ESCÁNDALO JUDICIAL EN BRASIL

Perfil | Sergio Moro, el héroe con los pies de barro

De abiertas simpatías conservadoras, el exjuez ve impotente cómo se pierde un prestigio construido con ayuda de Estados Unidos

El ministro de Justicia de Brasil, Sergio Moro, durante un acto oficial este martes.

El ministro de Justicia de Brasil, Sergio Moro, durante un acto oficial este martes. / periodico

Abel Gilbert

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En setiembre del 2017 se estrenó la película de Marcelo Antunez 'Policía Federal. La ley es igual para todos'. El filme cuenta en parte la historia de Sergio Moro, el juez provincial que en julio de ese mismo año había condenado a ocho años de prisión a Luiz Inácio Lula da Silva por haber recibido un apartamento de parte de un empresario. Moro estuvo presente en la gala de estreno y fue tratado como una celebridad más de la ficción. Su rostro adusto y la sobreactuada convicción de sus principios lo habían convertido en estandarte de la ascendente ultraderecha de Brasil. Todavía faltaba más de un año para el triunfo electoral de Jair Bolsonaro.

Nunca ocultó su raigambre conservadora.  Declarado admirador del presidente estadounidense, Donald Trump, y su lejano antecesor Theodore Roosevelt, recordado por su exaltación del "gran garrote (big stick)", Moro adquirió una súbita relevancia en el marco de las investigaciones del 'caso Lava Jato' que desnudaron los modos oscuros de financiación de la política a través de la obra pública y, en particular, la petrolera estatal Petrobras.  Poco y nada se sabía antes de él. Su nombre, sin embargo, ya había aparecido en las filtraciones de WikiLeaks del 2009 como participante de una jornada de entrenamiento en contraterrorismo que se realizó en Estados Unidos.

Moro no tardaría en alcanzar los primeros planos noticiosos a medida que se debilitaba el Gobierno de Dilma Rousseff. La corrupción en Petrobras minó la credibilidad de los partidos tradicionales y poderosos empresarios. El juez estuvo en la primera línea del combate ejemplar. La película de Antunez lo presenta como un sabueso implacable. Pero desde que el exagente de la CIA Edward Snowden reveló que la NSA se había infiltrado en la red informática Petrobras, se sabe que la causa Lava Jato no pudo haber comenzado sin los millones de 'mails' y llamadas telefónicas relacionadas con el funcionamiento de la petrolera en poder de la inteligencia norteamericana.

Premio de Bolsonaro

Moro tuvo desde el principio un blanco selectivo: Lula. "¿El apartamento es suyo?", quiso saber cuándo se vieron cara a cara. El expresidente lo negó. "¿Seguro?", insistió el interrogador. "Seguro", repitió el interrogado. "¿Entonces no es suyo?", volvió a preguntar Moro y se encontró con la misma respuesta.  "¿Ni un poquito?", machacó el magistrado, sin suerte. "¿O sea que usted niega que sea suyo?", se empecinó. "Lo niego", escuchó de Lula. "¿Y cuándo lo compró?", se obstinó. "Nunca", le contestó. "¿Y cuánto le costó?", perseveró. Con los meses, dictó sentencia. Bolsonaro lo premió con el Ministerio de Justicia. Moro esperaba tener un lugar en el Tribunal Supremo. Todo parece indicar que ha comenzado su eclipse.