Guerra en el Este de Europa
La furgoneta de los refugiados: "Traemos de Ucrania al Empordà a tres madres y cuatro niños"
Dos ucranianos han recorrido 5.000 kilómetros desde Catalunya hasta Polonia para llevar ayuda humanitaria y rescatar a tres madres con cuatro hijos a cargo
"Duele muchísimo ver así a tu país pero a la vez te sientes orgullosa de todo el apoyo humanitario que está llegando y de poder ayudar a estas familias a salir de este infierno". Así es como Lluba Kavatsyuk, una joven ucraniana afincada en el Alt Empordà, ha vivido los cuatro días de travesía por Europa junto a su cuñado, Adrii Shtablavyi, hasta llegar a la frontera ucraniana con Polonia. Han descargado cajas de alimentos, medicamentos, ropa, chalecos antibalas y cascos de combate para los ucranianos en el frente o en el exilio polaco. De vuelta, han salvado a tres madres madres con cuatro hijos. Todos ellos ya han sido acogidos con sus familiares en Platja d'Aro.
La más pequeña en ruta es Sofía, un bebé de 4 meses cuyos llantos se cuelan en la entrevista, los mismos que han puesto en jaque el descanso de Lluba y Andrii. "Haremos lo que podamos, sino ya dormiremos cuando lleguemos a casa", bromea Kavatsyuk desde el volante. Salió desde l'Empordà la noche del pasado domingo y, desde entonces, ha estado encerrada en una furgoneta cruzando Europa. "Desde que empezaron los bombardeos, Andrii y yo necesitábamos hacer algo. Él propuso ir al frente, pero yo pensé que podríamos hacer otra cosa, ya que una persona en el frente tampoco ayuda mucho", explica la chica mientras Andrii continúa conduciendo. Han hecho 5.000 kilómetros en furgoneta para llevar comida, material sanitario y equipamiento militar.
Abrumados de solidaridad
"Pedimos a nuestra empresa unos días de fiesta para hacer el trayecto. Su respuesta fue enorme. No solo nos dejó ir, sino que nos prestó otra furgonetas, nos dio ropa para los refugiados, comida y material para los animales domésticos que han sido abandonados en Ucrania. También nos pagaron toda la gasolina", cuenta Lluba, abrumada por la solidaridad que están demostrando los pueblos de l'Alt Empordà con las donaciones de material humanitario. "Ventalló, l'Escala, Sau, Figueres... todos se están volcando con la recogida de material humanitario para los ucranianos que se han quedado en el país y los que están en la frontera sin nada", agrega.
Voluntarios en la frontera
La entrevista con EL PERIÓDICO se desarrolla mientras la furgoneta cruza las carreteras francesas, ya de regreso a casa. "La respuesta de toda Europa es enorme y, cuando ves la entrega de los voluntarios, es bestial. Llegamos a las cuatro de la mañana y nos pusimos a descargar la primera furgoneta", cuenta Lluba. Tras dormir un par de horas, descargaron el resto del material, incluida la comida para los perros y gatos que se han quedado atrapados en la guerra. "Contactamos con unos voluntarios que, a pesar del conflicto, se están haciendo cargo de los animales que las familias han tenido que abandonar", explica.
Pero Lluba y Adrii no vuelven con las manos vacías, traen consigo a tres madres con cuatro niños. "La verdad es que, en el primer momento, quisimos traer a nuestros familiares que están en Ucrania", se sincera Lluba. Habla de sus padres, primos, tíos, amigos y vecinos. "Nos dijeron que no, que preferían quedarse a resistir, combatir y defender su país. Se niegan a abandonar, prefieren morir luchando", añade. "Es bastate duro saber que podríamos haberlos llevado a un lugar seguro. Cada día hablamos con ellos y tenemos que despedirnos pensando que será la última vez", reconoce. Pero han salvado otras vidas.
Reencuentro emotivo
Noticias relacionadasLa recogida de estas familias se organizó a través de la redes sociales. "Explicamos por los grupos de Facebook, Telegram y Whatsap que nos íbamos a la frontera. Se nos llenó el móvil de mensajes para que llevaramos hasta Catalunya a familiares que estaban en Polonia", explica. "Son mujeres con niños que han tenido que dejar a sus maridos en Ucrania porque no les dejan salir, deben combatir", agrega Lluba. Dice que esas madres están completamente destrozadas y abatidas. De su prole, la más pequeña del grupo es Sofia, un bebé de apenas un año. La mayor, una niña de ocho años que va dando cabezaditas en el hombro de Lluba mientras sostiene el volante.
Ayer la furgoneta llegó a Catalunya, y Lluba y Andreii presenciaron el reencuentro de estas madres y niños con sus abuelos y parientes en Catalunya. "Se abrazaron, lloraron... fue muy emotivo", cuenta Lluba. Un reencuentro que ellos no han podido tener con los suyos. Se han convertido en una especie de ángeles de la guarda para las otras familias. "Es un gesto muy pequeño", se excusa ella. Un gesto que probablemente volverán a repetir en los próximos días. Gestos pequeños, trayectos larguísimos que salvan vidas de la guerra.
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