Los precedentes
Amar con discreción
Francia ha encadenado presidentes con una fama de mujeriegos que tardó en trascender
Alrededor del féretro de François Mitterrand, en 1996, se produjo una escena histórica. Sus dos familias, la oficial, con su esposa Danielle Gouze, y la oficiosa, con su amante Anne Pingeot, se reunieron por primera vez ante su tumba. El relativismo moral francés se exponía en toda su extensión. La envidia de las sociedades que aspiraban a una convivencia sin prejuicios. El sueño salvaje de los políticos de todo el mundo con inclinación a la doble vida.
Durante casi 20 años como jefe de Estado, Mitterrand se rodeó de mujeres con cargo político. Y no descuidó la seducción en los descansos del ejercicio del poder. El presidente tuvo dos mujeres, una viviendo en el Elíseo y con la que alumbró tres hijos, y otra, a apenas 500 metros de distancia, con la que tuvo a otra hija. Oficialmente, ambas familias jamás coincidieron.
La prensa apenas dio detalles de esta doble vida, ni de su tendencia a cortejar a más mujeres. Hubo que esperar al último año de su presidencia para que la revista Paris-Match descubriera que Danielle era en realidad una esposa fiel y resignada a sufrir en silencio los garbeos amorosos de su marido.
El silencio ha caracterizado el manual de la prensa francesa ante la vida privada de sus mandatarios. Y no porque no hubiera material. Desde Valéry Giscard d'Estaing, pasando por Mitterrand y Chirac, y llegando a Sarkozy, Francia ha generado presidentes con fama de mujeriegos empedernidos.
Giscard d'Estaing, que dirigió Francia de 1974 a 1981, acumuló leyendas, más o menos veladas, que alimentaban su reputación de ligón. Hace cinco años dio mecha al rumor de un affaire con Lady Di a raíz de la publicación de su segunda novela sobre un presidente galo que mantiene una relación con una princesa de Gales. ¿Alusión autorreferencial?
De Chirac, que gobernó de 1995 al 2007, existe una bibliografía considerable sobre su afición a las féminas. En una biografía, su esposa Bernadette de Courcel relató la dificultad de vivir con un hombre «guapo» que tiene un «enorme éxito» con las mujeres. Muchas veces le advirtió de que «el día que Napoleón dejó a Josefina, lo perdió todo». El propio Chirac confesó con clase su debilidad poco antes de dejar el poder. «Ha habido mujeres a las que he amado tan discretamente como he podido».
Nicolas Sarkozy no temió divorciarse en plena presidencia. Lo hizo de Cecilia Ciganer, su segunda esposa, para caer en brazos de Carla Bruni, celebridad pop. Era la primera vez que algo así ocurría en la historia rosa del Elíseo. Y sin escándalo.
Ese, el del escándalo, es apartado reservado a Dominique Strauss-Kahn, exdirector del FMI y candidato inevitable a la presidencia francesa por el Partido Socialista hasta la violación de una mujer de la limpieza en Nueva York. Luego hasta se le acusó de proxenetismo. Francia pudo tener como presidente, no a un seductor, sino a un depravado.
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