comicios en el país norteamericano

Trudeau logra un segundo mandato en Canadá, pero pierde la mayoría absoluta

Los independentistas del Quebec triplican sus escaños tras una década en caída libre

justin trudeau

justin trudeau / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Justin Trudeau podrá gobernar cuatro años más al frente del segundo país más grande del mundo tras haber superado la reválida de unas elecciones que se plantearon como un plebiscito sobre su liderazgo. El Partido Liberal del primer ministro se impuso claramente en escaños a los Conservadores de Andrew Scheer, pero tendrá que buscar apoyos de otras fuerzas políticas para gobernar tras perder la mayoría absoluta que conquistó en 2015.

El resultado arroja un país más dividido y marca el final de la luna de miel entre los canadienses y su carismático líder, golpeado por varios escándalos y una política de equilibrios rechazada por parte del electorado. El otro gran triunfador de los comicios es el independentista Bloque Quebequés, que ha triplicado sus escaños para convertirse en la tercera fuerza del Parlamento tras una larga travesía por el desierto. 

“No queremos que nadie pase dificultades, buscamos la prosperidad para todos y, si nos unimos en torno a un objetivo común, sé que podremos conseguirlo”, dijo el primer ministro de 47 años a sus seguidores en Montreal, horas antes de madrugar para dirigirse a una estación de metro y agradecer a los canadienses su apoyo haciéndose ‘selfies’ con ellos en el andén.

Aprovechar la debilidad

Su partido ha obtenido 157 escaños, 13 menos de los necesarios para la mayoría absoluta y 27 menos que en las elecciones de hace cuatro años. También ha perdido en el número total de votos, superado por los Conservadores de Scheer, que se han quedado con 121 escaños, 22 más que en 2015. A pesar de todo, la incapacidad del antiguo presidente de la Cámara de los Comunes para aprovechar la debilidad de Trudeau podría poner en peligro su liderazgo al frente del centro-derecha. 

La mayor decepción se la han llevado los partidos a la izquierda de los Liberales de Trudeau, tanto la Nueva Democracia (NDP) del sij Jagmeet Singh, el primer político no blanco en liderar uno de los grandes partidos canadienses, como Los Verdes de Elisabeth May. El primero ha perdido casi la mitad de su poder, particularmente ante el avance de los soberanistas en Quebec, y se ha quedado muy lejos de revalidar la ‘ola naranja” del 2011.

El segundo ha mejorado sus resultados, pero se queda con tres escaños, lejos de las previsiones más optimistas. Ambos partidos, en cualquier caso, serán determinantes para que Trudeau pueda avanzar su agenda legislativa, desde la subida de los impuestos a las emisiones de carbono y las grandes empresas a la cobertura pública de los medicamentos. 

El anverso de la decepción en las filas de la izquierda más purista es el Bloque Quebequés, que hace solo un año luchaba por su supervivencia sumido en una profunda crisis de liderazgo. La llegada al frente del partido de Yves-François Blanchet, que ha aparcado el debate sobre la independencia para centrarse en reforzar el autogobierno del Quebec, ha acabado propiciando la resurrección de los soberanistas, que habrían aprovechado también las posiciones de Ottawa para cuestionar leyes aprobadas en la provincia francófona. El Bloque obtuvo 32 de los 338 escaños en la Cámara de los Comunes, su mejor resultado en una década que le servirá para recuperar la influencia en la capital del país.  

Campaña bronca

La victoria de Trudeau, encumbrado hace cuatro años como héroe del progresismo por sus ambiciosas políticas, su juventud y su rica oratoria, llega tras una campaña bronca y poco inspiradora, más centrada en la personalidad de los candidatos que en los asuntos que más preocupan a los canadienses. El primer ministro ha tenido que capear un sinfín de ataques personales que han cuestionado su autenticidad y la solidez de sus principios. 

Desde su firme postura contra el cambio climático, que quedó empañada cuando su Gobierno compró por más de 3.000 millones de dólares un gigantesco oleoducto, a su apuesta por un liderazgo transparente y ético, que voló por los aires cuando su fiscal general le acusó de presionarla para interferir en la investigación criminal contra la constructora SNC-Lavalin.

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