CURIOSO ESTABLECIMIENTO CON DOBLE FUNCIÓN

Relax entre plantas

Una pequeña floristería de barrio ofrece un espacio de unos 100 metros cuadrados para la relajación física y mental Las clases de yoga se realizan en la trastienda del local

Dos mundos y una mampara 8Ramos y Estivalis (derecha) son las copropietarias de La Patapouf.

Dos mundos y una mampara 8Ramos y Estivalis (derecha) son las copropietarias de La Patapouf.

LUIS BENAVIDES / BARCELONA

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La entrada de La Patapouf (Maragall, 342) es la propia de una floristería de barrio convencional, muy cuca y acogedora. Su verdadera singularidad comienza en la trastienda, donde en lugar de preparar ramos y amontonar tiestos y sacos de abono, se cultiva la relajación. "Aquí puede parecer rompedor, pero si viajas por Europa es cada vez más habitual encontrar establecimientos que fusionan varias actividades, sobre todo teterías que ofrecen cursos de yoga", cuenta Cristina Ramos, copropietaria y monitora de Katha Vinyasa, una modalidad de yoga que combina movimientos, posturas y respiración.

Ramos abrió este establecimiento hace un año y medio junto con su madre, Yvonne Estivalis. "Lo más complicado fue conseguir los permisos, porque nos asociaban con un gimnasio. Tuvimos que hacerles entender que esto es diferente, que aquí no necesitamos duchas. Con un vestuario y un plan de emergencia es suficiente", recuerda la joven copropietaria, química de formación, quien dejó un buen trabajo en un parque científico en busca de un estilo de vida diferente. "Acabé un poco harta de la investigación y decidí meterme de lleno en el mundo del yoga, que era mi principal válvula de escape mientras trabajaba", añade Ramos, con experiencia previa como profesora en diferentes centros cívicos.

Sin ondas radiomagnéticas

Estivalis se encarga básicamente de la tienda. "Empezamos vendiendo plantas medicinales, pero no tenían mucha salida y nos pasamos a las plantas ornamentales, sobre todo cactus", explica Estivalis, quien destaca de estas variedades con pinchos  su capacidad de absorber las ondas radiomagnéticas. "Además, son ideales para decorar el interior de un piso porque por la noche no emiten CO2 como otras plantas", añade.

Una mampara de vidrio, con una cortina para mayor discreción de sus usuarios, separa los escasos 10 metros cuadrados dedicados a la venta de plantas y otros artículos de jardinería del espacio para las clases de yoga. "Detrás tenemos unos 100 metros cuadrados, y acogemos grupos de hasta 20 personas", cuenta Ramos, quien destaca la política de precios de La Patapouf. "Algo tan espiritual como unas clases de yoga no puede convertirse en una obligación. Por eso no tenemos matrículas, ni cuotas de permanencia. Aquí cada clase cuesta cinco euros, y la gente viene cuando quiere", subraya la copropietaria.

La mayoría de los usuarios son vecinos de los barrios de Horta y Vilapicina i la Torre Llobeta. "Vengo dos veces por semana, y mi hijo, de 7 años, también. En el colegio, me aconsejaron apuntarlo a yoga o ajedrez, porque es muy movido. Al principio, le parecía aburrido venir a La Patapouf, pero cambió de idea cuando le dije que los  caballeros Jedis de la película La guerra de las galaxias hacen algo muy parecido al yoga", explica la usuaria Mónica Garriga.

La Patapouf abre de lunes a sábado, de 9.30 a 21.00 h, con cursos para todas las edades y niveles. H