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"Ser fuerte no fue una decisión sino tu única opción de vida"

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Nuestro padre, Joaquín, de 67 años, viudo desde hace 11 años, falleció el pasado 31 de marzo. Se contagió unos días antes del decreto de estado de alarma. Joaquín era activo, jugaba a pádel, hacia inmersiones en sus viajes. ¿Por qué no se alertó del virus? Ya se había visto la gravedad en otros países como China, Italia... ¿Desde cuándo las gripes colapsan UCIs? ¿Por qué no se aplicó lo de prevenir es curar con mascarillas adecuadas?

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Tras 11 días en la unidad de cuidados intensivos y las angustiantes llamadas médicas llegó la peor de todas. No dudé en ir a verte aunque fuera a través de un cristal o hablarte por teléfono. Sería más difícil que cuando te despedí el 20 de marzo en la puerta del hospital y te abracé llorando. Fui sola, muy sola. Mi marido y mi hija, de 2 años, se quedaron en casa angustiados por no poder estar en una despedida tan compleja.

Por humanidad, y así me lo repetía el  personal sanitario, me dejaron entrar a despedirlo sin besarlo ni  abrazarlo. Solamente lo cogí de la mano y noté su calor aunque llevara doble guante. Estuve lamentando que no estuviera de viaje en Jordania como tenía planeado esos días y dándole las gracias por estos 11 años sin mi madre. Aunque para él habían estado difíciles, nos ayudó a salir de un pozo sin fondo como un auténtico padre de familia.

Mi hermana, por videollamada, se despidió sola, encerrada en una habitación con llanto roto para que sus dos hijos pequeños no lo percibieran. Sabía que cuando  el móvil se apagara no le volvería a ver nunca más. Cuando consiguió  salir le esperaba su marido para darle un abrazo que nadie le podrá dar, el abrazo que no podrá hacer a nadie y sobretodo con el dolor de no despedirlo como se merecía. Ni tan solo a día de hoy. Al oírnos a las dos, después de tantos días, su corazón dejó de latir y nos dejó.

Nunca podré olvidar la tristeza de tener que dejarte en la habitación y alejarme de ti con tus pertenencias por un pasillo largo, oscuro, vacío. Nunca olvidaré tener que dar tu esquela a un policía en un control porque sólo tres personas pudimos leerla. 'Sempre et recordarem, papa, avi Quim i avi Pim'. Tus hijas, Nerea y Ainhoa.

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