Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Ponerse el palestino

La actriz Aitana Sánchez-Gijón, con un pañuelo palestino en una manifestación en Madrid en 2009

La actriz Aitana Sánchez-Gijón, con un pañuelo palestino en una manifestación en Madrid en 2009 / Jose Luis Roca

Se cree que el dibujo principal del pañuelo palestino emula una red de pescadores, representando así su conexión con el mar Mediterráneo. Sin embargo, las generaciones más jóvenes -por qué será- ven un alambrado de púas. En el borde, unas ramas de olivo simbolizan la tierra y la vida y las líneas negras recrean la larga historia de sus rutas comerciales. Aunque lo más habitual es envolvérselo alrededor del cuello; en la multitud de manifestaciones que recorren el mundo en protesta por el genocidio que Netanyahu y su gobierno está llevando a cabo en Gaza también lo hemos visto en forma de chal sobre la espalda, como lazo en una coleta, en forma de diadema o incluso de pulsera o fajín.

Pese a simbolizar la liberación y la solidaridad con el pueblo palestino; desde que regresó la maldita guerra, en Berlín se ha prohibido llevarlo en las escuelas para evitar incidentes y a un diputado de IU en el Parlamento Europeo no le permitieron intervenir con tal accesorio. Criminalizar el palestino no es nada nuevo. Durante décadas se ha tratado de tergiversar su significado y uso asociándolo a la violencia, el fundamentalismo y el terrorismo de Hamás.

En origen, la kufiya era usada por campesinos y nómadas para protegerse del sol y las tormentas de arena. Al ser los habitantes de las zonas rurales los primeros en rebelarse contra del dominio británico en 1936, el pañuelo de algodón negro y blanco derivó en un símbolo de defensa de la identidad nacional. Pero fue en los años 60, con Yasser Arafat, cuando se popularizó e internacionalizó. También contribuyeron a ello las icónicas fotos de una mujer, la revolucionaria Leila Khaled, portando un fusil y luciendo el pañuelo palestino. La prohibición por parte de Israel de la bandera palestina durante la primera intifada no hizo más que encumbrar al kufiya como símbolo de resistencia y que se buscaran alternativas como el uso de una sandía (los colores de la fruta coinciden con los de la enseña). Entre 1987 y 1993, en los informativos se repetía una y otra vez la imagen de jóvenes con el rostro cubierto por el pañuelo lanzando piedras contra el ejército israelí.

Sobrexplotación cultural

Gracias a Nicolas Ghèsqueiere y su colección de 2007 para Balenciaga, el palestino se liberó de tales connotaciones “negativas” y en los primeros años de la década del 2000 pasó a ser un accesorio de máxima tendencia. Hasta Maria Dolores de Cospedal se atrevió a atarse uno en tonos lila como secretaria general del PP (algo que, sin embargo, no sentó muy bien a algunos sectores de la derecha). Pero aunque la moda logró aparcar la demonización de la kufiya, finalmente también la banalizó. De la apreciación cultural se pasó a la apropiación y después a la sobrexplotación cultural. Cuando marcas de 'low cost' como Urban Outfitters o Zara colgaron los palestinos 'made in China' en sus perchas rebentaron el mercado artesanal del pañuelo en Palestina.

De 3.000 fábricas destinadas a la kufiya en Palestina, hoy sólo queda una en pie: Hirbawi (aunque pueden recibir pedidos y los agradecen más que nunca, debido a la guerra el envío hacia Europa está paralizado). Hace un par de años, Louis Vuitton sacó su particular "inspiración" del tocado árabe en azul y blanco (colores de la bandera israelí) a un módico precio de 570 euros. Debido a las quejas la firma de lujo tuvo que acabar retirándolo. Ahora bien, la mayor perversión al pañuelo palestino fue cuando sionistas estadounidenses le estamparon la estrella de David encima.

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