Rescate en Colombia

La hazaña de los cuatro niños de la selva: la otra cara de la violencia armada en Colombia

Hallan con vida a los cuatro niños perdidos hace 40 días en un accidente aéreo en Colombia

Manuel Ranoque, el padre de los niños que estuvieron perdidos en la selva, a su llegada al hospital de Bogotá en el que están ingresados.

Manuel Ranoque, el padre de los niños que estuvieron perdidos en la selva, a su llegada al hospital de Bogotá en el que están ingresados. / RAUL ARBOLEDA / AFP

Abel Gilbert

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"Hace falta escarbar mucho para encontrar en un suceso que haya logrado unir a todo un país en torno a una alegría profunda". El editorial del diario bogotano El Tiempo ha dado cuenta del júbilo que supuso el hallazgo de los cuatro niños indígenas después de errar 39 días por la selva del Guaviare. Tres días más tarde, Lesly Jacobombaire Mucutuy, de 13 años, continúa su recuperación en la capital de Colombia junto con sus hermanos Soleiny, Tien y Cristin en un hospital militar. Ellos reciben atención médica y psicológica y las visitas de los uniformados que participaron en su búsqueda. Poco a poco, sale a la luz el origen de la tragedia aérea a la que sobrevivieron y su conexión con conflictos políticos de larga data en ese país.

Manuel Ranoque, el padre de los menores, ha asegurado que la razón por la que Magdalena Mucutuy se subió con sus hijos a una avioneta se debió a las amenazas que él había sufrido del Frente Carolina Ramírez, un grupo disidente de las FARC que no se sumó al acuerdo de paz que la guerrilla firmó con el Gobierno de Juan Manuel Santos, en 2016. "Voy a vivir de tiempo completo en Bogotá porque tengo problemas: me están buscando", dijo. Ranoque asegura que se ha convertido en "objetivo" de ese grupo armado porque conoce toda la zona de la Amazonía colombiana. Y negó que, como se ha publicado en algunos medios, su familia hubiera escapado por razones de violencia de género. "Yo no tengo nada que ver con ningún maltrato familiar. Esas son patadas de ahogado porque quieren quitarme a mis hijos y apoderarse de ellos", dijo y responsabilizó a la familia de su difunta esposa.

Por su parte, el abuelo de los niños, Narciso Mucutuy, negó de plano que la madre se mantuviera con vida cuatro días después del accidente aéreo. "Eso es mentira", le dijo a la revista Semana.  Lo que Lesly, la mayor, le ha relatado, es que la avioneta cayó "y se fueron unos sobre otros en un solo golpe". A don Narciso no le ha sorprendido la capacidad de resistencia que tuvieron sus nietos en la peor adversidad. "Nosotros los indígenas desde los tres años ya empezamos a enseñar poquito a poquito, cuando ya tienen cinco años nosotros los sacamos a la selva. Los llevamos por el río enseñándolos a pescar, por el monte enseñamos a comer frutas, qué fruta se come, qué fruta no se come, hay frutas venenosas".

Solo agua para la bebé

Cristin se quedó muy tempranamente sin la leche materna. Lo que se alojaba en el biberón administrado por la hermana mayor a cuentagotas. Cuando ya se acabó, contó el abuelo a Semana, "ella buscaba agua y le echaba en el tetero (biberón), sin dulce, sin nada, pura agua". Y cuando perdió el biberón, "ella hacía una copita con hojas de árbol".

Los niños, asegura, han llegado a Bogotá "muy desnutridos, golpeados, del golpe de la avioneta, maltratados, pero eso ya es de sanar". Se alimentan como corresponde "y los abuelos también ya están haciendo los rituales para que ellos coman". En medio de la ola de solidaridad y empatía, el abuelo piensa en el "día después" de ellos, cuando el estremecimiento noticioso quede atrás, y por eso hizo una petición al presidente Gustavo Petro: "Que nuestros nietos tengan estudios, que el Gobierno nos ceda una casita aquí en Bogotá, que tengan una mejor vida".

Desigualdad y violencia

La odisea de los cuatro hermanos le dio otra visibilidad a un problema muchas veces soslayado en Colombia: la suerte de las 115 comunidades originarias. "De cara al futuro este episodio tiene que servir de guía: en torno a una buena causa se produjo un encuentro entre seres humanos de distinto origen y poseedores de conocimientos de diversa índole que fue posible articular", señaló El Tiempo en su editorial, como si se tratara de un sorprendente descubrimiento citadino, al comentar el modo en que comunidades indígenas y militares participaron de las tareas de rescate.

La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) denuncia sistemáticamente ante la ONU y la Organización de Estados Americanos (OEA) desplazamientos internos de integrantes de varias de sus comunidades como consecuencia de la violencia armada. La ONIC saludó el rescate de los infantes pero, a la vez, reiteró al Gobierno la necesidad de "evidenciar las causas de los hechos ocurridos que originaron el siniestro" para, de esta manera, "establecer una ruta que nos lleve a identificar soluciones ante las condiciones de inseguridad y ausencia efectiva de transporte en los territorios". La otra amenaza es ambiental. Pocas semanas antes del desastre aéreo, el pueblo indígena U’wa llevó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) su demanda al Estado de Colombia por la devolución de tierras que son explotadas ilegalmente por la industria petrolera.