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Estampa invernal en Campo de Marte, a los pies de la Torre Eiffel

Estampa invernal en Campo de Marte, a los pies de la Torre Eiffel / Reuters / Gonzalo Fuertes

Enric Bonet

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El atentado del pasado 2 de diciembre en el puente de Bir Hakeim y el muelle de Grenelle ensangrentó una de las zonas más turísticas de París: la de la Torre Eiffel. El yihadista Armand Rajabpour, un francés de 26 años con orígenes iranís que mató a un turista alemán e hirió a otras dos personas, eligió ese lugar por su “carácter simbólico”, aseguró Emmanuel Grégoire, el número dos del Ayuntamiento parisino. Con unos 7 millones de visitantes al año, la Torre Eiffel es uno de los monumentos de pago más visitados en el mundo. Ciudadanos de todos los continentes destinan una parte de sus ahorros para viajar hasta allí y hacerse el selfi de turno enfrente de la Dama de Hierro

A pesar de esta afluencia turística (o en parte a causa de ella), el Campo de Marte se ha ganado estos últimos años la reputación de ser uno de los lugares desagradables de París. Al llegar a esta gran explanada verde enfrente de la Torre Eiffel, un par de ratas dan la bienvenida al visitante con una de sus carreras frenéticas. Buena parte del césped resulta inaccesible, al estar en obras de cara a los Juegos Olímpicos del año que viene. Algunas de las vallas que lo delimitan están medio caídas. Un cierto desorden predomina en este lugar, pese a la imponente vista del monumento.

Cerca de la Torre Eiffel, los vendedores ambulantes interpelan al visitante en aras de ganar su jornal. Algunos de ellos lo hacen de manera incisiva y poco respetuosa. Personas disfrazadas de Mickey Mouse o King Kong intentan sacarse unos euros fotografiándose con los turistas. Otras, con menos escrúpulos, recurren a clásicas técnicas de estafa. Numerosos carteristas pululan por la zona. El ambiente resulta parecido al de otros de los lugares más turísticos del planeta —desde las Ramblas en Barcelona hasta Times Square en Nueva York—, pero refleja para algunos parisinos un supuesto afeamiento de la ciudad.

“No tengo miedo de los atentados, pero sí de que me roben”

“Hay demasiados turistas. Y a veces una no se siente segura en esta zona. Por mi cuenta, no me atrevería a caminar sola durante la noche”, reconoce Luna, 20 años, una estudiante francesa de Derecho mientras se pasea con su novio por el Campo de Marte. “Hay muchos soldados que patrullan por aquí. No tengo miedo de los atentados, pero sí de que me roben”, explica a EL PERIÓDICO Chloé Briant, de 23 años, una estudiante en una escuela de negocios que vive desde hace cuatro años en el barrio de la Torre Eiffel. "Hay robos, los parisinos se quejan… Pero, a pesar de todo ello, estoy orgullosa de vivir aquí, ya que es un símbolo de nuestro país”, afirma.

Una agente de policía británica, que se encontraba en la capital francesa como turista, sufrió una violación bucal en el Campo de Marte durante la noche del 16 de octubre. A finales de julio, otra mujer, de 27 años, fue violada por cinco hombres en ese parque. Estas agresiones machistas se suman a las peleas, también habituales en la explanada de la Torre Eiffel. La última de ellas ocurrió el 26 de noviembre, cuando un grupo de jóvenes delincuentes golpeó con una botella hasta seis veces en la cara a un vendedor ambulante. 

Todos estos sucesos hacen correr ríos de tinta en la prensa francesa, sobre todo en medios conservadores como 'Le Figaro' o el 'Journal du Dimanche'. “El barrio del Campo de Marte, vitrina de la capital, se ha convertido en un lugar realmente peligroso”, criticaba la semana pasada 'Le Figaro'. Según datos de la policía, este año se han producido más de 600 detenciones en la zona del Campo de Marte: 52 de ellas por robos con violencia, cinco por agresiones sexuales y 27 por juegos ilegales.

Obsesión de los detractores de Hidalgo

Aunque algunos de estos fenómenos delictivos, como los carteristas o los estafadores callejeros, resultan endémicos desde hace décadas, la situación se ha degradado desde el covid-19. Durante la pandemia, niños y adolescentes menores de edad no acompañados se instalaron por esa zona. Estos jovencísimos migrantes duermen en la calle, en los aledaños de la majestuosa Torre Eiffel. Algunos de ellos sufren problemas de drogadicción y cometen robos violentos. Según datos de la Federación de Actores de la Solidaridad, hasta 2.000 menores de edad duermen en la calle en Francia —un 20% más que el año pasado—, la mayoría de ellos en la región de París. Un problema enquistado, debido a los recursos insuficientes de los servicios sociales, que afecta a lugares turísticos.

Para frenar este deterioro, el Ayuntamiento multiplicó la presencia policial y unos 80 agentes patrullan por la zona. Esta también cuenta con 25 cámaras de videovigilancia. Unas medidas, sin embargo, insuficientes para la oposición municipal de Los Republicanos (LR, afines al PP). La conservadora Rachida Dati, presidenta del grupo municipal de LR y alcaldesa del distrito VII (el de la Torre Eiffel), pide que se cierre el acceso a una parte de la explanada durante la noche. 

La situación del Campo de Marte resulta, de hecho, una de las obsesiones de los detractores de la alcaldesa socialista, Anne Hidalgo, acusada de manera severa (y algo exagerada) de haber propiciado que la “ciudad de la luz” pierda su esplendor. El pesimismo crónico es uno de los deportes preferidos de los franceses. Y su visión sombría y con tintes de pesadilla sobre el barrio de la Torre Eiffel no se corresponde con las impresiones de muchos turistas. 

“Leí varios artículos en que decían que la zona estaba sucia y olía a pís, pero no he tenido esta sensación. Me ha parecido un lugar fantástico”, asegura Aby Rustia, de 28 años, una viajante procedente de Filipinas. “En Rusia, se habla mucho de que París es un lugar inseguro y lleno de migrantes, pero no me lo ha parecido”, añade Marina Vikalova, de 29 años, una turista rusa. Una visión compartida por Antonio, de 26 años, un científico barcelonés que aprovechó el puente de la Constitución para visitar la capital francesa: “Nos habían dicho que había meados por todos lados, pero no hemos sentido nada de eso. Tampoco hemos visto chinches. Me parece que está mucho más sucia Barcelona”.

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