Dios te bendiga, Leo, por tantas alegrías que nos diste a los aficionados al fútbol en todo el mundo. Eras el feliz tema del que podía hablar frecuentemente con mis hijos, tan metidos en su mundo digital.
Los patrones ya no te quisieron porque te creen viejo, y serías una carga para su modelo de negocio si te quedabas. Claro que podrías haberte quedado a jugar gratis, pero no es así como funciona el modelo. No te lo propusieron, porque eso habría destruido el negocio.
¿Sabes? No le debes nada a nadie, ni a los culés, ni al Barcelona ni a LaLiga; ni ellos a ti. Siempre lo diste todo. Y cobraste lo que te merecías.
Ya te habías quedado tres años jugando al máximo nivel y en solitario, en lo que era un equipo de la media tabla.
Aún tienes ilusión y ganas de triunfar, como si fueras un niño. Viejo yo, que ahora puedo decir que vi jugar a Pelé, a Maradona y a Messi.