Macron mira a De Gaulle

Macron, durante su visita a una escuela esta semana en Poissy.

Macron, durante su visita a una escuela esta semana en Poissy. / periodico

Eva Cantón

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Igual que nadie esperaba que un exbanquero de 39 años pusiera patas arriba el tablero político francés hace justo ahora tres años, tampoco estaba previsto que un virus invisible obligara a revisar de manera tan radical los principios con los que Emmanuel Macron llegó al Elíseo.

La crisis sanitaria ha dejado al descubierto las fallas del “nuevo mundo” del presidente y ha puesto en cuarentena todas las reformas pendientes, incluida la que generó el mayor conflicto social en 30 años: la de las pensiones. Macron se olvida también de las virtudes de la globalización y del neoliberalismo para mirar de cerca al general De Gaulle dándole peso a un Estado protector que acude al rescate de Air France y paga la factura de los expedientes de regulación de empleo.

 ¿Es el fin del macronismo? Sí, responde el politólogo del Centro de Investigación de Sciences Po (Cevipof) Luc Rouban en conversación telefónica con EL PERIÓDICO. “Macron no podrá seguir con su política de adaptación a la mundialización reduciendo costes en determinados sectores. Tendrá que tomar decisiones presupuestarias en las que no se puede ser al mismo tiempo de izquierdas y de derechas”, analiza.

Cambio de modelo industrial

La dependencia china, evidente al ver lo difícil que es conseguir una mascarilla, o la deslocalización de empresas pueden tener los días contados si Macron lleva a la práctica su reciente promesa de lograr la soberanía industrial francesa en sectores estratégicos y alejar determinados bienes y servicios de la ley del mercado. En opinión de Rouban, el presidente “se acerca al gaullismo clásico”. Es decir, al regreso del Estado y la intervención pública.

“Está claro que no podemos retomar la legislatura donde la dejamos”, reconoce el líder de La República en Marcha (LREM), Stanislas Guérini. La era post Covid-19 será clave en el horizonte electoral del 2022. Si antes de la epidemia todo parecía jugarse entre Macron y Marine Le Pen, ahora pueden llegar nuevos competidores del llamado “viejo mundo” y reaparecer la tradicional división izquierda-derecha.

“Nada permite hoy decir que Macron llegará a la segunda vuelta en las próximas presidenciales”, aventura el politólogo, convencido de que el mundo post pandemia se parecerá más al de los años 70-80 del pasado siglo que al del siglo XXI.

Escándalos y conflictos

El 7 de mayo del 2017, con la fastuosa pirámide del Louvre de fondo, Macron celebraba ante miles de simpatizantes el 66% de los votos que le dieron la victoria frente a la ultraderechista Marine Le Pen. Arropado por una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, la legislatura arrancó a velocidad de crucero encadenando sin obstáculos durante año y medio reforma tras reforma, desde la flexibilización del mercado laboral hasta la controvertida transformación de la compañía estatal de ferrocarril (SNCF).

La buena estrella le guió hasta que en julio del 2018 estalló el escándalo protagonizado por un guardaespaldas llamado Alexandre Benalla que hizo tambalear los cimientos del Elíseo y marcó el inicio de una mala racha que vio la dimisión de dos ministros emblemáticos, Nicolas Hulot (Ecología) y Gérard Collomb (Interior).

Primeras grietas

El apoyo entusiasta hacia el joven presidente empieza a fisurarse. Una medida simbólica, la supresión del Impuesto Sobre la Fortuna (ISF), se convertirá pronto en el pecado original del presidente.  

Igual que nadie estaba preparado para afrontar una pandemia, en la cúpula del Estado nadie vio llegar a finales del 2018 la revuelta de los ‘chalecos amarillos’ contra la subida del precio de la gasolina que puso a Macron contra las cuerdas obligándole a sacar la chequera, rebajar sus niveles de arrogancia y recorrer el país durante meses celebrando debates maratonianos.

Ahora, tendrá que reinventarse de nuevo, como le dijo a los franceses el pasado 13 de abril: “Salgamos de los caminos trillados, de las ideologías y sepamos reinventarnos. Yo el primero”.