ANÁLISIS

Venezuela no funciona, Maduro no enamora

RAMÓN LOBO

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Algunos medios de comunicación llevan tantos años agitando las calamidades del chavismo, casi desde que Hugo Chávez ganó su primera elección en 1999, que cuando la situación en Venezuela es catastrófica nos parece propaganda. Es muy difícil informar de una realidad tan polarizada y manipulada. El problema no está solo en los periodistas sino en los lectores que demandan una trinchera: con ellos o con nosotros.

Este domingo están en juego mucho más que 167 escaños de la Asamblea Nacional, lo que está en juego es un modelo de socialismo que no funciona. Sin la figura de su fundador, muerto de cáncer en marzo de 2013, y la caída de los precios del petróleo, hoy en torno a 40 dólares por barril, lejos de los 140 de junio de 2008, Venezuela sufre un hundimiento económico que afecta a la vida cotidiana, a los suministros y a la Sanidad. El país depende en el 89% de sus exportaciones petroleras. Todo el sistema de ayudas, encauzado a través de las misiones, dependía de estos ingresos.

El Gobierno del presidente Nicolás Maduro, el sucesor elegido por Chávez, da muestras de debilidad política al endurecer su discurso: amenazar con el “yo o el caos” e insinuar que cualquier resultado contrario sería un golpe de Estado.

LA ESCASEZ

Es probable que la escasez que padecen los venezolanos se deba en parte, como sostiene Maduro, al boicoteo de algunos empresarios y a los enredos de las fuerzas contrarias al chavismo, pero obvia su fracaso como gestor por mucho que prohíba al Banco Central publicar las estadísticas de la inflación; así no frena la espiral de precios, un 159% este año y más de 200% en 2016 siempre que el petróleo no descienda de los 40 dólares.

Maduro une su incompetencia, la falta de carisma de Chávez y la mala suerte. Según el FMI, la economía se va a contraer un 10% en 2015 y un 6% en 2016. De confirmarse convertiría a Venezuela en el país con peores resultados de crecimiento del mundo, si se exceptúan aquellos en guerra como Siria.

En las elecciones presidenciales de abril de 2014, ganadas por Nicolás Maduro por una diferencia de 1,49% respecto a Henrique Capriles, el candidato de la oposición unida, el chavismo perdió 600.000 votos. Todas las elecciones ganadas de manera rotunda por Chávez contaron con observadores internacionales que avalaron el proceso, pese a sus imperfecciones. En las elecciones de 2014 hay más dudas; se presentaron numerosas denuncias de fraude y hubo peticiones de un nuevo recuento que fueron rechazadas por la autoridad electoral elegida por el chavismo. Las elecciones del domingo pintan mal para Maduro: un 55,6% de los venezolanos se inclina por la oposición, según Reuters.

En estos 600.000 votos, que pasaron del chavismo sin Chávez a Capriles pese a que los comicios se celebraron en medio de la emotividad por la muerte del líder carismático, está el relato verdadero de lo que sucede en Venezuela, de cómo personas que amaron y votaron a Chávez han dejado de creer en sus sucesores y en las promesas de socialismo.

El Gobierno ha tratado de mantener la fidelidad de sus votantes con gestos poco efectivos. En 2015 hubo cuatro aumentos del salario mínimo para compensar la espiral de precios. Ese salario mínimo, que está en 9,6 bolívares, unos 10 dólares al cambio en el mercado negro, es inferior al que paga Cuba, según cuenta Olivia Archdeacon, en un buen texto publicado en CapX bajo el título “Is Venezuela about to vote out socialism?”.

Si Venezuela es un país rico en petróleo y en pobres, algo debe hacer mal el Gobierno. No es suficiente la excusa de la mano exterior, de la CIA, que es probable que no sea inocente en muchas de las cosas que pasan, como el alumbramiento de una oposición más agresiva, la que representa el encarcelado Leopoldo López. El Gobierno de Maduro ha respondido a cada desafío político con un lenguaje cada vez más autoritario y belicoso, alejado de los Lula, Mujica, Morales, Bachelet…

Si Maduro pierde los fieles sociológicos del chavismo, perderá el poder. Esos votantes están en las clases más desfavorecidas, a los que Chávez sacó de la pobreza en los tiempos de la burbuja petrolera, a los que enseñó a leer y les dio derechos; los hizo visibles tras 40 años de inexistencia cuando muchos de los que hoy militan en la oposición apoyaban Gobiernos dedicados al saqueo, como el de Carlos Andrés Pérez, presunto socialista y amigo de Felipe González. Esa amistad inhabilita al español como mediador pese a que gran parte de sus denuncias son ciertas: un país dividido, sin puentes. Un situación muy peligrosa.