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La responsabilidad de la Iglesia en el Holocausto: Su condena del antisemitismo llegó tarde

La marcha contra el antisemitismo celebrada en París.

La marcha contra el antisemitismo celebrada en París. / AFP / ALAIN JOCARD

José Melero Pérez

Un vaso solo se desborda si al estar casi lleno se le echa más agua. La incitación al odio contra los "pérfidos judíos", tal como fueron tildados por la Iglesia, propagó un trato vejatorio contra los judíos en la Europa cristiana durante veinte siglos. El vaso antisemita se fue llenando de odio hacia los judíos desde los inicios del cristianismo, por considerarlos responsables de la muerte de Cristo y, por tanto, deicidas. Fue cuestión de tiempo que ese odio acumulado durante siglos se desbordara cuando Hitler y los nazis alemanes iniciaran una trágica persecución genocida contra los judíos esparcidos por la Europa ocupada.

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El antisemitismo se mantuvo como doctrina de la Iglesia hasta la declaración del Concilio Vaticano II (1962-1965) iniciado por Juan XXIII en la que se afirma que "no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían ni a los judíos de hoy", desligando de esta forma la responsabilidad colectiva de los judíos en la muerte de Jesús.

La condena del antisemitismo por parte de la Iglesia llegó demasiado tarde, porque no evitó tantos siglos de odio y afrentas contra los judíos, produciéndose el Holocausto. Más bien mantuvo encendido el fuego del antisemitismo, a pesar de que el evangelio rechaza el odio.

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