Memoria histórica

L’Hospitalet pone las primeras piedras para saldar su deuda con los deportados a los campos nazis

Barcelona combate la desmemoria por fin de los campos de concentración nazis

El Museu de la ciudad les rinde homenaje ahora con una exposición para recuperar sus historias en los campos de concentración

Tania González, comisaria de la exposición, y Agustí Castellano, técnico de patrimonio cultural del Museu de L'Hospitalet, junto a las primeras once 'Stolpersteine'.

Tania González, comisaria de la exposición, y Agustí Castellano, técnico de patrimonio cultural del Museu de L'Hospitalet, junto a las primeras once 'Stolpersteine'. / Laura Guerrero

Àlex Rebollo

Àlex Rebollo

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“Mi tío-abuelo no murió porque Dios quisiera, lo asesinaron los nazis”. Lo reivindica Marta Gil Polo, de 48 años y descendiente de Ferran Polo, uno de los -como mínimo- 66 hospitalenses deportados a los campos de concentración nazis durante la segunda Guerra Mundial y a los que el Museu de L’Hospitalet rinde homenaje ahora con una exposición para recuperar sus historias; su memoria.

Se trata de la culminación de más de 15 años de investigación que iniciaron en 2005 Pep Ribas y Enric Gil y de la que el Museu de L'Hospitalet tomó el testigo en 2018. En un origen, el Museu planteó una beca con la que estudiar el coste humano de la Guerra Civil en L’Hospitalet, sin embargo, simultáneamente, el Pleno de L’Hospitalet aprobó una moción a iniciativa de ERC para pedir la instalación de ‘Stolpersteine’ en la ciudad, los adoquines diseñados por Gunter Demnig y que promueven el homenaje a las víctimas del nazismo.

Tras ello, desde la entidad canalizaron la beca en esta dirección y dio como fruto el trabajo ‘Los hospitalenses del triángulo azul’, realizado por Tania González, investigadora predoctoral y comisaria de la exposición. Se trata de un trabajo que todavía sigue abierto, dado que al planificar la exposición les ha llegado más información que puede suponer bajas y altas en el listado actual.

La importancia de la memoria

“Es un tema que hace poco ni se enseñaba en las escuelas. De cara a los familiares más directos es muy importante, porque han vivido con ese estigma”, dice González. De hecho, hasta hace tan solo cuatro años, Marta Gil desconocía por completo que su tío-abuelo hubiera estado en un campo nazi: “Soy directora de escena y, como me interesaba el tema por la parte profesional, hablé con mi abuela, le pregunté por el libro de Montserrat Roig de 'Los catalanes en los campos nazis' y me dijo que mi abuelo sale en él”.

Algunas de las primeras 'Stolpersteine' vinculadas a los deportados hospitalenses, expuestas en el Museu de L'Hospitalet.

Algunas de las primeras 'Stolpersteine' vinculadas a los deportados hospitalenses, expuestas en el Museu de L'Hospitalet. / Laura Guerrero

Fue entonces cuando le explicó que el hermano de su abuelo había muerto asesinado en un campo nazi -en Gusen, concretamente-, una historia de la que durante décadas nunca había hablado debido al miedo que imperó una vez acabada la Guerra Civil. “Olvidamos muy fácilmente. La memoria es obligatoria. Para que no vuelva a pasar, pero también porque tenemos que conocer la parte oscura del ser humano”, defiende Gil.

Agustí Castellano, técnico de patrimonio cultural del Museu de L’Hospitalet, explica que, con la beca, el objetivo era, más allá de conocer la biografía de estas personas, descubrir también dónde vivían. Y, aunque aún quedan algunos por descubrir, Agustí celebra la llegada de las primeras once ‘Stoperstein’ -las demás las recibirán de forma escalonada durante los próximos años-, porque, al instalarse en la vía pública frente a los domicilios, permitirán que el reconocimiento a los deportados sea atemporal, a diferencia de la exposición actual.

La Guerra Civil y el exilio

El estudio de Tania González ya señalaba que L’Hospitalet de Llobregat fue el segundo municipio de Catalunya con un mayor número de deportados a los campos nazis, sólo por detrás de Barcelona. Y es que, tal y como explicó Carles Santacana, Doctor en Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona (UB), quedarse en la ciudad a expensas del yugo franquista no era precisamente una buena opción.

En el libro ‘Victoriosos i derrotats. El franquisme a L’Hospitalet’, Santacana explica como tan solo quince días después de la entrada del ejército de Franco en la ciudad el alcalde comunicaba a los mandos de la Guardia Civil su preocupación porque “se ‘limpiase’ la ciudad de elementos considerados indeseables”. Así, las investigaciones de la Causa General franquista en el municipio ponían el acento en la actividad anarco-sindicalista, la ideología mayoritaria de los deportados, y en la significación del barrio de la Torrassa.

Tania González, comisaria de la exposición, y Agustí Castellano, técnico de patrimonio cultural del Museu de L'Hospitalet, explican la historia de algunos de los deportados nazis,

Tania González, comisaria de la exposición, y Agustí Castellano, técnico de patrimonio cultural del Museu de L'Hospitalet, explican la historia de algunos de los deportados nazis, / Laura Guerrero

Los antepasados de Marta Gil, además del exilio y los campos, también fueron víctimas de la represión franquista. Fue el caso de Domingo Polo, bisabuelo de Marta, quién había sido un miembro activo de la CNT-FAI. Al acabar la guerra, trató de esconderse en su pueblo natal, en Alcalà de Xivert (Castelló), pero finalmente fue detenido y asesinado en prisión de las palizas que le dieron.

El exilio a Francia y los campos nazis

Tania González explica como entre el 5 y el 15 de febrero de 1939, miles de republicanos, entre los cuales unos 300 vecinos de L’Hospitalet, cruzaron la frontera francesa huyendo de las tropas franquistas. Las autoridades francesas internaron a los españoles exiliados en campos de concentración improvisados, principalmente, a lo largo de la costa mediterránea, pero, con la invasión alemana, buena parte de los exiliados fueron capturados y enviados a campos de prisioneros de guerra, ya en territorio germano -unos espacios llamados ‘stalags’-.

El siguiente paso en el recorrido ya fueron los campos de concentración, de entre los cuales Mauthausen-Gusen fue el principal destino de los deportados de L’Hospitalet. Carlos Quesada cuenta con dos parientes que vivieron el horror de los campos y salieron con vida para contarlo. Se trata de Ciríaco Quesada -abuelo de Carlos y militante anarquista- y Félix -tío de Carlos-, quienes el 20 de agosto de 1940 fueron trasladados en tren, subidos a unos vagones de ganado -donde también iba el resto de la familia y, entre ellos, el padre de Carlos-, hasta Mauthausen.

La familia Quesada en Francia, antes de la deportación a Mauthausen.

La familia Quesada en Francia, antes de la deportación a Mauthausen. / Cedida por la familia Quesada

Mientras que al padre de Carlos, que en ese momento tenía 11 años, lo volvieron a subir al tren, su tío Félix no corrió la misma suerte. Carlos explica que, aunque en ese momento tenía 14 años, era ya muy alto y justo le acababan de dar sus primeros pantalones largos, por lo que, aunque intentó convencer a los oficiales de que tenía 13, no logró volver al convoy y fue enviado al campo con su padre. Pese a ello, ambos sobrevivieron y, apenas llegar a París tras ser liberado, Ciríaco volvió a afiliarse a la CNT.

Estos homenajes no suponen abrir heridas. Ya están abiertas. Y no son ‘batallas del abuelo’. Hay que hacer pedagogía y no banalizar estos actos para que no vuelva a pasar”, remarca Carlos Quesada.

Los claroscuros de los deportados

Pese al homenaje a víctimas y familiares, la exposición rehúye de maniqueísmos y se adentra también en las sombras de algunos de los deportados. Son los casos de Antonio Puigdellívol y Ramón Verge, cuyas fichas e historias también se exponen en el Museu de L'Hospitalet, aunque no está claro que se llegue a instalar un adoquín 'Stolpersteine' en su honor.

Ramón Verge trabajó en una de las enfermerías de Mauthausen y una vez fue liberado le acusaron de haber elegido quién moría. Algunos testimonios también le acusaban de "sádico". Por ello, recoge el trabajo de Tania, fue juzgado y condenado a 12 años después de la guerra, aunque al final únicamente cumplió dos.

"Los Pirineos siempre habían sido tierra de contrabando y la guerra desarrolló una nueva modalidad: el 'contrabando de personas', de la que Antonio decidió aprovecharse. Uno de los principales públicos fueron los judíos, a quienes transportaban desde Perpignan a Andorra", se explica en el caso de Puigdellívol, y en el que se añade que en uno de estos viajes fue denunciado por supuestamente matar a una mujer. Sin embargo, a diferencia de Verge, no se llegó a demostrar su culpabilidad y "un mes y medio después de su detención, Puigdellívol fue puesto en libertad provisional por decisión del Tribunal Militar de Toulouse".

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