Mano de hierro

Dos ministros chinos desaparecidos en dos meses: Xi Jinping también purga a sus fieles

Asad viaja a Pekín en busca de reconocimiento y fondos para la reconstrucción de Siria

Putin viajará en octubre a Pekín para mantener "conversaciones sustanciales" con Xi

El ministro de Defensa chino, Li Shangfu, durante un encuentro en Singapur el pasado 2 de junio.

El ministro de Defensa chino, Li Shangfu, durante un encuentro en Singapur el pasado 2 de junio. / CAROLINE CHIA / REUTERS

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es un patrón conocido. La febril agenda de Li Shangfu, ministro de Defensa, queda interrumpida de repente, la rumorología se desboca y el Gobierno alega "razones de salud". A su itinerario sólo le resta el anuncio oficial del cese para calcar el de Qin Gang, ministro de Exteriores. Li y Qin han sido expurgados de aquel rocoso equipo de acólitos del que se rodeó Xi Jinping tras sellar su inédito tercer mandato. El trajín de sillas corrobora tanto su mejorable juicio para elegir colaboradores como su poder absoluto para rectificarlo. 

Li y Qin han sucumbido tras menos de un año. Ambos añadían sus cargos en el Consejo de Estado a su cartera ministerial. Su relevancia, sin embargo, es menor a la que les correspondería en un consejo de ministros al uso: la dirección política en China corresponde al partido, que no al Gobierno. Li y Qin tenían funciones protocolarias, de diálogo con sus homólogos extranjeros, pero sin mandato ejecutivo. A sus ceses, sin embargo, no les falta simbolismo.

Tampoco faltan las diferencias. A Qin le perdió un lío de faldas contra el estricto código ético impuesto por Xi a sus cuadros. La prensa estadounidense ha confirmado esta semana lo que ya se intuía: cayó por el hijo extramatrimonial que tuvo con la periodista de una televisión hongkonesa con pasaporte estadounidense durante su mandato como embajador en Washington. Lo de Li parece más serio porque apunta a una purga en el Ejército Popular de Liberación. La desaparición de Li fue precedida por el sorprendente cese de dos generales de la unidad de élite establecida por Xi para gestionar el armamento nuclear.

Renovación de la élite militar

Más de un centenar de altos funcionarios de las Fuerzas Armadas han sido despedidos desde que Xi ordenara su campaña anticorrupción más de una década atrás. El estamento tenía una justificadísima reputación turbia. La asentada costumbre de subastar los cargos al mejor postor, sin importar sus méritos, ponía en riesgo la eficacia del Ejército en un escenario bélico, mientras los numerosos negocios vinculados (inmobiliarios, hospitalarios, lúdicos…) llenaban los bolsillos de los gerifaltes. Xi renovó la élite al completo y privó al Ejército de las actividades lucrativas. El margen para los chanchullos se ha reducido pero no ha desaparecido. Persiste en los contratos de suministro, tan onerosos como opacos. Ahí radica el problema. Li había presidido entre 2017 y 2022 el Departamento de Desarrollo de Equipos, encargado de las adquisiciones, y sobre el que meses atrás Pekín anunció una investigación.

Parece el final de la carrera de Li, con más credenciales logísticas que méritos militares. La cuestión se resolverá, a más tardar, en el Foro Xianghan del mes próximo en Pekín, un encuentro internacional en el que le corresponde al ministro de Defensa chino abrir el debate. Si Li no aparece, Pekín necesitará a otro ministro con urgencia.

Su figura no ha eludido la polémica. Está en la lista estadounidenses de sancionados tras la presunta compra china de armamento ruso y en ese castigo ha justificado en los últimos meses Pekín su negativa a restablecer el diálogo militar con Washington. "Su corrupción tiene que haber sido muy seria porque China no quiere que el cese de alguien en la lista de sanciones de Estados Unidos sea interpretado como un gesto de buenas intenciones", señala Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de South Carolina.

Historia de purgas

No se entiende el Partido Comunista de China sin purgas. Abundaron con Mao, que incluso condenó a todo el país al holocausto moral de la Revolución Cultural para librarse de los que le afeaban sus desmanes. Ninguno de sus sucesores se ha aplicado tanto como Xi, quien recibió un partido carcomido por la corrupción. Los caídos durante sus primeros años podían explicarse por las intrigas palaciegas. Los actuales, ya no.

En el último Congreso del Partido se deshizo del resto de clanes políticos y se rodeó de fieles. Lo son Li y Qin, destituidos por sus propios errores. "Todos son vistos como sus protegidos así que sus rápidas destituciones, cualquiera que sea la razón, eleva las dudas sobre su criterio o su investigación de los antecedentes. Y a la inversa, Xi también puede usarlas a su favor esgrimiendo que factores como la corrupción son prioritarios sobre la lealtad personal", juzga Anthony Saich, sinólogo de la Harvard Kennedy School.