Mundial de Qatar

El dilema de los vecinos de Mbappé: “Tenemos el corazón dividido, pero preferimos que gane Marruecos”

Los habitantes de la ciudad de Bondy, en la periferia de París, afrontan la semifinal futbolística entre Francia y Marruecos con sentimientos contradictorios

Mbappé marcó un doblete ante Polonia en octavos del Mundial de Qatar

Mbappé marcó un doblete ante Polonia en octavos del Mundial de Qatar / AFP

Enric Bonet

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“Tanto si gana Francia como si gana Marruecos, estaremos contentos”. Ahmed, de 57 años y que trabaja como ingeniero de telecomunicaciones, afronta la semifinal del miércoles Marruecos-Francia como si no fuera un partido como los otros. Como muchos de los 700.000 francomarroquíes que residen en el Hexágono, encara este singular encuentro del Mundial de Qatar con un dilema: ¿debe apoyar a la selección del país que “me lo ha dado todo”? ¿O al equipo de sus orígenes? Una duda que se acentúa en el caso de los habitantes de Bondy, la ciudad del nordeste de la periferia de París conocida a nivel internacional por haber crecido allí un tal Kylian Mbappé.

En el bar La Rotonde, situado casi al lado de la estación de cercanías de Bondy, muchos de sus clientes conversaban sobre el fútbol. “Tenemos el corazón dividido, pero este se decanta un poco más por los marroquíes, dado que los franceses ya ganaron dos veces el Mundial”, explica a EL PERIÓDICO Ahmed, oriundo de la ciudad de Saidia, pero que inmigró con 22 años a la región de París.

“Los más jóvenes prefieren una victoria de Francia, pero los de mi generación sentimentalmente nos sentimos más cercanos al país de origen”, reconoce este ingeniero, quien se tomaba un café en ese bar, con un aspecto más bien moderno. Esta preferencia se ve reforzada al tratarse de un duelo de David contra Goliat: “Si Marruecos no gana ahora el Mundial, tendremos que esperar un siglo para lograrlo”.

“Con el fútbol habla la sangre”

Una opinión compartida por muchos de los habitantes de Bondy, sobre todo aquellos de origen magrebí. Situada a unos 10 kilómetros al nordeste de París, esta localidad, de unos 55.000 habitantes, es un espejo bastante fidedigno de la popular Seine-Saint-Denis, la provincia más pobre de la Francia metropolitana y con más de un tercio de la población de origen extranjero. Muchos de sus vecinos sienten una gran simpatía por los bleus. Especialmente, por dos de sus jugadores nacidos en esta ciudad y que se educaron futbolísticamente en las filas del As Bondy: el central William Salba y el goleador Mbappé, el ídolo futbolístico incontestable para los franceses.

“Es un duelo entre dos países amigos. Si al final gana esta Francia multicultural, también me alegraré”, afirma Brahim, 56 años, un camionero francomarroquí que se tomaba una cerveza en La Rotonde. Al conjunto de los Mbappé, Dembélé, Hernandez, Guendounzi o Griezmann —un genuino reflejo de la mestiza población francesa, algo detestado por la ultraderecha—, le ha salido una dura competencia con la también multicultural Marruecos. No solo 13 de sus jugadores nacieron en Europa —lo que la convierte en la selección de los hijos de los inmigrantes—, sino que también su seleccionador Wahid Regragui, quien nació y creció en Francia, ha destacado que las hazañas de su equipo sirven “para escribir un capítulo de la historia de África”.

“Hasta ahora no me he interesado demasiado por este Mundial de Qatar, ya que refleja la hipocresía actual del fútbol. Pero, si gana Marruecos, me alegraré, ya que esto será positivo para África”, destaca Abdel, de 48 años, un taxista que desafiaba el lunes por la tarde las temperaturas bajo cero fumando un cigarrillo en la entrada del bar L’Inédit. Casi enfrente de ese local y en la avenida République, cercana al Ayuntamiento de Bondy, donde se alternan las casas unifamiliares con pequeños bloques de viviendas, Hocine es el propietario de una panadería. “En general, me siento más francés que marroquí. Pero con el fútbol habla la sangre y prefiero que gane Marruecos”, asegura este francomarroquí, de 47 años.

“Nada que ver con un Francia-Argelia”

“No hay una gran rivalidad entre ambos países, no tiene nada que ver con lo que sucedería con un Francia-Argelia”, sostiene este panadero, antes de atender a una clienta que le pide una baguette. “Marruecos no era una colonia, sino un protectorado”, añade, dando por buena una inexacta versión oficial sobre el pasado de un país, cuya descolonización no resultó precisamente pacífica. El duelo del miércoles no será el primero en que los franceses se enfrentan a una excolonia suya. La derrota contra Senegal en la Copa del Mundo de 2002 ya dejó un sabor amargo. Hace apenas dos semanas, los bleus ya fueron derrotados por Túnez en Qatar en un partido prácticamente intrascendente. Sin duda, el duelo con un recuerdo más doloroso fue el Francia-Argelia de 2001, marcado por los silbidos contra la Marsellesa y una invasión de campo.

Sin embargo, este Francia-Marruecos se celebrará bajo un ambiente bastante más calmado, al menos entre los franceses y marroquíes que conviven en territorio galo. A pesar de que las relaciones diplomáticas entre París y Rabat no pasan por su mejor momento —hay ciertas tensiones por la restricción de los visados dados a los marroquíes y por el espionaje a través de Pegasus de Macron y otros dirigentes galos—, las opiniones públicas viven más bien al margen de ello.

El pasado sábado, tras las respectivas victorias contra Portugal e Inglaterra, se vivieron imágenes de fraternidad y alegría compartida entre aficionados franceses y marroquíes en los Campos Elíseos. Incluso hubo cánticos de “el que no salte no es francomarroquí”. Una bella celebración popular manchada por algunos incidentes con la policía, protagonizados por una evidente minoría de las 20.000 personas reunidas en la majestuosa avenida parisina.

A pesar de ello, la extrema derecha ya los ha aprovechado para caldear el ambiente. “Cuando la euforia popular se produce en Marruecos, no hay incidentes. Cuando esta sucede en Francia, esto termina con disturbios y enfrentamientos con la policía. Me gustaría entender porqué”, declaró Éric Zemmour, presidente del partido ultranacionalista Reconquista. “Estoy preocupado por el Francia-Marruecos. ¿Qué sucederá? Tengo mucho miedo”, advirtió el intelectual islamófobo Alain Finkielkraut. Unos discursos destinados a exacerbar el resentimiento de cara al miércoles por la noche, cuando una de las aficiones sentirá el gusto amargo de la derrota.

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