Maduro no es Chávez

ANTONI TRAVERIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las clases medias, junto a una parte importante de desengañados de las bases mismas del movimiento chavista, son los causantes de la amplia e indiscutible derrota del Gobierno de Nicolás Maduro, el heredero elegido por Hugo Chávez para sucederle. El gran triunfo de una oposición tan heterogénea se produce en la primera de las elecciones que ha enfrentado Maduro desde su muy estrecho triunfo presidencial en abril de 2013. El hartazgo provocado por las torpezas, disparates y excesos del presidente Maduro, en comunión con una economía de subsistencia, con desabastecimiento de productos básicos de consumo, una inflación que supera ya el 210% anual, las fundadas sospechas de corrupción, los elevados índices de homicidios, la persecución hasta el encarcelamiento de cargos políticos electos o el uso de la justicia en beneficio del poder ejecutivo, son algunas de las numerosas causas de un profundo malestar social que hacían presagiar el rotundo fracaso oficialista en esta elección parlamentaria.

Por si alguien tenía dudas, Maduro no es Chávez, ni por asombro, a pesar de los esfuerzos cotidianos de Maduro por imitar a su mentor, no sin llegar al esperpento. Es probable que a partir de hoy afloren con mayor nitidez las divisiones en el seno de los dirigentes bolivarianos. Las voces críticas en el seno del chavismo han mantenido cierta prudencia en sus expresiones públicas de contrariedad ante el evidente deterioro de la acción de gobierno. Atención especial merecerán los movimientos que pueda realizar Diosdado Cabello, el hasta ahora poderoso presidente de la Asamblea, con enorme influencia en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. La afrenta sufrida alimentará un debate interno intenso, no exento de enfrentamientos, en la perspectiva, además, de un largo periodo restante hasta las elecciones presidenciales previstas para 2019.

FIN DE UN LIDERAZGO INDISCUTIBLE

Tal vez sea ahora un buen momento para recordar algunos hechos del pasado reciente. Desde los graves sucesos del 27 de febrero de 1989, las tensiones y la violencia contaminaron a la sociedad venezolana. El caracazo fue la consecuencia de la degradación de un sistema político que tocaba fondo. En sólo diez días, desde aquél 27 de febrero hasta el 8 de marzo -sin cifras oficiales contrastadas- desparecieron más de 2000 personas y se contaron los cadáveres de otras 300 por la represión militar de la población civil. El accionar político de aquél segundo gobierno del socialdemócrata populista Carlos Andrés Pérez, con mayoría absoluta de diputados, activó el nacimiento del liderazgo de Hugo Chávez.

Los partidos políticos tradicionales venían sufriendo un enorme desprestigio social a partir del viernes 18 de febrero de 1983. Aquél Viernes Negro comportó una espectacular devaluación del bolívar respecto al dólar, la nacionalización del petróleo, dificultades endémicas en el pago de la deuda externa e inestabilidad institucional. Ese fue el origen de la progresiva degradación social, empobrecimiento, exclusión y  marginación de una parte importante de ciudadanos. Expulsados del sistema, desmoralizados, cualquier oferta que les involucrara, que propusiera su participación, su inclusión en un proyecto de ruptura; que combinara al mismo tiempo los conceptos de justicia social, redistribución de la riqueza y exaltación del patriotismo, podía ponerles en pie, movilizarles.

Sin las profundas decepciones provocadas por el accionar político de los socialdemócratas de Acción Democrática y los socialcristianos de la Copei, Hugo Chávez jamás hubiera tenido éxito con su proyecto radical. En la elección de 1998 Hugo Chávez sería elegido presidente con un porcentaje del 58% y en el 2000 lograría acercarse al techo del 60%. Ganó todas elecciones y sólo perdió un referéndum en 15 años. Un liderazgo indiscutible hasta su muerte el 5 de marzo de 2013. Y a partir de ahí el imparable declive, condicionado también por la progresiva distensión en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el reciente triunfo de la derecha en Argentina y la fragilidad del gobierno de Dilma Rousseff en Brasil. Decididamente, no parece haber chavismo sin Chávez. Y lo que es seguro que no existe el madurismo, aún con Maduro en la presidencia.