Tensión Rusia Ucrania
Los rescatistas del Donbás
Un equipo de doctores y paramédicos radicado en Bajmut acude a rescatar a civiles de los bombardeos y a evacuar militares del frente de guerra
Marc Marginedas
Periodista
Premio 'Cirilo Rodríguez' al mejor corresponsal en el extranjero (2013), Premi Nacional de Comunicació (2013) y Premio Luka Brajnovic de Periodismo (2019). Autor de 'Periodismo en el campo de batalla: 15 años tras el rastro de la yihad'. Protagonista del documental 'Regreso a Raqqa' (2022)
En teoría, la carretera permite solo circular a apenas 70 u 80 kilómetros por hora, pero Vova Bobalo, originario de la provincia de Lviv, conduce su ambulancia a velocidades que en muchos momentos llegan a superar los 120 kilómetros por hora. Sabedor de que su condición de vehículo para la evacuación de heridos no le protege de un eventual bombardeo ruso, considera que apretar el acelerador es la mejor forma de preservar la seguridad del equipo médico y humano que transporta, a pesar de los innumerables baches y socavones que presenta esta ruta local de la región del Donbás, amén de lo estrecho de la calzada, flanqueada por arbustos y prados, que a duras apenas permitiría el paso de un segundo vehículo en dirección contraria si éste aparece.
A bordo de la furgoneta se hallan el cirujano Ihor Alekseiev, además de Bohdan Marchuk, estudiante de medicina de 25 años en sus últimos cursos y un militar que hace las veces de consejero de seguridad. Dotada con camilla y material de primeros auxilios para asistir a heridos, la discreta pick up se adentra a diario en estas peligrosas rutas, bombardeadas de forma recurrente por las fuerzas enemigas, para recoger, con la mayor discreción posible, en puntos geográficos secretos y acordados previamente, a los últimos heridos procedentes del frente de batalla, ya pertenezcan al Ejército, ya se trate de civiles afectados por las bombas. El equipo, dirigido por Svitlana Druzenkoi y perteneciente al Primer Hospital Móvil de Voluntarios Mikola Pigorov -un célebre médico del siglo XIX considerado como el padre mundial de la cirugía de campaña- tiene como sede la localidad de Bajmut, en el Donbás bajo control ucraniano, aunque permanece constantemente en alerta y se mueve casi a diario por toda la región. Nadie cobra un duro por su tarea, pese al enorme desgaste personal y familiar que ello supone.
"El tipo de heridas que principalmente tratamos son impactos de metralla, en el caso de los civiles, en todas partes del cuerpo; en el caso de los militares, al llevar un chaleco antibalas que les protege, las heridas son más frecuentes en las extremidades y no tanto en el abdomen", constata Svitlana. Esta mujer asegura haber visto de todo en estos largos meses de experiencia que ha atesorado tratando a heridos de la guerra con Rusia, pero los casos que más le sorprenden son los pacientes que presentan síntomas que, en principio, se corresponden con los que provocan los ataques químicos. "He visto a pacientes que tosen, se muestran desorientados, mareados; pero no podemos decir nada más", subraya, admitiendo a la vez su incapacidad para determinar qué tipo de sustancias se han podido emplear.
Ambulancia aparcada entre los arbustos
Nada más llegar al punto de encuentro, Vova aparca la ambulancia, pintada de camuflaje, entre los arbustos de la cuneta. Cualquier medida de prudencia es poca para asegurarse de que no es divisado por las fuerzas rusas, que vigilan constantemente el territorio, ya sea desde sus posiciones a escasos kilómetros o mediante drones, aviones no pilotados. Serhyi Speed, (velocidad en inglés) el militar al cargo de la seguridad de la comitiva, un hombre que prefiere no mencionar su apellido por seguridad y que ha sido así apodado por sus compañeros de armas por lo rápido que puede llegar a correr, comienza a dar instrucciones: "si pasa algo, hay que ocultarse detrás de esos matorrales; si sucede algo más grave, hay que esconderse bajo ese puente", asegura, mientras señala una cercana acequia
En caso de que aparezcan los heridos, el grupo tiene claros los protocolos de actuación: "la prioridad son mantener las constantes vitales, es decir, la respiración y el flujo sanguíneo, lo demás es secundario", señala el cirujano Aleksiev. "Preferimos aburrirnos a tener trabajo; un día sin nada qué hacer es un buen día", añade Vova.
Hay que estar preparado en todo momento, porque la necesidad de actuar puede surgir en cuestión de segundos; a veces, ni siquiera es necesario acudir al frente de guerra. Tras un par de días de inactividad, el equipo recibe una llamada a primera hora de la tarde, y Vova tiene que agarrar su furgoneta a toda prisa y enfilar junto con Svitlana y el resto del equipo en dirección desconocida, sorteando vehículos e ignorando señales de tráfico dentro de la propia ciudad de Bajmut. Y es que proyectiles de origen desconocido acaban de reventar, hace una media hora, un edificio de apartamentos en un barrio periférico de la ciudad. Para cuando llegan, el edificio, un sector del cual está ardiendo, ha colapsado debido a la violenta explosión, pero apenas hay algunos contusionados que tratar con lesiones menores. El grueso del trabajo aquí, en realidad, es para los bomberos, que al cabo de una hora empiezan a extraer bolsas negras con cadáveres en su interior.
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