Crisis en Argentina
Javier Milei: el ideario político de un ultraderechista pop
La victoria del ultra Milei en las primarias coloca Argentina al borde del precipicio
Javier Milei, un ultra forjado en las tertulias televisivas devenido en imán del desencanto
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
En febrero de 2019, la Otacon Party de la ciudad de Buenos Aires, un espacio dedicado a los fanáticos del anime y otras variantes del cómic, tuvo un inesperado capítulo político: la aparición del "capitán Anarco Libertario", dispuesto a combatir a los Estados que dispensan ayudas a los menos favorecidos. Vestía un traje amarillo y negro. Una mano sostenía una lanza con tres espigas de acero. La capa, al ras del suelo. Detrás de su antifaz se escondía Javier Milei. Cuando los seguidores del economista, en su mayoría jóvenes, comenzaron a disfrazarse de la misma manera, la ultraderecha argentina, históricamente minoritaria, había ganado una batalla cultural que acaba de materializarse en las primarias. Milei se presenta socialmente como el azote de la "casta", para promover la ley de la selva del capital de la misma elite que dice combatir. La noche del domingo en la que parece haber llegado a su cumbre, liberado de todo pudor, no hizo más que recordar con su vozarrón de excantante de una banda imitadora de los Rolling Stones, Everest, la misión que se había autoasignado aquel verano en el que se presentó como un superhéroe: terminar "con la aberración de la justicia social".
"Hola a todos! yo soy el león/ rugió la bestia en medio de la avenida". Cada acto comienza con esa canción de La Renga, un grupo de rock local que está en sus antípodas y que se ha quejado del uso de su música. En este caso, Milei ha hecho una excepción a su defensa irrestricta del derecho de propiedad. El hombre que podría gobernar Argentina siempre ha combinado la excentricidad y el apego a ideas radicales que respeta a rajatabla.
Seis años antes de convertirse en el "capitán Anarco Libertario", Milei tuvo una suerte de epifanía intelectual. Cayó en sus manos Monopolio y competencia, un libro Murray Rothbard y, de manera religiosa, se convirtió a su libertarismo de derecha. Si hasta ese momento era un economista neoclásico, el exportero de fútbol quiso seguir el mismo itinerario de Rothbard, quien en los 60 había sido hippy y, bajo el peso de la decepción, fundó el Partido Libertario estadounidense para promover la buena nueva de la que, años más tarde, abrevaría el trumpismo. La lectura fue iluminadora: "Durante más de 20 años estuve engañando a mis alumnos. Todo lo que enseñé sobre estructuras de mercado está mal". De ese libro nacen algunas de las posturas más provocadoras, entre ellas la compra y venta de órganos, y la eliminación de toda instancia reguladora.
La motosierra
A medida que las encuestas comenzaban a cuantificar su ascenso político, Milei cambió el tridente del fantasioso "capitán Anarco Libertario" por la imagen de la motosierra. La máquina, en sus manos, no busca cortar árboles sino la misma matriz del Estado, con su Banco Central incluido. La influencia de Rothbard se ha mezclado con La desnacionalización del dinero, el libro clásico de Friedrich Hayek, el fundador de la Escuela Austríaca de economía, que propone la libre competencia de las monedas y es la base de su plan de dolarización.
Desde que se hizo un lugar en las tertulias televisivas, en 2015, Milei alternó la actitud pendenciera y gritona con el presunto saber docto. Esa tensión entre espectáculo y academicismo ramplón, que incluye varios libros de su autoría, como Mi defensa y El camino del libertario, lo llevó al mismo teatro. El consultorio de Milei fue la plataforma con la cual comenzó a seducir a algo más que televidentes ocasionales. Lo iban a ver jóvenes. Ellos salían de la sala con un nuevo lenguaje. Milei introdujo en el habla pública la figura del "parásito" estatal. Sobre el tinglado, lo linchaba con un palo de hockey. "Considero al Estado como un enemigo; los impuestos son una rémora de la esclavitud". Si llega a ser presidente, escuelas, universidades, hospitales, todo pasará por la fuerza dentada de su motosierra.
El excantante es taxativo: "Si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia. Porque la mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente. Y, sobre todas las cosas, la mafia compite", dijo, sin ruborizarse. Milei ve en el papa Francisco la misma encarnación demoníaca. Bautizado católico, se ha inclinado al estudio de la Torá bajo la tutela de un rabino conservador. El libertario defiende la vida a ultranza, y eso lo lleva a combatir tanto el aborto como la pena de muerte. La vida privada de los hombres y mujeres no le interesa, y por eso sería permisivo frente al uso de las drogas y la unión entre personas del mismo sexo.
Liberland
Cuando se vistió como un superhéroe, Milei dijo: "Vengo de Liberland, una tierra creada por el principio de apropiación originaria del hombre. Una tierra de siete kilómetros cuadrados entre Croacia y Serbia, un país donde no se pagan impuestos, un país donde se defienden las libertades individuales, donde se cree en el individuo y no hay lugar para colectivistas hijos de puta". La "república libre" de Liberland, en la orilla occidental del río Danubio, se parece a su universo imaginado: sin mediaciones estatales de ningún tipo. Ese grado "cero" del Estado es, para Milei, una utopía realizable. Y con su motosierra retórica quiere convertir en aserrín uno de los principios de equidad que el peronismo instituyó hace 70 años y que nunca se cumplió cabalmente en un país con tantos golpes de Estado: "Donde hay una necesidad hay un derecho". Se le atribuye a la Eva Perón más plebeya. Ni siquiera muchos gobernantes peronistas se la han tomado muy en serio e hicieron lo contrario, como el neoliberal Carlos Menem (1989-99). Milei pondera aquellos años, y por eso ha sumado a su equipo a Roque Fernández, que fue uno de sus ministros de Economía.
Sostiene que el cambio climático no existe. Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climátic (IPCC) son para él ficciones. "El calentamiento global es otra de las mentiras del socialismo". Milei es un artista del negacionismo. Sus diatribas, por estas horas, sintonizan con la desesperación de parte de los argentinos pauperizados que ya no creen en nada. La cara del economista, con su melena impostada, viaja en las redes al estilo de las reproducciones de Andy Warhol. Un ultra pop.
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