Situación enquistada

Tensión vecinal, pobreza y racismo: dentro de las naves ocupadas de la calle Salamina de L'Hospitalet

Quienes habitan estos inmuebles piden ayuda para poder dejar de ocupar y empezar a vivir de alquiler

Suspendido el desalojo de una cuarentena de personas en unas naves ocupadas de L'Hospitalet

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Àlex Rebollo

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“Yo soy muy amante de tirar petardos de esos gordos. No digo que se tengan que meter dentro porque originarían algo que no quiero: fuego. Pero sí amedrentar para que se vayan yendo”. “Les dices que no meen en la calle y te amenazan. Y algún día me voy a hartar”. “Vamos a hacer una barricada”. Estos son algunos de los graves comentarios de los vecinos de los alrededores de la calle Salamina de L'Hospitalet de Llobregat (Barcelonès) que se concentraron a la mañana siguiente de ser conocedores que se había aplazado el desalojo de unas naves ocupadas en las que viven alrededor de una cuarentena de personas.

Los vecinos se manifiestan cada semana desde hace dos meses para exigir el desahucio de los inmuebles. Confiaban en que este martes 18 de julio llegase al fin el desalojo que tanto asían, pero, sin embargo, una juez paralizó el proceso horas antes a falta de que el Ayuntamiento hospitalense concrete medidas de realojo para las personas vulnerables que habitan las naves. Una tarea compleja debido a la falta de vivienda pública en la ciudad para poder destinar a usos sociales.

El Ayuntamiento nos ha engañado. Si nos hubieran dicho desde el primer día que no podían… pero nos han ido haciendo promesas que no se han cumplido”, explica Juan Jiménez, vecino de la zona, en relación al aumento de la crispación.

Los recintos ocupados se encuentran en un extremo del barrio de Santa Eulàlia que queda delimitado por las vías de tren de Renfe y por la avenida Carrilet. Un “pequeño pueblo” dentro de la segunda ciudad de Catalunya en la que los vecinos, muchos de ellos ya jubilados, se conocen de toda la vida. “Cuando al principio entró gente [a finales de 2018], no se notaba ninguna alteración de la convivencia. Simplemente pensábamos: ‘Ya se apañará el dueño’”, sigue Juan, quien asevera que a lo largo de los últimos años las molestias y el incivismo se han multiplicado.

Residentes y vecinos cercanos de unas naves ocupadas en L'Hospitalet

Vecinos cercanos a las naves de la calle Salamina protestan tras enterarse de que se suspendió el desalojo. / Manu Mitru

“La exigencia de los vecinos, y yo los apoyo al cien por cien, es que si hay una persona que necesita ocupar un local o una nave porque no tiene donde vivir, pues para estar en la calle mejor que esté allí. Pero lo que no puede ser es todo lo que se genera alrededor del barrio”, dice Imán Aisa (PSC), concejala del Distrito III de L’Hospitalet -en el que se incluye el barrio de Santa Eulàlia- y que estuvo presente durante la concentración vecinal.

"Preferiríamos poder vivir de alquiler"

Alrededor de una cuarentena de personas malviven en la actualidad en las naves ocupadas de la calle Salamina de L’Hospitalet, al menos 15 de las cuales se encuentran en situación de vulnerabilidad social. EL PERIÓDICO ha accedido y hablado con los integrantes de las naves, una de las cuales está habitada por personas de origen rumano y la otra por hombres magrebíes.

“Hace casi dos años que estamos aquí y nosotros no provocamos problemas”, dice Marian, residente de la nave en la que está instalada la comunidad rumana. “Nosotros estamos tranquilos. A mi familia no le gusta música ni nada de eso. Nosotros tenemos lavabo, tenemos agua… no hacemos nada por la calle”, defiende Marian, que atribuye buena parte de estas actitudes a algunos integrantes de la otra nave.

"Preferiríamos poder vivir de alquiler en algún sitio"

Las 15 personas vulnerables por las que se suspendió el desalojo, de hecho, pertenecen a esta nave, la de la comunidad rumana. Marian explica cómo algunos de las personas más mayores que viven, además de no tener ingresos, tienen situaciones delicadas de salud, como su suegra, que en ocasiones requiere de un respirador artificial. También hay otras personas mayores que sufren diabetes.

Residentes y vecinos cercanos de unas naves ocupadas en L'Hospitalet

Uno de los ancianos vulnerables de las naves ocupadas en la calle Salamina de L'Hospitalet. / Manu Mitru

“Mi marido trabaja de la chatarra. La gente le llama para vaciar pisos. Para limpiar… Yo estoy hablando con la asistenta para encontrar un trabajo y me ha dicho que, poco a poco, me ayudará”, dice Marian, quien añade que ahora buscan un capote del consistorio para irse a vivir de alquiler: “Preferiríamos poder vivir de alquiler en algún sitio. Estamos esperando a ver qué pasa”.

Molestias vecinales

“Una cosa es explicarlo y otra es vivirlo. Que una noche vale, pero ya son cuatro años donde la situación se ha deteriorado mucho”, apostilla por su parte Juan Jiménez. Según los datos del Ayuntamiento de L’Hospitalet, en los últimos cinco años y medio -desde que empezó la ocupación del espacio-, las naves de la calle Salamina han acumulado un total de 123 incidencias -principalmente concentradas en el último año y medio-, la mayoría de las cuales (77) por motivos vinculados con “la alteración del descanso vecinal” por molestias como ruidos, música y fiestas.

El segundo motivo (25 incidencias desde 2018) son incidencias vinculadas a “inseguridad”: robos, peleas y consumo de drogas. Así, según explican desde el Ayuntamiento, en "ocasiones" en las que Guardia Urbana o Mossos d'Esquadra han acudido a las naves tras llamadas vecinales en estos casi seis años, se han intervenido objetos como "esprais de defensa, pistolas de aire comprimido, navajas o cuchillos".

Residentes y vecinos cercanos de unas naves ocupadas en L'Hospitalet

Carteles de los vecinos cercanos a la calle Salamina de L'Hospitalet que reclaman el desalojo del espacio. / Manu Mitru

“Al final hay algunos que se dedican a robar y para el ciudadano es todo un ‘pack’. Y les da igual que haya vulnerables porque es un: ‘eso me molesta’. Creo que hay que proteger siempre al vulnerable, así como penalizar al delincuente, claro”, comenta por su parte Imán Aisa. En la protesta de los vecinos del pasado 18 de julio, también afloraron comentarios racistas: “¿Por qué no los mandan a su país” o “¿los moros de qué viven?”, fueron algunos ejemplos.

"Son cuatro años donde la situación se ha deteriorado mucho”

“El discurso racista no debería utilizarse nunca, porque al final no hay que generalizar porque hay personas que están en una situación vulnerable de verdad y creo que hay que ayudarlas”, declara a este diario la concejala del distrito.

“Si los vecinos quieren tranquilidad, que nos ayuden"

Mientras que la nave de la comunidad rumana está más adaptada para la vida diaria y dispone de cocina, baños o hasta de lavadora y secadora, la nave del colectivo marroquí se encuentra en unas condiciones más precarias. Cada integrante dispone de su pequeña parcela y la parte central la destinan a trabajar con la chatarra que luego venderán en la misma avenida Carrilet, colindante al barrio, y de la que viven la mayoría de ellos. Hassani, uno de los residentes del inmueble, dice a este diario que en la actualidad están vaciando una de la parte traseras del espacio para, poco a poco, acondicionarlo.

Hassani, quien llegó de Marruecos hace unos seis años en busca de trabajo, reconoce que en ocasiones ha llegado gente a la nave que ha podido ocasionar molestias, como “una chavala” que estuvo alrededor de una semana y que ponía un “altavoz fuerte”, pero reitera que “aquí no hay nada” y que aunque los vecinos de la zona llaman muchas veces a la policía, cuando los agentes llegan se marchan porque “no encuentran nada”.

"¿No quieren que estemos en la calle? Vale, pues nos cambiamos las casas"

Residentes y vecinos cercanos de unas naves ocupadas en L'Hospitalet

Un integrante de la nave de la comunidad marroquí de la calle Salamina de L'Hospitalet barre en la entrada de inmueble. / Manu Mitru

“Si los vecinos quieren tranquilidad, que nos ayuden ellos, que nos ayuden a buscar un piso. Nosotros pagamos, no hay problema", propone Hassani, quien dice que si pasan más tiempo en la calle es para huir del calor y la humedad que se genera dentro de la nave. "Aquí no tenemos familia o amigos. Que nos acojan en una habitación y luego que valoren si somos buenas personas o no. ¿Qué pasa? ¿No quieren que estemos en la calle? Vale, pues nos cambiamos las casas”, dice Hassani.

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