargo, no se ven correspondidos por la realidad estadística. El país vecino tiene un saldo migratorio positivo de unas 200.000 personas —una cifra bastante estable a lo largo de este siglo XXI— y las personas extranjeras representan el 10% de su población, un porcentaje inferior al de España (13%), según datos del Instituto Nacional de Estadística (INSEE). “Francia atrae cada vez menos a los extranjeros”, afirma Bouillaud. “Ha habido un ligero aumento de las demandas de asilo, pero el país no se ha confrontado a una oleada de refugiados como Alemania en 2015 o el año pasado Polonia con los ucranianos”, añade Basilien-Gainche, experta sobre esta cuestión.