Guerra de Ucrania

EL PERIÓDICO, en el Donbás: La 'apisonadora' rusa intenta rodear Bajmut

El Ejército de Ucrania aspira a establecer una nueva línea de defensa en los suburbios de esta localidad del Donbás, que el Kremlin aspira a capturar en el primer aniversario de la invasión

Los bombardeos son constantes en poblaciones próximas como Chasiv Yar o Kalinivka, donde los civiles malviven sin luz ni electricidad y muchos rezan para que no lleguen los rusos

La ofensiva rusa siembra el pánico en el Donbás

Marc Marginedas | Enviado especial

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Ruge la maquinaria de guerra rusa en cuanto la furgoneta se adentra en las desiertas y nevadas avenidas de Chasiv Yar, una pequeña localidad dormitorio a menos de una decena de kilómetros al oeste de Bajmut, la capital del distrito homónimo y cuya conquista Vladímir Putin aspira a blandir como trofeo de guerra con ocasión del primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania. Entre el estruendo seco y constante de los disparos de artillería, indicio incuestionable de la proximidad de las tropas del Kremlin, las fuerzas defensoras aspiran a detener la ofensiva rusa de invierno en este preciso punto geográfico, convertido, de forma temporal, en una suerte de centro logístico para la evacuación de heridos y civiles procedentes de la ciudad asediada. Los lugareños, mientras tanto, malviven sin luz, televisión o agua corriente, y la mayoría, aunque con excepciones, asegura confiar en las promesas del Gobierno de Volodímir Zelenski, cuyos representantes aseguran, por activa y por pasiva, que establecerán aquí una nueva línea defensiva y que las fuerzas ocupantes serán detenidas antes de que lleguen a sus hogares.

Alla Vrizhnichenko.

Alla Vrizhnichenko. / MARC MARGINEDAS

Enfundada en un vistoso abrigo de piel y hasta coqueta y pizpireta pese a los desastres de la guerra, Alla Vrizhnichenko, de 52 años, descarta que las tropas rusas amenacen a la población, haciéndose eco de las declaraciones de sus propias autoridades. "No llegarán aquí, los nuestros los detendrán", valora en tono firme junto a un edificio donde se reparte ayuda humanitaria entre los locales. Alla eleva la voz y emplea con intención la palabra rusa nashi , que en castellano viene a significar "los nuestros", para dejar claro en qué bando del conflicto ha depositado su lealtad y sus esperanzas. No tiene intención de abandonar su hogar en Chasiv Yar, donde posee tierras de cultivo, y cuida de vacas y hasta patos. Eso sí, hace ya "dos meses" que no acude a Bajmut debido a la ferocidad de los combates que allí están teniendo lugar. "Antes íbamos a visitarnos al hospital, había dos mercados muy buenos...", suspira.

La historiografía oficial data como fecha oficial del inicio de la batalla de Bajmut en el mes de agosto, una vez los ocupantes rusos de Ucrania se hicieron con el control de Lisichansk y completaron la conquista de la vecina provincia de Lugansk. No obstante, los bombardeos en el interior del casco urbano han sido constantes desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, convirtiendo la existencia cotidiana de sus habitantes en algo así como una lotería mortal, como pudo comprobar EL PERIÓDICO en mayo pasado. En los últimos meses, los combates han sido encarnizados, y el bando ucraniano ha llegado a acusar a Rusia de enviar a una muerte segura a sus propios soldados, lanzando a las líneas ucranianas oleadas de combatientes con un absoluto desprecio por la vida humana. El Gobierno de Kiev acaba de instar a los cerca de 6.000 habitantes que aún quedan en el interior de la ciudad a abandonarla, ante la posibilidad de que los ocupantes rusos logren finalmente cerrar la tenaza en torno a ella.

"Atacan todo el rato"

Oleg Radchenko, en una calle de Chasiv Yar.

Oleg Radchenko, en una calle de Chasiv Yar. / MARC MARGINEDAS

Oleg Radchenko, de 74 años e inválido "del segundo grupo", clasificación que le tipifica ante las autoridades sanitarias ucranianas como un enfermo mental, admite tener mucho miedo por los bombardeos rusos. "Atacan todo el rato y la gente muere; lo he visto", insiste. Pese a las privaciones y a la amenaza de un Ejército ruso aproximándose, ha decidido quedarse, suceda lo que suceda. "Aquí están enterrados mis padres y mis familiares, en dos cementerios; soy el único que queda para limpiar y cuidar de sus tumbas, no los abandonaré", promete, con el rostro oculto tras unas gafas de sol y abrigado con una guerrera de camuflaje.

Olga Belaus, en el centro de resistencia que regenta junto a Natasha Saks.

Olga Belaus, en el centro de resistencia que regenta junto a Natasha Saks. / MARC MARGINEDAS

Escenas casi idénticas se repiten en Kalinivka, un pequeño asentamiento de casas de dos pisos a apenas un par de kilómetros de Chasiv Yar en dirección norte. Aquí, en los locales de una escuela cerrada, Olga Belous y Natalia Saks regentan un -así denominado- centro de resistencia, donde ofrecen a quienes no han emprendido la huida, entre otros servicios, una cama, un té caliente, o incluso la posibilidad de recargar móviles y linternas. "No hay luz en toda la ciudad y aquí tenemos un generador", aclara Olga, quien, en tiempos de paz, ejercía de educadora en esta misma guardería. "No quiero que me evacúen porque si todo el mundo se va, ¿quién se va a dedicar a los que aún quedan aquí, que son los ancianos y pobres?", se pregunta. Al igual que Alla, confía en que las tropas ucranianas cerrarán el paso a los invasores.

Natasha Saks, en la zona destinada al descanso del centro de resistencia de Kalinivka.

Natasha Saks, en la zona destinada al descanso del centro de resistencia de Kalinivka. / MARC MARGINEDAS

Su compañera Natalia, en cambio, no las tiene todas consigo y desconfía de las promesas gubernamentales. Se queja de la falta de información y lamenta desconocer lo que sucede "incluso a una decena de kilómetros" de Kalenivka. "Vivimos en un total aislamiento", critica. Si los rusos acaban entrando en su ciudad, promete, una y otra vez, que no será evacuada. "¿Para qué? ¿para acabar durmiendo en un polideportivo en Kramatorsk? Yo ya no tengo edad", adelanta.

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