Elecciones en septiembre
Poder Verde: los ecoliberales alemanes a la conquista del poder
El partido, fundado en 1980, tiene por primera vez opciones de ser la fuerza más votada y liderar un Gobierno federal
Andreu Jerez
Periodista
Los Verdes alemanes nunca habían estado tan cerca de ganar unas elecciones federales. Las actuales encuestas los sitúan holgadamente por encima del 20% e incluso por delante de la unión conservadora de la CDU-CSU a cuatro meses de la cita con las urnas. Por ello decidieron nominar a una candidata oficial a la cancillería por primera vez en sus cuatro décadas de historia – hasta ahora siempre se habían presentado con un dúo por la inverosimilitud de liderar un Gobierno federal –: Annalena Baerbock tiene la opción de convertirse en la primera canciller verde de la historia.
La política de 40 años –uno menos que su partido– encarna a la perfección el momento dulce que vive la formación ecoliberal: joven, bien preparada, disciplinada, ambiciosa y con un punto de rebeldía, Baerbock asume el reto, no exento de riesgos, de ganar los comicios generales del próximo septiembre.
El camino recorrido hasta aquí por la fuerza política de moda en Alemania no ha sido fácil: denostado desde sus inicios como un partido de lunáticos ecologistas y pacifistas antisistema, Los Verdes han tenido que batallar con las divisiones internas prácticamente desde su fundación en un pabellón municipal de Karlsruhe en enero de 1980. Ese cisma fundacional se ha proyectado claramente a lo largo de las últimas décadas en la batalla entre el ala “Realo”, más pragmática, pactista y defensora de la 'realpolitik', y la fracción más escorada a la izquierda, reacia a entrar en gobiernos y más apegada a la esencia contestataria original .
Unidad como divisa
Esa lucha interna ha lastrado la vocación de gobierno de los ecoliberales a lo largo de los últimos 16 años, desde que Angela Merkel llegó al poder tras desalojar a una coalición de socialdemócratas y verdes. Pero algo cambió en enero de 2018: Annalena Baerbock y Robert Habeck se hicieron con la presidencia bicéfala del partido. Se prometieron entonces dirigirlo dejando en un segundo plano los intereses de las dos facciones. Si antes las diferencias internas se ventilaban de puertas a afuera, ahora la proyección de unidad es la divisa fundamental aunque haya disenso interno.
Los Verdes alemanes son hoy una engrasada máquina política y electoral que proyecta un estilo desenfadado y espontáneo milimétricamente calculado, explica Ulrich Schulte en su libro Die grüne Macht. Wie die Ökopartei das Land verädnern will (El poder verde. Cómo el partido ecologista quiere cambiar el país). El periodista del diario berlinés 'Taz', que cubre desde hace años a los ecoliberales, expone la evolución del partido: tras sus inicios caóticos y extravagantes, marcados estéticamente por las prendas de lana y las barbas, fueron asumiendo responsabilidades políticas, primero a nivel local y regional, para entrar finalmente en 1998 en su primer gobierno federal de la mano del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder.
En lo más alto del poder político se vieron obligados a asumir contradicciones y apoyaron decisiones poco comprensibles para su base y sus electores, como los recortes de gasto público y las reformas neoliberales de la Agenda 2010, o la intervención militar sin mandato internacional de la OTAN contra Serbia que supuso la primera participación de tropas alemanas en un conflicto internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El verde Joschka Fischer, entonces ministro de Exteriores, fue el gran defensor del ataque.
Flexibilidad polítca
Hoy, a las puertas del final de la era Merkel, con los dos grandes partidos tradicionales –CDU y SPD– en decadencia y la cuestión climática ocupando un papel central en la agenda por los innegables efectos del cambio climático, Los Verdes alemanes parecen haber encontrado la fórmula para ocupar la centralidad del tablero político. “Son lo suficientemente flexibles para llegar a acuerdos con todo lo que el espectro democrático ofrece: desde conservadores duros hasta posiciones muy a la izquierda”, escribe Ulrich Schulte.
Esa flexibilidad se refleja en las coaliciones en las que Los Verdes participan actualmente a nivel regional: en Baden-Württemberg –el único estado federado con un primer ministro ecologista–, gobiernan con los democristianos de la CDU; en Berlín, lo hacen con los socialdemócratas y los poscomunistas de Die Linke; y en Renania-Palatinado, han reeditado con los socialdemócratas y los liberales del FDP una Coalición Semáforo, llamada así por los colores de los tres partidos.
“Baerbock y Habeck han conseguido centrar al partido y hacerlo más atractivo para un mayor número de electores. Es interesante escuchar cómo votantes de la CDU o el FDP dicen ahora públicamente que les gustan Los Verdes”, reflexiona Lisa Caspari, periodista del semanario 'Die Zeit'. Pero Caspari se muestra cauta: “No es la primera vez que Los Verdes tienen muy buenos porcentajes en las encuestas antes de unas elecciones federales, y por culpa de un par de escándalos durante la campaña acaban cosechando un mal resultado. Y eso puede volver a ocurrir”.
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