Fado, el cansancio del alma fuerte de Portugal

PATRICIA Ameijeiras

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Amor y celos, ceniza y fuego, dolor y pecado. Todo esto existe. Todo esto es triste. Todo esto es fado", así definía el fado la gran Amalia Rodrigues. Pero fado también es Alfama. Y si no, que se lo pregunten a Maria Joao, una mujer de 69 años, que lleva toda la vida cantándolo por las serpenteantes y estrechas calles del barrio lisboeta de Alfama, donde aprendió a cantarlos cuando tenía ocho años.

María la Portuguesa, desde Ayamonte hasta Faro canto este fado por los rincones, entona María Joao, cuando descubre que somos españoles. Después, comienza a indicarnos donde están las mejores casas de fados, pero nos aclara: "El mejor se escucha en cualquier patio de Alfama, el más sentido, el del pueblo". Y es cierto, pasear por Alfama es oír fado, tanto por la mañana, cuando su son sale por las ventanas de las casas, como al final de la tarde, cuando en las calles se reúne un grupo a cantar fados. En Coimbra, el fado está conectado a las tradiciones académicas de la universidad.

La palabra Fado proviene del latín fadum, destino. Su origen se remonta a mediados del siglo XIX y parece que nació en los prostíbulos. Fueron los señoritos puteros los que lo llevaron a los palacios y así el fado pasó de ser la música de la clase más baja a la música de la élite. En el siglo XX se generalizó y con la dictadura de Salazar se profesionalizó, para cantarlo era necesario el carnet de fadista y presentar letras, lo que llevó a que muchos poetas se centraran en él y lo convirtiesen en poesía.

En Alfama, cuyo nombre proviene del árabe Al Hamma, que significa baños o fuentes, está la cuna de esa alma portuguesa que es el fado. Ese que internacionalizó Amalia Rodrigues y que ahora tiene en Marizza, Dulce Pontes o Missia --de madre catalana--, a sus mejores embajadoras. Pero fuera del ámbito profesional, el fado sigue vivo en gran parte gracias a esos cantantes espontáneos y anónimos de barrios como el de Alfama o a Moureria.

No hay una tasca, un restaurante o una taberna de Alfama en la que al menos una de sus empleadas cante fados y que no esté dispuesta a cantar al primero que esté dispuesto a oír. De hecho, muchas de ellas, como Ana Cardoso, camarera de la taberna Largo de Sá Rafael, han grabado un CD y se lo venden a los turistas. "En él están todas las canciones que interpreto cada noche en el restaurante acompañada de una viola --nombre con el que se conoce a la guitarra española-- y de una guitarra portuguesa", explica Ana, que le gustaría vivir del fado pero "está muy complicado".

A veces, tanto en las calles como en las tascas, se unen espontáneos, tanto portugueses como extranjeros, porque, según María Joao, aunque el fado es típicamente portugués, al final vale para todos, porque "habla de melancolía, nostalgia o pequeñas historias del día a día". El que más gusta, sobre todo a los de fuera, dice, es el "fado corrido" porque "son historias divertidas, cantadas con ironía y con más ritmo". Sin embargo, esta fadista que admira a Amalia Rodrigues, coincide con el poeta portugués Fernando Pessoa en que al final "el fado es el cansancio del alma fuerte" de Portugal.