CRISIS EN EL PAÍS CARIBEÑO
La falta de agua hunde aún más en la desolación a los venezolanos
En medio de la escasez hasta las viejas botellas se cotizan en el mercado negro: todo sirve para acumularla
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
Abel Gilbert
Meury Rivero es una psicóloga popular en Venezuela. Los programas televisivos la convocan un día para hablar sobre los problemas de los niños en las escuelas y otro acerca de los efectos emocionales del éxodo masivo. Como no podía ser de otra manera, Rivero aconsejó a sus atribulados conciudadanos cómo sobrellevar los trastornos derivados de los apagones, especialmente la falta de agua. “Al no tener cubiertas esas necesidades la persona se desestructura, y se le hace muy difícil conectarse con otras actividades”, reconoce. Los esfuerzos son inusuales. “Todos sentimos un cansancio que no sabemos de dónde viene”.
La escasez de agua no es nueva en Caracas. Pero con los apagones, que el Gobierno calificó de “golpe eléctrico”, se ha llegado a una situación cotidiana nunca experimentada. Hay zonas donde el líquido indispensable falta desde el 7 de marzo. La empresa Hidrocapital dice que se realizan ingentes esfuerzos para reactivar el bombeo del sistema de tuberías que abastecen a la capital y sus alrededores. Mientras, la prensa ha denunciado situaciones en las que se ha ido a buscar agua a lugares insalubres como las riberas del río Guaire e, incluso, alcantarillas.
Hay que hacer lo necesario para cocinar o bañarse. Esperar a los camiones cisterna o, estos últimos días, obtener bidones, garrafas o botellas vacías de todos los tamaños posibles. Sus precios han empezado a cotizarse en alza en el mercado negro. Rivero explica que en medio del trasiego se activa en exceso la producción de cortisol, como se conoce la hormona del estrés, “y no tenemos cómo sacarlo”. A la gente le duele el pecho y aumenta su presión arterial. Tiene problemas para dormir. Unos carecen de apetito y otros comen todo lo que encuentran.
Tánques de plástico
El ministro de Salud, Carlos Alvarado, ha reconocido las “dificultades” que tienen algunos establecimientos, como los hospitales, por los problemas en el suministro de agua. Rosa González lo ha comprobado. Ella tiene a su hijo internado en el Hospital Clínico Universitario y le contó al portal 'Efecto Cocuyo' cómo sube y baja escaleras para obtener agua de siete tanques de plástico habilitados para los pacientes. “A veces hasta se forman colas para poder llenar las botellas”. Rosa guarda sus reservas de agua en un armario de la habitación. La usa para limpiar el inodoro y lavarse las manos constantemente. A veces quiere gritar bien fuerte para descargar sus frustraciones. No está sola en ese desasosiego. La ira es colectiva. “Podemos tener reacciones emocionales exageradas”, admite la psicóloga mediática y sugiere ser más prácticos: refugiarse en la espiritualidad, respirar profundo, hacer deportes. Rivero se abstiene de proponer cómo asearse luego.
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